Los números de Marbella ocupan su tiempo y su cabeza. Todos, incluso algún enemigo político, coinciden en definir su coco como un privilegiado instrumento que le permite gestionar la economía de la administración pública más conocida y desastrosa de España. Al menos, hasta hace apenas unos años. Ahora, Carlos Rubio Besabe asegura que el primer ayuntamiento disuelto del país funciona con normalidad.

El coordinador de Hacienda y Personal del Consistorio marbellí nació en Melilla hace 48 años. Es hijo de un militar de Infantería y de la hija de un ingeniero que trabajaba en las Minas del Rif. Con apenas nueve años, abandonó las tierras africanas para trasladarse a Madrid. Sin embargo, no tardó demasiado en volver.

Rubio estudió Económicas en la Universidad de Alcalá de Henares, en la capital. No había terminado la carrera, cuando comenzó a trabajar. «Varios compañeros montamos una empresita para llevar el asesoramiento de temas fiscales. Teníamos nuestra oficina y un ordenador que en aquel momento era una pasada», recuerda entre risas. «Tenía un disco duro removible, muy gordo y con apenas cinco megas de capacidad», indicó.

La actividad privada se prolongó durante varios años. Una consultora lo incluyó en su plantilla y, justamente de la mano de esta empresa, contactó con la administración pública.

Su relación con las cuentas públicas se inició por lo que podría denominarse amor a primera vista. La actual calculadora humana del Ayuntamiento de Marbella se sintió muy atraído por la gestión pública. «Me gustaba y me gusta», destaca. Estudió y trabajo, simultáneamente. «Salía a las seis de la tarde y me preparaba las oposiciones hasta las cuatro de la madrugada». Así estuvo seis meses. Una «gran paliza», como asegura. Pero aprobó. Y lo hizo a la primera.

África

Carlos pertenece al cuerpo superior de administradores civiles del Estado. Empezó a trabajar en el Ministerio de Industria, pero enseguida le llamaron desde el Ministerio de Asuntos Exteriores. Volvió a sus raíces africanas, al ser nombrado coordinador de cooperación para el desarrollo. Durante diez años, el melillense que controla la Hacienda de la ciudad de moda vivió en el continente olvidado. Puso en marcha proyectos de desarrollo en Angola, Guinea Ecuatorial, Gabón, Zimbawe, Mozambique, entre otros países. Donde más tiempo pasó fue en Namibia. Corrían los años 90. «Lo echo muchísimo de menos», confiesa. El trabajo era gratificante.

En Namibia, recibió nuevas noticias. En un bar, Rubio sufría ante el partido que enfrentó a las selecciones española y nigeriana. Estaba rodeado de africanos. «Y todos iban con Nigeria», rememora. Entonces, sonó el teléfono. Era una llamada del Ministerio del Interior. Le querían como subdelegado del Gobierno en Málaga. Era simpatizante pero no militante del Partido Popular en aquellos años. Buscaban un perfil técnico para el cargo. Lo encontraron en él, y lo desarrolló a lo largo de seis años de su vida. «Fueron especialmente duros». El incendio en los calabozos de la Comisaría provincial, el asesinato de José María Martín Carpena, el intento contra José Asenjo fueron algunos de los tristes acontecimientos de la época en la que permanecía activo el comando Andalucía de ETA.

El actual alcalde de Málaga, Francisco de la Torre, contó con él para incorporarlo a su equipo. Varios casos «me tocaron de lleno sin que tuviera nada que ver con ellos», argumenta. Hoy día y desde hace cuatro años, se esfuerza por mejorar la administración local de Marbella. «Me gustan los retos», reconoce. Desde luego, le resultará difícil olvidar su primer día de trabajo en la ciudad. «Aquí llamamos a un proveedor de confianza», le dijeron cuando preguntó cómo se contrataba en el Consistorio. Uno de tantos sustos. Hoy, hace equilibrios por pagar una deuda de 500 millones de euros con 200 de presupuesto. Mañana, dice no saber dónde estará. Mientras tanto, disfruta de sus cinco hijos y practica deportes náuticos.