Crónicas de la ciudad

Gibralfaro, Berrocal y el Palacio de Villalcázar

Málaga tiene, entre otros, tres chinos en el zapato de lenta extracción: el camino turístico a Gibralfaro, el monumento a Picasso de Berrocal y la sede de la Cámara de Comercio

Fachada con desconchones de la Cámara de Comercio, la semana pasada.

Fachada con desconchones de la Cámara de Comercio, la semana pasada. / A.V.

Alfonso Vázquez

Alfonso Vázquez

En Málaga, como en cualquier ciudad que se precie, hay misterios administrativos sin resolver, planteados en más de una ocasión en esta sección. Quizás el mayor sea el estado de cochambre en el que nuestro Ayuntamiento mantiene el camino turístico a Gibralfaro desde hace unos 15 años, coincidiendo con la época de mayor auge turístico de esta ciudad.

Ya explicamos hace unos días que, según nos detallan fuentes municipales, este fenómeno se debe a un desajuste competencial que nadie se ha molestado en atajar en estos tres lustros.

Otro gran misterio es cómo permite nuestro Consistorio que una de las obras escultóricas más importantes de nuestro Patrimonio, ‘Siéxtasis’, el maravilloso rompecabezas escultórico de Miguel Ortiz Berrocal en homenaje a Pablo Ruiz Picasso, en los antiguos Jardines de la Aurora, exhiba tanta decrepitud. Ni el cincuentenario de la muerte del autor del ‘Guernica’ ha sido aliciente suficiente como para adecentar la obra. 

En el plano municipal funciona, como en tantos órdenes de la vida, la máxima ‘ojos que no ven, corazón que no sienten’. El día en que nuestros políticos hollen estos dos rincones tan alejados de calle Larios quizás cambie el panorama.

Y sin embargo, para el tercer misterio no hay explicación posible porque no puede tratarse de un lugar más céntrico y por tanto, más expuesto a la vista.  

Hablamos del Palacio del Conde de Villalcázar, frente al Palacio de la Aduana, otro clásico de esta sección, un edificio que sigue sin desvelar a Málaga toda su belleza. 

En la imprescindible ‘Guía Histórico-Artística de Málaga’, dirigida por Rosario Camacho, la catedrática recuerda que la fachada estuvo decorada originalmente «por esgrafiados geométricos en tonos ocre, blanco, rojo y negro, muy característico de los comienzos del siglo XVIII». 

Detalle de la decoración, hace un año.

Detalle de la decoración, hace un año. / A.V.

Lo podemos comprobar en la única parte del palacio en la que se pudieron retirar las capas de cal, en la estrechísima calle Don Juan de Málaga, donde asoma el lateral bellamente adornado. 

Pues bien, imaginen el contraste entre el sobrio Museo de Málaga y la decoración barroca del palacio del Conde de Villalcázar; sería algo espectacular y seguro que en toda esa enorme fachada quedan fragmentos originales de la decoración. 

Vista del palacio desde la Aduana, hace un año.

Vista del palacio desde la Aduana, hace un año. / A.V.

Como saben, el palacio se salvó del olvido más absoluto gracias a que fue adquirido por la Cámara de Comercio. Hoy, luce con desconchones. Ojalá que esta década no se marche sin que esta sede institucional nos muestre por fin los maravillosos colores del Siglo de las Luces

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