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Una de las estructuras soleadas y desprovistas de plantas, junto al parque infantil de la plaza.A.V.

Crónicas de la ciudad

Las soleadas ‘antipérgolas’ de la plaza de la Biznaga

El diseño de esta plaza, llena de ‘antipérgolas’ y ‘tendederos de ropa’ sin plantas, hace imposible que niños y mayores tengan un poquito de sombra

Como el martes contó este diario, advertía la Real Academia de San Telmo en su informe al Ministerio de Cultura sobre el rascacielos del Dique de Levante, que los errores que cometamos permanecerán para siempre en la trama urbana y el paisaje de Málaga.

De esta forma, cuando lleguen los lamentos porque la Torre del Puerto se revele mucho más invasiva de lo que mostraban las infografías publicitarias, nada se podrá hacer y quedará, junto al edificio ilegal de la falda de Gibralfaro, como las Escila y Caribdis de la ciudad, irreparable puerta de entrada al horror urbanístico malaguita, heredero directo de la Atenas moderna.

Ni siquiera las pérgolas en el sitio equivocado desaparecen de la noche a la mañana, como podemos comprobar con la ‘parada gigante de la EMT junto a la iglesia de Santo Domingo.

Y, probablemente, pasarán muchas lunas hasta que un cargo municipal se apiade de los vecinos de la barriada García Grana o 4 de Diciembre, en especial de los niños, porque padecen sobre sus cabezas unas pérgolas que deberían estar prohibidas por la Convención Internacional sobre Insolaciones, si es que existe.

Porque, como podemos ver en el desquiciado diseño que en breve les caerá encima a los vecinos de las plazas de San Pedro y el Teatro, en demasiadas ocasiones las reformas de espacios públicos se ejecutan en el plácido mundo de las ideas. La sensación es que sus autores pasan más tiempo salpimentando la descripción de los proyectos con expresiones sonrojantemente cursis en lugar de patear de forma concienzuda estos sitios y escuchar a los vecinos.

El resultado son equipamientos marcianos, a años luz de las necesidades reales, amén del desperdicio de dinero público.

Ahora que comienza a arreciar el calor lo podemos comprobar en la plaza de la Biznaga, donde algún adalid del diseño etéreo ideó junto al parque infantil de este espacio una suerte de ‘tendederos gigantes de la ropa’, estructuras carentes de plantas que sólo deparan unos ‘hilillos’ de sombra, los de los alambres de esta inútil pieza.

Con o sin telilla metálica, la insolación es la misma para quien ose estar debajo.

Quien quiera algo de sombra tampoco podrá encontrarla en las ‘antipérgolas’ dispuestas al lado, sobre unos tableros de juego, cubiertas con una telilla metálica que donde no ha sido arrancada sólo ofrece al usuario horas de insolación.

El resultado es una plaza desierta cuando aprieta el Lorenzo. Así seguirá porque la mala hierba urbanística cuesta arrancarla y en ocasiones, se deja crecer hasta que ‘la maleza’ se convierte en nuestra seña de identidad.

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