Memorias de Málaga

Las calles de Semana Santa

Con este nombre se conocen las calles cerradas al tráfico que, de Domingo de Ramos a Domingo de Resurrección, permiten a los ciudadanos escapar de las aglomeraciones que se producen durante las procesiones

El trono de Nuestro Padre Jesús de la Pasión, por Molina Lario, en la Semana Santa de 2022.

El trono de Nuestro Padre Jesús de la Pasión, por Molina Lario, en la Semana Santa de 2022. / GREGORIO MARRERO

Guillermo Jiménez Smerdou

Guillermo Jiménez Smerdou

La Semana Santa de Málaga es una fuente inagotable de noticias porque es el acontecimiento más importante de la ciudad. Mueve, utilizando un término futbolístico, más hinchas o seguidores, que el Málaga CF y Unicaja juntos.

Ni en La Rosaleda ni en el pabellón Martín Carpena caben todos los cofrades y hermanos del medio centenar de cofradías que sacan sus titulares a la calle entre el Domingo de Ramos y el de Resurrección.

Antaño, el movimiento semanasantero se iniciaba a comienzos del año; ahora, en pleno verano, por fas o por nefas, se sacan a la calle imágenes en trono o andas para festejar la presentación de una cruz guía, un estandarte, un manto o cualquier otro ornamento que enriquece el tesoro de cada cofradía. Según un cálculo publicado en algún periódico local, creo recordar que el censo de hermanos de todas las cofradías juntas asciende a 80.000 cofrades, más que algunas capitales de provincia como Soria (unos 40.000) o Teruel (sobre 54.000).

Voy a recordar algunos hechos o pequeñas historias de nuestras cofradías; algunos serán conocidos y otros es probable que se conserven en los anales de cada una de las hermandades en legajos acumulados en estanterías esperando ser desempolvados para publicarlos en los cientos de artículos y reportajes que en estas fechas se publican.

Lo primero que me viene a la memoria es una expresión semanasantera: «Las calles de Semana Santa». Son aquellas calles peatonales, por tanto, cerradas al tráfico, que solo frecuentan los que en ellas habitan, ya que no hay ni comercios, ni bares, ni tienen su domicilio ni médicos, ni abogados, ni sindicatos.

Esas calles son las que tienen entrada o salida por Carretería, zona del Molinillo, las iglesias de San Pablo, Mártires, Victoria, Carmen… Son utilizadas como vía de escape para desplazarse durante las tardes-noches, bien para asistir a una salida o al retorno de las procesiones.

Las callecitas, más o menos cuidadas y saneadas, son la solución para evitar las aglomeraciones.

Cucharillas de plata

La Cofradía de la Pasión, que tenía su sede en la desaparecida iglesia de San José, el año 1939 o 1940, terminada la Guerra Civil, al preparar su salida procesional después de haberlo perdido todo, pidió a los malagueños la donación de cucharillas de plata para iniciar la ornamentación de los enseres perdidos.

Quizás entre los recuerdos recogidos en periódicos y publicaciones sobre la Semana Santa aparezca alguna referencia a la original petición. De lo que sí me acuerdo fue de la decisión de mis padres de regalar una o dos cucharillas de la cubertería de casa.

La búsqueda del ingeniero...

En 1934 o 1935, la Cofradía de Jesús Orando en el Huerto de los Olivos (aunque no estoy muy seguro que fuera ésta u otra cofradía) le pidió al ingeniero de ICAI don Rafael Jiménez Téllez que diseñara el montaje y la instalación eléctrica para iluminar el trono.

Algunos ‘pasos’, en lugar de velas que con el viento se apagaban durante el recorrido por las calles, optaron por recurrir a las baterías, que pesaban, por su número y tamaño, una barbaridad. No era tarea para un ingeniero (hoy cientos de electricistas pueden hacerlo); el señor Jiménez, que acababa de terminar la carrera, lo hizo de forma gratuita.

Un año o dos después (en julio de 1936), al inicio de la Guerra Civil, un exaltado, por calificarlo de alguna manera, buscó al ‘señorito’ que había hecho la instalación para darle el ‘paseo’ (asesinarlo en lo alto del Camino Nuevo) por fascista o católico.

Afortunadamente, el señor Jiménez Téllez ya no residía en Málaga; había sido contratado por la empresa hidroeléctrica Saltos del Duero, con domicilio en Zamora, donde se estaba construyendo una presa; formaba parte del equipo de ingenieros que intervenían en la obra.

Saltos del Duero se convirtió más tarde en Iberduero, con sede en Bilbao; ahora, la empresa, que es una de las más importantes de España en su actividad hidroeléctrica, se ha transformado en Iberdrola.

Agua de colonia

La Cofradía de la Esperanza tenía por costumbre ‘alfombrar’ las calles del recorrido de la procesión con romero como homenaje a la Virgen. Camiones cargados de las plantas recolectadas en los montes de Málaga iban dejando tras sí la aromática planta… que la chiquillería se encargaba de recoger antes del paso de la Virgen.

Para no ser menos, un año, el hermano mayor de la Cofradía de la Soledad de San Pablo tuvo la idea de aromatizar el paso de su Titular con agua de colonia irrigada por los pulverizadores utilizados por la marca Flit, la pionera de los insecticidas. Varios hermanos de la cofradía iban con sus ‘flits’ dando olor a colonia al paso de la Virgen.

Creo que la idea no prosperó y solo se llevó a cabo un año.

Un hombre de trono de la Virgen del Dulce Nombre sacia su sed y repone fuerzas bebiendo de un botijo / SEMANA SANTA 2022 100422DOMINGO DE RAMOS

Un hombre de trono de la Virgen del Dulce Nombre sacia su sed y repone fuerzas bebiendo de un botijo. / Gegorio Marrero

Los botijos

El botijo (búcaro para los ‘finos’) es el invento más ecológico del mundo para refrescar el agua. Se fabrica con barro cocido y poroso y hasta que no se inventaron los frigoríficos era el medio para paliar la sed con agua fresca. Hoy, con las neveritas portátiles, los hombres del campo no precisan del botijo para refrescar sus gargantas.

En la Semana Santa de ‘anteayer’ el botijo era casi imprescindible en el mundillo semanasantero. Por un lado estaban los botijeros, que merodeaban entre las personas que veían las procesiones en las sillas de la Alameda y otros lugares muy concurridos ofreciendo agua para beber; y por otro, el botijo para los ‘hombres de trono’.

Los ‘vendedores’ de agua recorrían la Alameda con un pregón imperativo: ¡Bebed agua! Y lo decían bien alto para que su voz llegara lo más lejos posible. El agua que ofrecían estaba en botijos y por la ‘voluntad’ se podía, a chorro, satisfacer la necesidad. ¡Bebed agua, Bebed agua!

Todavía me acuerdo de unos de ellos que vestía chaqueta blanca en señal de limpieza.

El botijo que llevaban los hombres de trono (los que cobraban por el duro trabajo; ahora son hermanos que pagan por el mismo trabajo, pero con menor peso de los tronos) era diferente. Había dos botijos, uno contenía agua y el otro vino. Ahora, como los que llevan los tronos son jóvenes vestidos de azul, no creo que se ayuden con un botijo etílico.

Una saeta

Al paso del Santo Sepulcro, que cierra las procesiones del Viernes Santo, aparte los Servitas, como corresponde a la evocación de la Muerte de Jesucristo, el jolgorio, con perdón, que se monta alrededor de las procesiones, desaparece. Las luces del alumbrado público reducen su luminosidad, la Banda Municipal ejecuta durante todo el recorrido la Marcha Fúnebre de Chopin, solo un tambor marca el paso de la comitiva y se impone el silencio.

Un año, desde el balcón de la calle Larios del que Radio Nacional retransmitía las procesiones, sorprendentemente, el cantaor que había hecho su trabajo en pasos anteriores, empezó a cantar una saeta, que por tradición nunca se le cantaba a Jesús Muerto.

Cuando el director de Radio Nacional intentó detener al cantaor, el obispo auxiliar, que estaba en el lugar, le hizo una señal al director para que no lo interrumpiera. Le dejó cantar la saeta hasta el final.

La misma cofradía, dos o tres años antes, cuando fueron al almacén donde se guardaban los tronos para armarlos, se llevaron la sorpresa de que todos los elementos metálicos del trono de la Virgen habían sido robados.

Aquella Semana Santa tuvo que improvisar un trono en sustitución del que había desaparecido. Creo que no se localizó al ladrón o ladrones.

NOTA: Tengo más historias de nuestra Semana Santa. Las contaré el año que viene, si Dios quiere; soy optimista.