Dependencia

Rafi Osuna ya tiene por fin una residencia

La Junta subvenciona gran parte de una plaza para Rafi Osuna, de 70 años, en una residencia de ancianos en Benalmádena. Con demencia senil y dos ictus, se había vuelto ingobernable para su marido Manuel Bueno, de 72 años

La delegada Ruth Sarabia se congratula por la solución

Manuel Bueno junto a Rafi, su mujer, en una foto reciente.

Manuel Bueno junto a Rafi, su mujer, en una foto reciente. / La Opinión

Alfonso Vázquez

Alfonso Vázquez

«Los cuidadores sufrimos más. Yo sólo invito a que pasaran como yo una semanita: Me levantaba a las 3, a las 4 de la mañana a taparla, a llevarla al servicio y durante el día: bañarla, arreglarla, darle de comer... eso mata a cualquiera», confiesa Manuel Bueno.

Este malagueño de 72 años por fin respira después de que desde finales de septiembre su mujer, Rafi Osuna de 70 años, cuente con plaza en una residencia de ancianos en Benalmádena, plaza costeada en una parte importante por la Junta de Andalucía.

Manuel Bueno quiere dar las gracias a Ruth Sarabia, la delegada de Inclusión Social, quien se interesó por el problema de su mujer después de que aparecieran sendos reportajes en La Opinión en marzo y en mayo pasados. En el de mayo Ruth Sarabia le informó de que, en atención al tiempo de espera tendría plaza «en cuatro meses», como así ha sido. «Cuando una persona dice una cosa y la cumple estoy muy agradecido», subrayó Manuel Bueno.

El malagueño explicaba en marzo a este diario que el cuidado de su mujer, con demencia senil y que sufrió un primer ictus, «era llevadera (...) Ella no podía cambiar, era yo el que debía cambiar», comentó.

De hecho, por la Ley de Dependencia le concedieron a su mujer un centro de día en Cártama, a donde se trasladó el matrimonio, que ha vivido casi toda la vida en Málaga capital, pero tres días antes de entrar en él, «le dio un segundo ictus y ese fue definitivo».

Antes de ese segundo ictus ya valoraron los técnicos de la Junta a su mujer con grado II de invalidez (dependencia severa).

A partir de esta segunda enfermedad cerebral, su mujer se volvió ingobernable, se escapaba de casa, tiraba las colillas encendidas al suelo, llegó a atorar la arqueta general de la zona donde viven al tirar todo tipo de objetos al váter...

Manuel llegaba a temer por la integridad de su mujer cada vez que la bañaba, por miedo a un resbalón y la instaló en la planta baja de la vivienda para dormir, «por miedo a que se cayera por las escaleras y se matara», lo que le obligaba a él a estar subiendo y bajando toda la noche para atenderla.

Como subrayaba hace unos días a este periódico, «cuando hay dos o tres personas, por lo menos se van turnando pero en mi caso he estado cuatro años solo».

Desde que su mujer tiene por fin plaza en la residencia de Benalmádena «la visito dos veces en semana y cuando la veo la beso, la abrazo, damos un paseo...», cuenta. Y aunque confiesa que regresa triste, sabe que es lo mejor para Rafi y para él, «porque esto no era vida».

Manuel Bueno muestra el documento de la Junta sobre la evolución clínica de su mujer.

Manuel Bueno muestra el documento de la Junta sobre la evolución clínica de su mujer. / A.V.

Respuesta de Ruth Sarabia

Ruth Sarabia, delegada de Inclusión Social de la Junta, se congratuló de que «las circunstancias que tenían Manuel y su esposa hayan tenido una solución buena para ambos» y remarcó que lo fundamental es que Rafi «esté lo mejor atendida y con los mejores recursos» y Manuel, sin el problema que le suponía atenderla. «Entendemos el desgaste físico y psicológico de estar con una persona con una dependencia tan grande», destacó.

La delegada subrayó que en todo momento se han seguido los criterios obligatorios para estos casos, «porque no podemos saltarnos la prelación que hay (...) pero estamos contentos de que haya tenido la solución que creo que era la más oportuna».

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