La importancia de llamarse Ernesto es uno de los retratos más ácidos y divertidos sobre la hipocresía social que se hayan escrito jamás. Solo tres meses después de su estreno, la gloriosa trayectoria de Oscar Wilde quedó arruinada con la condena a dos años de prisión por indecencia en su vida privada.

Wilde escribió un guiño perfecto lleno de sabiduría dramatúrgica y de inteligencia vital. Con sus réplicas desacomplejadas hace que la verdad explote en la cara de los espectadores, que se sienten constantemente interpelados.

El amor, el deseo, los orígenes, el compromiso, la diplomacia, la identidad y, sobre todo, la libertad, la tan estimada libertad del autor para poder ser quien era y por la que fue condenado... Este sentimiento de libertad presente en toda la función lo vemos, sobre todo, en dos de los personajes femeninos, Gwendolen y Cecily, que viven con tanta o más intensidad su vida soñada que su vida real. ¿Dónde están los límites de cada uno de nosotros? ¿Por qué nos autocensuramos? ¿Cómo podemos llegar a ser, con plenitud, nosotros mismos?

Aunque nos encontramos ante una comedia luminosa, dentro de La importancia… hay también una fuerte pulsión de muerte. Después de más de cien años de su creación, lo que nos explica Wilde de cómo vivir está profundamente ligado al hecho de que esto de existir (que sepamos) solo pasa una vez y que nuestra "estancia" en este mundo solo tiene sentido si llegamos a ser libres.