Comercio

Historia de Málaga: comercios desaparecidos

El crecimiento de Málaga, la modernidad de las franquicias, la pujanza de un turismo que ha terminado por homogeneizar la oferta comercial en el Centro de Málaga, desplazando a un comercio local desaparecido

Ultramarinos Cosmópolis, Librería Imperio, Discos Ruiz Cueto, Mercería Tomé, Pérez-Cea, La Cosmopolita o el bar Ricardo son algunos nombres de locales que han quedado ya para la memoria

Belén Pérez-Cea y dos empleadas echando por última vez el candado a la puerta de entrada del negocio centenario en 2014

Belén Pérez-Cea y dos empleadas echando por última vez el candado a la puerta de entrada del negocio centenario en 2014 / Arciniega

Miguel Ferrary

Miguel Ferrary

Ultramarinos Cosmópolis, Librería Imperio, Discos Ruiz Cueto, Mercería Tomé, Pérez-Cea, La Cosmopolita o el bar Ricardo son algunos nombres de locales que han quedado ya para la memoria de cada vez menos malagueños. Retales de un comercio local que ha sido engullido por el crecimiento de la ciudad, la modernidad de las franquicias, la pujanza de un turismo que ha terminado por homogeneizar la oferta y el peso de una hostelería que ha ido ganando espacio en el Centro de Málaga. Estas líneas son un repaso a algunos de esos comercios que ya no están, para muchos incluso sería difícil reconocer su antigua ubicación, pero que marcaron a generaciones de malagueños y fueron un referente durante año.

Los antiguos ultramarinos son quizás uno de los más llamativos y recordados, por ser tiendas atractivas, llenas de productos difíciles de encontrar en el resto de tiendas y de las que todavía quedan algunas referencias importantes. Zoilo, La Mallorquina, La Princesa o Ultramarinos Juan de Dios Barba son los últimos resistentes de este modelo de negocio, a los que el turismo sí les ha supuesto un impulso que ha compensado la pérdida de vecinos como clientes habituales.

Cosmópolis era quizás el más conocido, situado en la calle Larios. Por sus estanterías llenas de productos embutidos, latas de conservas muy variadas y un personal que se ganaba el respeto de su clientela, formada en gran parte por vecinos de la zona y algunos que llegaban desde la zona Este para hacer sus compras. Su servicio para llevar la compra a la casa era uno de los más valorados y era capaz de traer 'foie-gras' francés exclusivo o latas de caviar, al tiempo que vendía "cuarto y mitad" de jamón cocido.

Su cierre por jubilación dio paso a la tienda de Vodafone y al final de un referente de la calle Larios, marcando el rumbo que seguirían otros comercios de esa vía. Pero también a una segunda vida del ultramarinos de la calle Martínez, conocido por sus bacalaos en salazón y que fue adquirida por Juan de Dios Barba, antiguo empleado de Cosmópolis y que invirtió sus ahorros en hacerse con ese negocio, que impulsó y ha mantenido con buena salud, dándole su nombre y generando una nueva generación de comerciantes, ya que sus hijos pusieron en marcha la tienda gourmet Crespillo Innova.

Más olvidada queda la tienda de ultramarinos Cano, situada en la esquina de la plaza del carbón con la plaza del Siglo, donde ahora está el local 'DBandera'. Pequeña, regentada por un matrimonio, tenía la virtud de recorrer la provincia para llevar embutidos, quesos y dulces típicos de los pueblos, en una suerte de humilde antecedente a la idea de Sabor a Málaga.

El Café Central está en la memoria histórica de Málaga. En la foto, una imagen de su último día de actividad.

El Café Central está en la memoria histórica de Málaga. En la foto, una imagen de su último día de actividad. / Gregorio Marrero

No se puede olvidar el ultramarinos del Café Central, más pequeño, pero con el aliciente de que era la única tienda que habría un domingo por la mañana, siendo la salvación de los despistados. Acostumbrados, como estaban, a tratar con extranjeros dominaban la comunicación con clientes de otros países con su particular estilo que parecía efectivo por lo repetido: hacer aspavientos, mientras se habla a gritos en castellano, pero eliminando los artículos. La escena no dejaba de ser cómica y casi sacada de una de las viejas películas del Oeste, pero se ve que les funcionaba y los extranjeros salían con su compra. El ultramarinos cerró mucho antes que la cafetería, perdiéndose el origen de la forma de pedir los cafés en Málaga y que cedió a la presión de los nuevos inversores, ávidos por locales en el Centro de Málaga para aprovechar el tirón turístico.

Calle San Juan

Durante años fue un reducto del comercio local tradicional, aunque se han ido perdiendo referentes muy importantes. Calzados Hinojosa fue el último en cerrar,fruto de una oferta económica mareante y la falta de recambio generacional en una tienda con más de cien años y que ha vendido zapatos, en especial alpargatas, a cientos de miles. Pero antes cayó R. Rubio, cuyo local sigue sin uso y que era una droguería típica de la zona, con una amplia oferta en perfumes. También La Cordobesa, un bazar que no tenía nada que envidiar a los muchos que pueblan ahora la ciudad, ofreciendo las cosas más insospechadas y variadas en un espacio bastante reducido. También se marchó Pollos San Juan, aunque ha renacido junto al Mercado de Atarazanas, y una tienda humilde, que vendía alimentos en un portal regentada por una señora muy mayor y que ya en los 80 terminó cerrando y que estaba en los bajos del número 23 de la calle San Juan, un edificio Barroco recientemente rehabilitado. 

Calzados Hinojosa, un siglo entre alpargatas y zapatillas en el Centro

Calzados Hinojosa, un siglo entre alpargatas y zapatillas en el Centro / Álex Zea

También cerró hace unos meses la tienda de Juguetes Carrión que había en la calle San Juan y que ha dejado esta cadena de juguetes con un único local, en la calle Nueva, cuando tuvo cuatro.

Al final de la calle Nueva, en la plaza de Félix Sáenz, estaban los grandes almacenes con este nombre. Innovador en muchos aspectos, no aguantó la competencia y se trasladó inicialmente a un edificio situado en la esquina entre la calle Cinco Bolas y San Juan, para terminar cerrando y dando paso a un hotel que se ha instalado allí. Mientras, en su ubicación original, se reconvirtió en viviendas y, en el bajo, la cadena de perfumerías Druni abrió un gran local.

Pero no todo han sido cierres en la calle San Juan. Zaldi se mantiene como un referente para niños y no tan niños, con su oferta de frutos secos, caramelos y muñecos de personajes de dibujos animados. O La Costa Azul, ya lejos de la plaza de la Constitución donde estuvo originalmente y que ha encontrado encaje en la calle San Juan.

Adiós a las librerías y papelerías de siempre

Uno de los sectores que más se ha renovado ha sido el de las librerías y papelerías. En Málaga, en contra de lo que dice el cliché, había mucha variedad. Destacaba por el local y su ubicación la Librería Cervantes, en la plaza de la Constitución. Su interior era entero de madera, tanto las estanterías como el mostrador que rodeaba el local. Esa mezcla de papelería en la que había de todo y librería la hacía muy popular.

No era la única, Imperio, en la calle Larios y con su cartel anunciador en el que salían el perfil de El Quijote y Sancho con el lema "Buscaban un... Imperio"; la librería Denis en la calle Santa Lucía y ahora reconvertida en oficina de Correos; o La Ibérica, una librería y papelería fascinante, profunda, amplia y que se fue reduciendo con el paso del tiempo y sustituida por La Casa del Libro.

La Papelería Morales echó el cierre en 2015 tras 75 años de historia en la calle Ángel. Tenía una especialización en todo tipo de papeles, impresiones y elementos decorativos variados, así como los nacimientos. En esta papelería se encontraba uno de los motores de la primigenia Feria del Centro, sostenida por los comerciantes y mucho más familiar.

Aquí no se puede olvidar Libritos, la añorada y única librería especializada en libros infantiles, que estaba situada en un adarve de la calle Granada y donde los cuentacuentos eran uno de sus grandes atractivos. Trasladada por unas obras de reforma de la zona, que se alargaron once años, al final Juan José e Inma tuvieron que reconvertir el local en una tienda oficial del Málaga CF. También se quedó la fugaz a innovadora Cincoechegaray, que apareció con una propuesta de moderna excelencia, buscando un público joven y con gusto, pero que no terminó cuajando.

Todavía quedan librerías resistentes, como Rayuela y Áncora, o Luces, mucho más joven, pero que mantiene la esencia de librería malagueña combativa ante la modernidad homogeneizadora.

Los almacenes Gómez Raggio, en una imagen de 1976-

Los almacenes Gómez Raggio, en una imagen de 1976. / La Opinión

Marcas desaparecidas

Todavía muchos recuerdan Pérez-Cea, con Rafael al frente como motor de esta mercería donde era habitual comprar los guantes para salir en Semana Santa de nazareno o maletas para ir de viaje. De hecho, tenía la concesión de varias compañías aéreas para compensar a los viajeros que perdieran sus maletas o sufrieran daños en el viaje. La calle Granada perdió mucho de su tradición con su cierre.

Justo enfrente estaba la peluquería Martínez, en una entreplanta. Peluquería de caballeros, de los de antes, donde el Interviú era la lectura principal ofertada, aunque también pelaran a niños. Otra peluquería que desapareció fue Miguel Ángel, donde está La Canasta de la Plaza de la Constitución y que fue referente incluso nacional de la peluquería en los años 80 y codiciado balcón para ver la Semana Santa.

Cerca de allí, en la entrada de la calle Especería se encontraba la juguetería 0,95. Pequeña, con estanterías de madera pintada de blanco y celeste aprovechando hasta el último resquicio. Incluso la puerta de cristal se aprovechaba para exponer juguetes. Muchas veces se ayudaban de un gancho para bajar los que había colgados sobre las cabezas de los clientes y una escalera para buscar las cajas más altas. Era una visita obligada para los niños cuando llegaban al Centro.

La Plaza de la Constitución a finales de los 70.

La Plaza de la Constitución a finales de los 70. / La Opinión

La Mercería Tomé en la calle Santa Lucía con su incontable oferta de botones; los discos Ruiz Cueto en la calle Larios; Candilejas, tienda de discos de referencia en los 80 y 90 que se ha reciclado y sobrevive todavía en la plaza Eugenio Chicano; La Cosmopolita original de la calle Larios con su barra de madera; el minúsculo pero valorado Bar Ricardo, con sus cócteles; el efímero pero original El cantor de jazz, con sus cócteles y música de jazz en la calle Lazcano; los almacenes Gómez Raggio en la calle Larios; Espejo Hermanos en la plaza de la Constitución en el edificio donde había un gran luminoso de Philips y ahora acoge una tienda de Stradivarius; o las ferreterías El Metro, en la plaza de la Constitución donde ahora hay un Starbucks; y El Llavín, en la calle Santa María y que cerró en 2023, son nombres de comercios que ya han desaparecido y forman parte de la memoria de la ciudad, pero no de su presente ni futuro.