En domingo

Los riesgos de llevarse el trabajo a casa

El 50 por ciento de los españoles reconoce que no pasa suficiente tiempo de calidad tanto a nivel personal como familiar. El efecto ‘blurring’ les impide separar la carga laboral de sus responsabilidades personales y familiares

Llevarse el trabajo a casa puede suponer problemas.

Llevarse el trabajo a casa puede suponer problemas. / L. O.

M. González

El 50 por ciento de la población española reconoce que no pasa suficiente tiempo de calidad tanto a nivel personal como familiar. Son datos del estudio anual Cigna 360 Wellbeing, que muestran una radiografía preocupante de la relación de la población con su desarrollo profesional, en el que, en ocasiones, no pueden desconectar en su tiempo libre.

La proliferación de las nuevas tecnologías, que nos mantienen hiperconectados, así como la consolidación del teletrabajo pueden derivar en el llamado efecto blurring, que define la dificultad que tienen muchos empleados para separar la carga laboral de las responsabilidades personales y familiares y que puede, incluso, llegar a elevar los niveles de estrés y malestar o a entorpecer la concentración y rendimiento en el propio trabajo.

Es por eso que hoy en día la conciliación laboral, personal y familiar se ha convertido en una prioridad para muchas personas. «La conciliación es un potente incentivo para motivar a los profesionales», sostiene Ana Sánchez de Miguel, directora de Recursos Humanos de Cigna España. «Se trata de un aspecto que se traduce en un mayor rendimiento y compromiso con la empresa y que, además, reduce los niveles de estrés, ya que los empleados disponen de mayor facilidad para compatibilizar su vida personal y profesional».

Es lo que se denomina «el salario emocional»: el conjunto de beneficios no económicos que hacen sentirse cómodos a los empleados de una empresa y que contribuyen a mejorar su calidad de vida.

Pero, ¿qué ocurre cuando no es posible esa desconexión? La dificultad de poder separar ambas facetas (laboral y personal) «genera estrés, frustración, angustia por la percepción de falta de tiempo, de desbordamiento... Acaba generando mucho enfado», subraya Rafael San Román, psicólogo y responsable de Contenidos y PR en ifeel (servicio global de bienestar emocional para empresas). «Además, impide a los empleados estar física y psicológicamente disponibles para sus otras facetas, incluso cuando tienen tiempo: están tan cansados, saturados o preocupados por lo que se refiere al trabajo que no tienen energía para dedicarla a otras cosas. Por eso es importante tener un volumen y una organización en el trabajo que resulten racionales y saludables», dice el psicólogo.

«Todos somos conscientes de cómo las tecnologías, a través de dispositivos, aplicaciones, programas, plataformas y demás formatos para comunicarnos y trabajar están ocupando y acaparando nuestras vidas a un nivel muy elevado de manera muy rápida», explica. «Esto no es ni malo ni bueno en sí mismo: es tremendamente útil para algunas cosas pero también puede tener efectos adversos ante los que conviene prestar atención». Así, la creación de un entorno laboral óptimo y la adopción de medidas para el cuidado de la salud de los empleados se antojan clave. «La empresa es la primera que, a través de su cultura corporativa y sus procesos prácticos, tiene que defender ese orden y esa separación para que el trabajo y lo que no es el trabajo no se contaminen entre sí», añade: «Luego ya está el terreno de la responsabilidad personal (dentro del margen real que cada cual tenga) para separar facetas: ser un buen profesional no implica solo realizar bien las tareas, sino también evitar que lo laboral y lo no laboral se contaminen entre sí. Igual que no es profesional ocuparse de lo personal cuando trabajamos, no lo es tampoco trabajar en los contextos en los que deberíamos ocuparnos de nuestro ocio».

En este sentido, afirma que «hay que organizar bien el horario, jerarquizar las tareas, apoyarse en los compañeros y en el jefe, hacer pausas adecuadas, pero también evitar distracciones. Se trata de ir encontrando buenos hábitos que impidan que el trabajo se acumule y lo traslademos fuera de la oficina en forma de tareas o de preocupación».

Aunque en España existen leyes que regulan la desconexión digital y el adecuado descanso de los trabajadores el psicólogo sostiene que «desde que el mundo es mundo una cosa es la ley (una norma que está escrita en un papel con el objetivo de regular la vida de las personas a través del obligado cumplimiento) y otra, la vida real de las personas reales, que excede en complejidad a los principios recogidos en un papel». De este modo, afirma que «las leyes tienen grietas, agujeros, por los cuales esa complejidad se escapa. Esa complejidad de la vida real de las personas está hecha de inercias, de falta de respeto a las normas, de priorizar el bien de la empresa por encima del bienestar de los empleados o de las leyes, que marcan un camino pero no siempre son garantía de que se cumpla su contenido. Por eso es tan importante que las empresas estén concienciadas con la importancia del bienestar de los empleados y cómo el trabajo influye en él, tanto si lo dice una ley como si no».

En este punto, la abogada viguesa de Legálitas Jana Calero aporta un dato importante: «Uno de cada cuatro trabajadores reconoce que ve el correo del trabajo fuera de su horario laboral al menos una vez al día, incluido el fin de semana». Y ante dicho dato, una sugerencia: «Lo que recomendamos es que las empresas, para mejorar la salud de sus trabajadores, establezcan dispositivos de control de acceso fuera de horario laboral a las herramientas de comunicación como el correo electrónico, que desactiven los avisos de comunicaciones...». Aunque asume que hay empresas que «no solo no evitan que los trabajadores tengan contacto con el trabajo fuera de su jornada laboral, sino que, además, lo promueven, lo incitan, y no es legal».

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Precedentes judiciales para la desconexión digital

Dos sentencias en Europa –la Barbulescu y la López Ribalda– han puesto el foco en el derecho de desconexión digital del trabajador, que se recoge en la Ley Orgánica 3/2018 de Protección de Datos Personales y Garantías de los Derechos Digitales, que afirma que los trabajadores «tendrán derecho a la desconexión digital a fin de garantizar, fuera del tiempo de trabajo legal o convencionalmente establecido, el respeto de su tiempo de descanso, permisos y vacaciones, así como de su intimidad personal familiar». También se recoge en la Ley Orgánica 10/21, que regula el teletrabajo; mientras que las sanciones a las que se enfrentan las empresas se estipulan en la Ley sobre Infracciones y Sanciones en el Orden Social (LISOS).

«La empresa no puede sancionar, amonestar ni despedir al trabajador por no atender a comunicaciones fuera de su horario, sean del tipo que sean. Eso es un mecanismo de protección del trabajador». afirma. «Además, las empresas pueden ser sancionadas, tipificando estas sanciones en grados, del más leve al más grave, que son económicamente muy cuantiosas (de hasta 7.500 las leves y de más de 200.000 euros las más graves) por vulnerar el derecho de desconexión digital de sus trabajadores», añade.

«Por desgracia tenemos todavía unas dinámicas de trabajo muy ancladas en el pasado donde muchas veces los empleadores no entienden los límites entre lo que pueden y lo que no pueden hacer, pero se exponen a sanciones muy graves», advierte la letrada viguesa. «Lo que pasa es que, paradójicamente, a la vez que se está protegiendo cada vez más la diferenciación entre el tiempo de trabajo y el tiempo de descanso sancionando a la empresa que promueve que estés siempre pendiente del móvil, se está dando el efecto contrario por la facilidad de acceso a los dispositivos, al correo, al whatsapp, etc. Aunque se establece una horquilla de sanciones muy variada, es cierto que, con la tendencia al teletrabajo sobre todo, tendemos a estar más conectados porque diferenciamos menos el espacio y también el tiempo de trabajo y eso es una cuestión de responsabilidad que los trabajadores tenemos que tener con nosotros mismos», subraya.

«Hay empresas que utilizan métodos como dispositivos por los que dejas de recibir correos fuera de tu horario, el modo ‘no molestar’ del móvil también es válido...», expone. «Cada vez se está promoviendo que esté clara esta separación porque también se está advirtiendo que a nivel psicológico está teniendo un impacto fortísimo. Que la vida personal se meta en el espacio de trabajo cuando es tu casa es difícil evitarlo, pero que el trabajo se meta en tu tiempo de descanso es un ejercicio de responsabilidad de las empresas, por el bienestar de sus empleados, y también del propio empleado», insiste la abogada.

Por su parte, el letrado Daniel Diz, destaca que la desconexión digital, además de estar regulada en la Ley 10/21 de trabajo a distancia y en la Ley Orgánica 3/2018 de protección de datos, también se recoge en «muchos convenios sectoriales o convenios de empresa». «Lo que pasa», añade, «es que muchas veces esto no se cumple», lo que provoca «el blurring, la fatiga digital (o fatiga informática) y la hiperconexión». Al estar regulada la desconexión digital tanto en normas legales, en el Estatuto o en convenios de empresa o sectoriales, el incumplirlos puede derivar en una sanción por parte de Inspección del Trabajo. «Si esto llega a efectos que genere al trabajador una lesión, un perjuicio, también se podría llegar a un tema de vulneración de derechos fundamentales, lo que sería el derecho a la intimidad del trabajador como el derecho a la integridad», puntualiza. De este modo, subraya que estas prácticas comprometen derechos como el de la intimidad o el de la conciliación de la vida familiar, «que se ve también afectado, por ejemplo, cuando estoy en el parque con mis hijos y me llegan correos de la empresa».

Existen, además, otras consideraciones a tener en cuenta cuando uno recibe una llamada de su empresa. «¿Por qué la empresa me manda un whatsapp si yo no le he dado autorización para que lo haga?», reflexiona. «¿Por qué un departamento de la empresa a la que yo no le he facilitado mi whatsapp me envía un mensaje?»: «Ahí hablamos de un tema distinto: no te están llamando o enviando un mensaje fuera de hora, te está llegando un mensaje de alguien que no está autorizado», puntualiza.

Su recomendación, de todos modos, también es la de «no contestar» a los requerimientos recibidos fuera del horario laboral y «en caso de que la empresa quisiera sancionar al trabajador por no contestar habría que ver el contenido o alcance de este mensaje, pero hay que tener en cuenta que la ley, en este caso, protege al trabajador».

El sociólogo y profesor de la Universidad de Vigo José Durán apunta que «algunos estudios dicen que la gente que tiene un puesto de trabajo de calidad y bien remunerado a veces también tiene esa difuminación entre el tiempo de trabajo y el tiempo libre», pero «dentro de un contexto general, donde esa difuminación es la tendencia, digamos que aquellos que tienen trabajos mejor remunerados, de más calidad y que les gustan, no experimentan esa invasión del trabajo en la vida como algo necesariamente negativo; mientras que los demás, sí».

También apunta que «las nuevas tecnologías están completamente implicadas en esa difuminación». «En puestos de trabajo que permitan mayor autonomía pueden convertir el horario de trabajo en algo flexible a su favor, pueden integrar el horario de trabajo de forma que lo adapten a su forma de vida, mientras que los que tienen un trabajo de peor calidad sufren las consecuencias de las tecnologías. Y ahí sí que hay un impacto negativo». Y en este contexto, afirma que «existe el derecho, pero después a la hora de aplicar ese derecho es donde hay que fijar los límites y queda mucho por hacer».

En cuanto al teletrabajo, afirma que «si ayuda a una mayor compatibilidad entre la vida laboral y la privada, estupendo; si la destruye, malo. La herramienta tecnológica nunca es mala por sí misma, sino el uso que se hace de ella», puntualiza. «En España tenemos la asignatura pendiente de compatibilizar el tiempo de trabajo con el familiar. Toda vez que no tenemos eso claro, que no hay una clara conciencia sobre ello, las tecnologías se cuelan por todas las rendijas de nuestra vida privada. La cuestión es cómo planteamos el trabajo: ¿qué planteamiento tenemos con respecto al trabajo con relación a la vida? Esa es la pregunta que nos tenemos que hacer», afirma. «La prioridad está establecida ya: el trabajo es lo primero, lo que hace nuestra sociedad es externalizar las relaciones familiares».

«Hoy en día, el trabajo es muy exigente desde el punto de vista de la inversión personal. No es la misma la intensidad psicológica con la que trabajaban nuestros padres, que era mayormente física, que la nuestra, que es fundamentalmente psicológica, porque está llena de demandas y, además, uno no tiene la sensación de que ha cumplido con ellas, porque siempre hay nuevas demandas, y es una carga psicológica de tal calibre, durante tanto tiempo a lo largo del día, y restando tiempo de calidad para otras relaciones personales, que eso es lo que hace que uno se cargue de estrés y de angustia», analiza: «Nadie está preparado para una realidad en la que nunca puedes colmar las expectativas».

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