Memorias de Málaga

Historias de la Costa del Sol

En uno de los primeros concursos de jardinería de la Costa del Sol el jurado se topó con una antigua actriz de Hollywood muy enojada, también lo estarían los promotores de una película fallida que iba a rodarse en Marbella

Madeleine Carroll con Ronald Colman en ‘El prisionero de Zenda’ (1937).

Madeleine Carroll con Ronald Colman en ‘El prisionero de Zenda’ (1937). / La Opinión

Guillermo Jiménez Smerdou

Guillermo Jiménez Smerdou

Hace unos meses volví a ver una de las primeras películas realizadas por el gran Alfred Hitchcock, perteneciente a su etapa inglesa; después arraigó en Hollywood, donde desarrolló su larga carrera con éxitos que perduran pese al tiempo discurrido. ‘Rebeca’, ‘Recuerda’, ‘Atormentada’, ‘Los pájaros’, ‘Psicosis’, ‘La ventana indiscreta’… se reponen con gran acogida en las televisiones.

La película que volví a ver fue ‘Treinta y nueve escalones’, en la que figuraba como protagonista una actriz inglesa que después se instaló en Hollywood y fue una de las estrellas más cotizadas de la época: Madeleine Carroll. Quizá sea la primera vez en la historia del cine en la que se insertó (un par de segundos) una escena de un helicóptero intentando localizar al posible autor de un asesinato. Lo curioso es que la película se rodó siete años antes (1935) de que se fabricara el primer helicóptero (1942).

Cuando empezó la película me vino a la memoria una anécdota que no apareció en ningún medio informativo que yo recuerde. En la década de los 60 se organizó por primera vez un concurso de jardinería en la Costa del Sol, con la finalidad de distinguir los mejores jardines públicos y privados. No se concedían premios en metálico. Creo recordar que los mejores, según el jurado compuesto de profesionales de la jardinería, arquitectos, etc. eran distinguidos con diplomas, placas conmemorativas, trofeos…

Uno de los primeros años, la organización invitó a Radio Nacional para que formara parte del jurado. Juan Antonio Rando, el director de la emisora, delegó en Esteban Ribot Quiles, que estaba en la sección de Programación, para tal honor. Ribot era granadino de nacimiento, pero muy vinculado a Málaga. Aquel año cumplió como miembro del jurado, disfrutó de las visitas a los mejores jardines de Marbella… y cuando el equipo entró en uno de los jardines privados y empezó el recorrido por los parterres y sendas para pasear, del interior de la vivienda apareció una señora muy mayor protestando por la invasión y muy enfadada les obligó a abandonar su propiedad. Según parece, ella no se había inscrito al concurso y, por error, los miembros del jurado entraron en el bello jardín.

Indagaron sobre lo sucedido, y resultó que la señora enfadada era la famosa actriz Madeleine Carroll, que se había retirado porque su etapa de esplendor había terminado y, como retiro, había elegido Marbella, un lugar que ya empezaba a ser famoso en el mundo. Falleció en octubre de 1987, pero lo que no sé es si está enterrada en el cementerio de Marbella o si sus restos fueron trasladados a su Inglaterra natal.

Madeleine Carroll con Ronald Colman en ‘El prisionero de Zenda’ (1937). | LA OPINIÓN

Playas de Marbella. / La Opinión

El hallazgo de una joya

Por razones profesionales frecuentaba la Costa del Sol y conocí directores de los hoteles más señeros. Gracias a su amabilidad pude hacer reportajes y entrevistas; algunas veces, para respetar la privacidad de los clientes, no me revelaban la presencia de personajes de la política, del cine y de otros estamentos, porque como directores de esos establecimientos tenían que guardar unas reglas rígidas que vulnerarlas podían costarles el puesto.

Una de esas historias o anécdotas que no trascendieron, porque nadie la divulgó, fue la que me comentó un día uno de los directores con los que compartía anécdotas publicables o no.

En un hotel de cinco estrellas, una camarera de pisos, sin pasar por su jefa, la gobernanta, se fue directamente al director para informarle de que al repasar una habitación que llevaba sin uso algún tiempo (temporada baja), comprobó que estaba en condiciones de ser ocupada en cualquier momento; todo estaba correcto.

Los pequeños detalles con los clientes (cepillo de dientes, pasta, peine, útiles para coser un botón, agua de colonia...) estaban en su sitio, en el armario comprobó que había varias perchas y una segunda manta, y que todo estaba de acuerdo con las normas del establecimiento.

Pero al abrir los cajones de las mesitas de noche (algunas con un ejemplar de una biblia ecuménica) halló algo inesperado: un collar. Por su aspecto no parecía de bisutería. Era una joya de gran valor.

El director agradeció a la camarera su gesto, anotó su nombre por si alguien la reclamaba y quería tener un detalle con ella… y repasó la lista de los últimos huéspedes. Como llevaba varias semanas sin utilización, decidió guardar la joya en la cámara fuerte en espera de que su propietario o propietaria la reclamara.

El último capítulo de esta historia no puedo narrarlo, pero cuando me contó la historia, llevaba meses sin que nadie la hubiera reclamado.

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Un rincón de Torrox. / La Opinión

Trágico final

Un abogado malagueño de reconocido prestigio, perteneciente a una familia en la que había varios letrados, contagiado por el espectacular desarrollo de la Costa del Sol Occidental (de Málaga capital a Casares) puso su vista en la zona Oriental, donde prácticamente no había nada que semejara lo logrado en Torremolinos, Benalmádena y no digamos Marbella. El Parador de Nerja era lo único digno de mención.

El malagueño que decidió promover la zona costera oriental fue don José M. Rosado González. Dejó la carrera militar, cursó la carrera de Derecho, empezó a ejercer la abogacía, entró en el mundo del Turismo… y puso en marcha un proyecto de urbanización en la zona conocida por Calaceite, en el término municipal de Torrox.

La iniciativa de Rosado en la década de los 70 del siglo pasado hoy es una realidad. Calaceite es un lugar privilegiado, con una playa y servicios de primera categoría…, un sueño hecho realidad.

Si escribo «sueño» es porque Rosado no llegó a ver su ilusionante proyecto. En un viaje a Madrid, concretamente en 1975, relacionado posiblemente con la financiación de Calaceite, fue asesinado. Su cuerpo apareció en la cuneta de la carretera de Madrid. Que yo sepa, su muerte nunca se aclaró.

Una película que no se terminó

En la década de los 60, el delegado del Frente de Juventudes de Málaga, Francisco Hidalgo Ramos, me informó de que una productora cinematográfica había elegido el Campamento Vigil de Quiñones, sito en Marbella, para rodar una película.

Sin entrar en detalles sobre la elección del nombre (Vigil de Quiñones), hay que recordar que Rogelio Vigil de Quiñones fue el médico marbellí que estaba en el Fuerte de Baler, en Filipinas, uno de los héroes de aquel asedio de 1898-1899, que inspiró la celebrada película ‘Los últimos de Filipinas’.

Varios días después de conocer la noticia del rodaje (un rodaje de una película era noticia entonces) llamé a Paco Hidalgo para interesarme por la película y trasladarme a Marbella para hacer un reportaje. La respuesta fue inesperada: el rodaje se ha suspendido. Le pregunté por qué… y me respondió que el director era 'parguela' y trataba de ligarse a algunos chicos del campamento. Bueno, él no usó ‘parguela’ en la respuesta...