Historia de Málaga

El ingeniero militar del XVIII don Alfonso Ximénez

El ingeniero catalán estuvo al frente de las eternas obras del Puerto de Málaga, estudió el estado de las fortificaciones de la ciudad y proyectó la batería provisional de San Nicolás

Maqueta del proyecto de Alfonso Ximénez de la batería de San Nicolás.

Maqueta del proyecto de Alfonso Ximénez de la batería de San Nicolás. / Antonio Lara Villodres

Antonio Lara Villodres

Antonio Lara Villodres

Un gran número de ingenieros españoles y extranjeros fueron destinados a la rehabilitación y construcción de las defensas del Puerto de Málaga y ciudad, durante el reinado de Felipe V y posteriores monarcas, debido sobre todo a la pérdida de nuestra hegemonía militar en nuestras costas, tras la pérdida del Peñón de Gibraltar y el desastroso Tratado de Utrecht. Esta breve historia que presentamos hoy, transcurrió en el periodo de regencia de Carlos III.

Alfonso Ximénez nació en Vich (Cataluña) en 1738 y entró en el Ejército de S.M. siendo aún muy joven. Descendía de una familia con profundas raíces castrenses. Su padre Antonio Ximénez fue capitán graduado de la Infantería de S.M. y su tío, sargento mayor del Regimiento de la Reina, ambos con una amplia hoja de servicios.

Estaba unido sentimentalmente con María Ignacia de Balduci, de origen italiano, con la que tuvo una larga descendencia. El mayor de sus hijos fue Alfonso María Ximénez de Balduci ingeniero y subteniente en 1799.

Las primeras referencias que se tienen de este militar datan de mediados del año 1772 cuando Alfonso Ximénez, como oficial del Regimiento de la Princesa, vino destacado a Málaga, al frente del segundo batallón, desde Badajoz. Un largo y extenuante camino de la tropa y caballerías que requería un lugar para el descanso.

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Publicidad antigua con una imagen de Málaga / Archivo Andrés Sanz

El capitán Ximénez a su llegada, llevo a cabo las gestiones para ello pero, desgraciadamente, tuvo graves problemas al no haber suficiente espacio en la ciudad. Tras quejarse a las autoridades municipales y militares tuvo que dispersarlas y ubicarlas en cobertizos y almacenes del Perchel y otras zonas.

Preocupado por su tropa y el grave problema de escasez de lugares apropiados y en su afán por servir, como ingeniero ordinario propuso a sus superiores varios proyectos, uno de ellos el de habilitar las antiguas Atarazanas para cuartel en 1773. Sin embargo, su petición no fue atendida.

Alfonso como ingeniero poseía una buena formación matemática, a pesar de la opinión personal de algunos de sus superiores y una de sus grandes aficiones era la construcción de maquetas; incluso se conoce que a los infantes les hizo algunos juguetes.

La meticulosidad y perfección en su ejecución no pasaron desapercibidas para sus jefes, quienes le encargaron la ejecución de algunos relieves representativos de los presidios menores de la costa africana. Su buena ejecución y realismo le valió el que el Estado tomara en serio su trabajo.

El jefe del Cuerpo de Ingenieros, general y director general Francisco Sabatini, deseoso de corroborar los informes recibidos sobre las maquetas realizadas, le encargó esta vez el relieve de las islas Chafarinas.

Pocos meses más tarde, y tras quedar satisfechos sus jefes por el trabajo, Alfonso Ximénez fue designado por el rey Carlos III para un gran proyecto secreto propiciado por el director del Ramo de Fortificaciones Silvestre Abarca y por el propio Sabatini consistente en elaborar a escala 1:350 las principales ciudades fortificadas del reino.

El Rey Carlos III.

El Rey Carlos III. / L. O.

Era todo un reto, pero sin embargo, existía un problema de escalafón y etiqueta: Alfonso era solo capitán de ingenieros y para llevar a cabo aquel proyecto real tendría que ser ascendido, dada la responsabilidad que contraía.

Sin más dilación el 31 de octubre de 1776 el capitán Ximénez fue ascendido a teniente coronel, con nombramiento de ingeniero en segundo, bajo el mando directo de Ambrosio Funes de Villapando y Abarca, conde de Ricla, general y secretario de guerra de Carlos III. Su regimiento, que partía desde Cádiz hacia América, tuvo que zarpar sin él.

Recibido el encargo real en 1777, el ingeniero y teniente coronel se puso rápidamente manos a la obra y visitó la ciudad de Cádiz para tomar notas y medidas in situ de la futura maqueta. Igualmente consigue la contrata de ayudantes y peones para el logro de aquel gran objetivo. Con vistas a estar cerca del trabajo, fijó su residencia en la localidad cercana del Puerto de Santa María.

La primera fase del trabajo de construcción de la maqueta de Cádiz se inicia en julio de aquel mismo año y queda finalizada en 1779. Construyó la maqueta en maderas nobles, plata, marfil, etc...materiales traídos desde lejanos puntos de España y sus colonias.

Para tal cometido, nuestro personaje recibió algo más de 45.000 reales de vellón entre sueldos y gratificaciones, pero al parecer fue insuficiente el dinero presupuestado.

Alfonso Ximénez, para no defraudar la confianza depositada en él por sus jefes con otras peticiones económicas no pactadas, solicitó a la Comisión de Guerra adelantos. Este acto de petición a otro organismo castrense fue visto por sus jefes como un acto de indisciplina y de mala gestión económica, por lo que fue de facto separado del servicio y dejado sin sueldo.

Desde aquel momento, el teniente coronel de ingenieros Ximénez se encontró en una situación de total indigencia, sin ningún soporte económico con el que poder sostener a su larga familia y además, con una quebrantada salud. Después de infructuosas peticiones de traslado y pasado un año, los superiores aceptaron enviarle como encargado del Ramo de Fortificaciones del Puerto de Santa María en 1782.

Al siguiente año, se propuso construir el relieve del Peñón de Gibraltar, que serviría para el estudio de nuevas tácticas de guerra, pero dadas las circunstancia bélicas con Inglaterra, se desaconsejó el proyecto.

Posteriormente fue nombrado ayudante del Cuartel Maestre general del Ejército expedicionario de la isla de Mahón, en la que estuvo por poco tiempo dado que su estado de salud empeoró y fue enviado de nuevo a su antiguo destino del Puerto de Santa María.

A lo largo de todo aquel año 1784 Alfonso Ximénez convalece de su enfermedad producto de una caída del caballo. Al siguiente, repuesto de las dolencias es destinado a Badajoz, junto a la frontera de Portugal, pero tras varios meses de estancia vuelve a recaer y esta vez es destinado a Madrid y desde la capital del reino, en 1786 a la ciudad de Málaga para que ocupara de forma interina la dirección de las obras eternas del Puerto de Málaga por ausencia del propietario, el ingeniero director Joaquín de Villanueva.

Pero nuestro personaje, nada más llegar, tuvo problemas con la recién creada Junta del Puerto, a propuesta del rey Carlos III, tras una fuerte inundación en Málaga. Varios intentos de Ximénez de intervenir en las obras de acondicionamiento del río Guadalmedina hicieron que la Junta protestase e impusiera su criterio, ante las protestas también del ausente jefe director de las obras Villanueva, quien se sintió agraviado y desautorizado.

Planta de la maqueta provisional del proyecto del teniente coronel Ximénez director interino del Puerto de Malaga Batería San Nicolás.

Planta de la maqueta provisional del proyecto del teniente coronel Ximénez director interino del Puerto de Malaga Batería San Nicolás. / Antonio Lara Villodres

Alfonso tuvo igualmente otros encontronazos con los vocales de la Junta de las Reales Obras del Puerto, aunque estuvo avisado previamente por carta de 18 de julio de 1786 y otra de 28 del mismo mes y año, de su inmediato superior jerárquico Juan Caballero Arrigorri, teniente general y comandante de academias y fortificaciones, quien le desaconsejaba que se inmiscuyera en los asuntos de los vocales de las obras del río.

Al parecer, estas misivas no agradaron al oficial ingeniero. Sin embargo y a pesar de las diferencias entre el director interino Ximénez y la Junta, ante la larga ausencia del director propietario, la Junta de Reales Obras del Puerto nombró al ingeniero Ximénez director de las obras.

Llegada a las altas esferas esta situación , el ministro José de Gálvez, marqués de Sonora desautorizó el nombramiento.

Posteriormente y sujeto a las directrices de su interinidad, prosiguió su labor, como era la de emitir informes sobre el estado ruinoso y poco operativo en el que se encontraba el fuerte de San Lorenzo, a fecha de 31 de julio de aquel año y otras defensas.

Igualmente a raíz de unas fuertes tormentas que ocasionaron graves inundaciones, presentó a sus superiores un amplio informe con al menos diez propuestas que podrían resolver aquel grave problema de Málaga.

Por curiosa recogimos una de aquellas propuestas del ingeniero Ximénez, consistente en la construcción de molinos de viento que cubriesen la molienda de harina suficiente como para no depender del pan elaborado en las cercanas localidades de Torremolinos y Alhaurín, en época de inundaciones. Para su financiación, nuestro personaje proponía los impuestos o la celebración de corridas de toros.

Por último y por no ser prolijo, durante la etapa que estuvo como director interino el ingeniero militar Alfonso Ximénez llevó a cabo diversos diseños y proyectos como fue la construcción provisional de una batería poligonal en el puntal del muelle viejo de Levante del puerto de Málaga, la de San Nicolás, con 18 piezas de artillería y lienzos de muros adecuados para la fusilería que costó unos 30.000 reales de vellón.

Igualmente como responsable de las obras y defensas del Puerto atendía a las necesidades que apreciaba en sus continuas y periódicas revisiones a sus superiores, del estado de las mismas y opciones, como fue el caso:

«Real orden de 9 de marzo de 1787 por la que el Rey Carlos III, por medio del marqués de Vallehermoso, ordenaba se hicieran las reparaciones que tras un informe del ingeniero Alfonso Ximénez, en la cual se advertía en el cabo del muelle viejo de Levante, pues podría haber daños irreparables en su estructura en la zona de Poniente».

Al año siguiente de 1788, el teniente coronel Ximénez solicitó un nuevo destino y tras un corto plazo, sus superiores le concedieron la plaza de Valencia. Pero Ximénez, al parecer sin una explicación lógica o razón, se negó desde un principio a ocupar la plaza.

Aquella circunstancia desbordó la paciencia de sus jefes, que viendo aquel acto de insubordinación y rebeldía pensaron en llevarlo ante un Consejo de Guerra.

Sin embargo, finalmente sus superiores optaron por apartarlo del servicio activo como ingeniero de segundo. Ya al siguiente año, 1789, se le encuentra destinado en Peñíscola (Valencia), en una pequeña localidad llamada Vinaroz, pero ya con el grado de coronel del Ejército de S.M. con 51 años. Su retirada del servicio activo tuvo lugar en agosto de 1794.

Nuestro recuerdo más sincero, para aquellos ingenieros militares destinados a Málaga, en la que desempeñaron una labor precisa y determinante para su desarrollo económico.