Colectivo trans

El suicidio de las personas trans, más que una cifra

Son muchos, muchas y muches las personas trans que han pensado, intentado o conseguido acabar con su vida por el rechazo y la presión social, por lo que el colectivo aboga por políticas y ayudas que socorran a esta parte de la población

La tasa de suicidio entre las personas del colectivo transsupera el 60 %.

La tasa de suicidio entre las personas del colectivo transsupera el 60 %. / Europa Press

La tasa de suicidio entre las personas del colectivo trans supera el 60%. Son muchos, muchas y muches los que han pensado, intentado o conseguido acabar con su vida por el rechazo y la presión social a la que les somete un mundo que abraza el progreso y la evolución pero reniega, en su interior, de la diversidad y libre elección de género. Lo elevado de las cifras preocupa, demasiado. Pero esta problemática va más allá de los números. Detrás de cada dato hay una persona, con una historia y una realidad mucho más compleja y diversa de lo que se pueda llegar a creer.

«Era un chico trans de 16 años. Cuando comenzó a plantearse su transición, se lo comunicó a su abuela y esta le dijo que eran tonterías de la edad y que no se lo dijera a nadie porque era vergonzoso. Así que lo ocultó. Salía de casa y se cambiaba de ropa. Lo comunicó en el instituto, que inició el protocolo, pero su familia lo seguía negando. Entró en depresión por la presión y el desgaste. Un día, cuando su familia estaba de viaje, se tomó un montón de pastillas».

«Crecí sin contarles mis problemas a mis padres. Crecí escuchando las penas de los demás. Crecí con peleas y gritos. Crecí ignorando mis inseguridades y mi problemas. Crecí tragándome nudos en la garganta y sonriéndole a familiares. Crecí y sigo creciendo, pero una parte de mí parece haberse quedado estancada, intentando entender por qué es que crecí así. Y por qué ahora no hago nada para cambiarlo, si lo único que consigo es ser infeliz».

Cuando me di cuenta de que era trans a los 25 años no lo aceptaba, mantuve mi vida como estaba. Me casé, tuve una relación muy tóxica y tuve una vida bastante complicada. A los 34 años ya no podía más e intenté suicidarme

Dolor y aceptación

«Cuando me di cuenta de que era trans a los 25 años no lo aceptaba, mantuve mi vida como estaba. Me casé, tuve una relación muy tóxica y tuve una vida bastante complicada. A los 34 años ya no podía más e intenté suicidarme. Estando en el hospital, encontré un psiquiatra adecuado para ayudarme en mi transición e hizo que todo fuera más fácil y más cómodo. No he perdido la esperanza».

«Somos muches los que no podemos con tanto dolor. No es solo no encajar, es no dejarnos ser. Son muros infinitos cada día, golpes por cada esquina -también hablo literal-. Nos ahogamos en silencio, en gritos mudos de auxilio, pero es más fácil mirar hacia otro lado y luego lamentar pérdidas. Sueño cada día con la utopía de una vida tranquila, sin estereotipos, sin cadenas ni exclusiones. Ni hombres ni mujeres, solo seres. Creen entendernos, justificando científicamente discordancia entre el cuerpo y la mente, qué equivocades están. Mi cuerpo es perfecto tal y como es, igual que mi mente. No soy un híbrido cual transformer, soy un alma libre con ganas e vivir y ser feliz».

«No es ser trans lo que nos lleva al suicidio, es la falta de aceptación de las personas trans, binarias o no binarias, se vistan como se vistan, hagan con sus cuerpos lo que hagan. El día que podamos ser quienes somos, sin que nadie nos exija nada ni tengamos que justificarnos, creo fielmente que tendremos menos problemas de salud mental».

Los testimonios de Óscar, Álex, Maru y demás miembros de la Asociación Trans Huellas narran vivencias del todo inmerecidas. Realidades que no buscan caer en el victimismo fácil, sino que abogan por un cambio de prisma que comience con la aprobación de mecanismos y políticas de ayudas y socorro para esa parte de la población que necesita de estas herramientas para no llegar a la ideación suicida.

En Málaga, esta asociación lucha por los derechos de las personas trans, no binarias e inter. «En la asociación partimos desde la perspectiva del respeto y la diversidad, y rechazamos cualquier perspectiva que tenga que ver con establecer unos cuerpos modelos, donde se establece el que es más o menos válido», explica Lipe de Lima, responsable de la secretaría y trabajador social de esta asociación.

Asesinato social

Asesinato social, suicidio inducido... Lo que motiva a estas personas a poner fin a su vida tiene mucho que ver con los estigmas y el rechazo que sufren por parte de algunos miembros de la sociedad que tienen miedo a la diversidad. «Cuando el médico ve al bebe y dice que es un niño, sin darnos cuenta, estamos programando y limitando a esa persona durante toda su vida. Y esas limitaciones van a dar lugar a consecuencias muy negativas que no van a permitir que esa persona pueda desarrollarse libremente», denuncia Lipe.

El colectivo trans lucha cada día contra los condicionantes y las barreras que encuentran en la educación, en el ámbito familiar, en sus relaciones sociales e, incluso, a la hora de acceder a un puesto de trabajo. También, denuncia el trabajador social, encuentran serias dificultades a la hora de empezar su transición, lo que complica mucho más un proceso que no carece de contrariedades.

«El que una persona trans quiera acceder a un tratamiento hormonal y, aún a día de hoy, siga teniendo que pasar por un psicólogo que le diagnostique es una barrera más para que esa persona llegue hasta el objetivo que se ha marcado cuando ha planteado su transición».

Al final son ciertos comportamientos, basados en la transfobia, en no respetar la identidad y la diversidad y el no reconocer que somos personas con derechos, como cualquier otra, lo que los lleva al extremo

Todo ello, defienden desde Trans Huellas, contribuye a negarles a estas personas «un derecho tan básico y humano como es la libre autodeterminación de género». Y son estas trabas las que, en muchos casos, los llevan al límite. Los conducen a lo que desde hace un tiempo, explican, se viene denominando asesinato social: «Al final son ciertos comportamientos, basados en la transfobia, en no respetar la identidad y la diversidad y el no reconocer que somos personas con derechos, como cualquier otra, lo que los lleva al extremo».

Es entonces cuando el suicidio llega a convertirse en la respuesta a una situación extrema: «Han llegado a ese fenómeno porque no han tenido la ayuda ni los medios necesarios para tener una transición plena y positiva, sin hechos y comportamientos del entorno que pueden ser muy traumáticos para esa persona, denuncia Lipe.

Pero Trans Huella va más allá. El suicidio dentro del colectivo trans es una problemática que se está cobrando la vida de muchas personas. Pero no hay que quedarse en las cifras y lamentarse por ellas, sino contribuir al cambio. Idear mecanismos y recursos que luchen contra esto. Para Lipe y el resto de miembros que componen Trans Huellas, es importante, teniendo en cuenta las cifras, que los gobiernos generen esas políticas de ayuda y socorro. Exigen a las administraciones más recursos, sobre todo a nivel sanitario, que los apoyen y protejan a la hora de conseguir su objetivo. Y el único fin de estas personas es poder desarrollar su identidad libre y plenamente.

Solo así podrán reducirse las tasas de suicidio entre esta población. Combatiendo esta problemática con leyes, recursos y ayudas, como la aprobación de la Ley Trans sin el recorte a la autodeterminación de menores. El colectivo, mientras, seguirá luchando y ganando batallas, cansados de vivir en esta guerra eterna. Desde Trans Huellas, uno de sus miembros traslada un mensaje para todos los que se encuentran librando esta lucha: «He escuchado decir que suicidarse es de cobardes, pero mira que hay que ser valiente para atreverse a terminar con todo. Pero más valiente aún es seguir aunque las cosas vayan mal. Desde aquí les digo que gracias por elegir quedarte aquí, por decidir que ese no iba a ser tu final. Sé que es una lucha constante pero confío en ti, no te rindas, sé que no es fácil pero saldrás de esta».

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