Crónicas de la ciudad

Una acera convertida en pasadizo al pie del Ejido

Ni el civismo ni la Policía Local han conseguido erradicar de la calle Diego de Siloé la conversión de la acera derecha en un invasivo aparcamiento

La acera junto a El Ejido de la calle Diego de Siloé, la semana pasada.

La acera junto a El Ejido de la calle Diego de Siloé, la semana pasada. / A.V.

Alfonso Vázquez

Alfonso Vázquez

Como habrán concluido muchos estos días, un españolito que sea particularmente maleducado, impulsivo, ajeno a la autocrítica y que piense que un ‘libro’ es únicamente el tercer estómago de una vaca, tiene muchas posibilidades de ingresar algún día en el Congreso de los Diputados.

La ola de ‘hooliganismo’ es tan alta entre algunos de nuestros diputados, a uno y otro lado del hemiciclo, que la Real Academia haría muy bien en plantearse una edición especial de su diccionario, con imágenes que ayuden a la comprensión lectora de nuestros representantes, a ver si refinan su vocabulario y sus modales.  

Parte de esta violencia verbal se explica por la estrechez mental de sus señorías, muchas de las cuales, espoleadas por el hecho de depender para vivir de su partido, confunden la formación rival con un ejército enemigo. Así nos va. 

A este respeto, la Real Academia define «estrechez» como la «escasez de anchura de algo». Para ayudar a nuestros congresistas sin pulir a ser conscientes de la ‘angostura’ de sus planteamientos y ampliar sus mentes, la RAE podía acompañar el sustantivo «estrechez» con una fotografía que les despejará todas las dudas: la calle Diego de Siloé de Málaga.  

Porque hace lustros que los vecinos de esta calle protestan en vano por lo que se ha convertido en una asentada práctica consuetudinaria consistente, como en el Congreso de los Diputados, en ‘aparcar’ -nunca mejor dicho- la buena educación y el respeto por el prójimo. 

Otro tramo de la calle Diego de Siloé, cerca del Ejido, la pasada semana.

Otro tramo de la calle Diego de Siloé, cerca del Ejido, la pasada semana. / A.V.

El problema estriba en que esta calle, dedicada al maestro burgalés de la Catedral de Málaga, se encuentra al pie de la loma de El Ejido y por tanto se ha convertido en un aparcamiento intensivo a cielo abierto, haya o no hueco, que eso es lo de menos. 

Y así, en periodo lectivo, esta calle con sólo una hilera de aparcamientos en línea pierde la acera, la más próxima a las facultades, porque una riada de conductores sin escrúpulos se aposenta en ella.

Invasión de la acera en la calle Diego de Siloé.

Invasión de la acera en la calle Diego de Siloé. / A.V.

Coches, furgonetas, camionetas... la castigada acera derecha de Diego de Siloé admite todo tipo de transportes, así que a los peatones sólo les queda cambiar de acera -por descontado si manejan carrito de la compra o silla de ruedas- pues los conductores incívicos, hasta que no termina el curso, lanzan a los viandantes el rotundo mensaje de ‘No pasarán’.

Así, la calle Diego de Siloé se presentaría a ojos de nuestros hiperventilados diputados como clara metáfora de su estrechez mental. Para no terminar como este rincón de Málaga sosiéguense y que reine el respeto.  

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