El principal desnivel se encuentra al principio, en una pista de tierra que lleva directamente a la ribera del arroyo Marín. Después, todo el trayecto se hace por sendero, salvo el tramo donde se dividen la Gran Senda hacia Villanueva del Rosario y el PR-A 157 hasta el cortijo de Pilatos, donde acaba la ruta.

La vegetación de sauces, olmos, álamos y fresnos custodia el arroyo durante gran parte de su curso y presta sombra al sendero. En otros tramos, los cortados rocosos, sobre todo los de la orilla izquierda, se funden con las limpias aguas del Marín creando sobaqueras donde la fauna acuática halla refugio. Las laderas de solana, a la derecha bajando, están más despobladas de vegetación que las de umbría, donde el pinar es más denso.

Disfrutar de este remanso de paz, de luces y sonidos acuosos es una experiencia gratificante en cualquier época del año.

En un paisaje tan antropizado como el de la comarca antequerana, cabe destacar la importancia de la hoz como enclave de gran interés por haber quedado confinada en sus abruptas laderas una amplia representación de la vegetación que debió ocupar amplias zonas de la comarca. Debido a la labilidad de las rocas de la garganta, el arroyo continúa con su labor erosiva, lo que confiere un potente dinamismo al paisaje.

LO MEJOR DE LA ETAPA

En medio de la campiña, rodeada por los campos de secano y olivares, el arroyo Marín aporta una nota de color y frescor que el caminante sabrá apreciar. No extraña pues que dentro del Plan de Protección del Medio Físico de la Provincia de Málaga el paraje haya sido declarado Paisaje Sobresaliente por sus valores estéticos y ambientales.

El consistorio local ha impulsado su reconocimiento como Monumento Natural. Las aguas de este curso fluvial han modelado una bonita garganta en forma de herradura (hoz) sobre materiales sedimentarios conformados por margas, arcillas y, sobre todo, yesos.

El nombre del valle ha variado del primitivo topónimo del Ciervo al de Pilatos y luego Marín, éste último derivado de un molino. Distintos y variados han sido también los usos y aprovechamientos casi siempre asociados al agua, como es el caso del referido ingenio, o los cultivos en las pequeñas vegas próximas al cauce.

UNA ISLA DE VEGETACIÓN

Solo hace falta alejarse un poco de Archidona y acceder a la hoz del arroyo Marín para darse cuenta de la importancia que tan angosto paraje juega como refugio de la vegetación primitiva del territorio. Además de las importantes masas de pinos carrascos y el sotobosque asociado al mismo, las encinas poco a poco van ganando espacio. El abandono de las labores agrícolas, sobre todo en las proximidades del arroyo, es tan patente que la orla arbustiva del monte mediterráneo va ocupando lo que antaño le perteneció.

La mejora de estos ecosistemas redunda en una mayor biodiversidad de la fauna y la flora autóctona y restaura un paisaje que ya conocieron nuestros ancestros.

DESCRIPCION DEL RECORRIDO

Desde la carretera se avanza por un carril asfaltado jalonado de naves y dando vistas a unas antenas de telefonía que coronan un cerrillo cercano. La pista se torna terriza enseguida y en nada se asoma a un puerto que brinda una buena perspectiva de la hoz y valle del Marín, con el horizonte de las montañas del Arco Calizo Central fundiéndose con la granadina sierra de Alhama.

Un cercano cruce posibilita una parada para otear las vegas de abajo que debieron tener mayor esplendor en otros tiempos, aunque en las más propicias todavía se cultiva el olivo. Hacia el este, donde el meandro provoca mayor anchura en las riberas, se observa la traza de una explotación minera en desuso y el emplazamiento de varias cortijadas, algunas de ellas abandonadas.

La vegetación en las laderas del entorno es rala debido a la fuerte erosión producida por las lluvias sobre unos materiales deleznables y con fuerte pendiente; no obstante, hay especies tan interesantes como el tomillo, la aulaga, el romero, la retama, el espino negro y la estepa.

La bajada finaliza en el punto donde se abren dos senderos (hito 3, Km 0,850), mientras el carril por su parte muere en una cortijada al otro lado del arroyo. Por la trocha de abajo se entra en un pasillo vegetal de frescor y verdor, pero hay que tener en cuenta que la otra vereda discurre algunos metros más arriba y acaba por confluir con este camino seleccionado. La olmeda del arroyo cobija zarzas y trepadoras conformando un ambiente ribereño sobresaliente, muy diferente al anterior paisaje.

La huella humana es perceptible en las vegas incultas donde subsisten olivos dispersos entre una maraña de retamas. Los bancales de piedra, con algunos agaves, muestran que en las laderas también se cultivaba la tierra.

El bosque en galería cuenta con una amplia variedad de plantas como sauces, olmos, álamos, quejigos y labiérnagos. En uno de los tramos más cercanos al cauce se localiza un pontón de obra que accede a uno de los numerosos cortijos en ruinas en la vega de al lado. Más adelante, un senderillo que se desprende a la derecha sube al otro que discurre en paralelo al que se sigue, aunque algunos metros después se unen definitivamente al llegar a una zona despejada.

Se atraviesa otra vega mientras la cárcava se vuelve cada vez más angosta. En las laderas prolifera un pinar maduro de carrascos que además de embellecer el paisaje de la hoz juega un papel importante en frenar los intensos procesos erosivos. En los taludes del camino y del cauce se ven aflorar los yesos.

La vereda desciende de nuevo junto al cauce, en el lugar donde afluye a un carril (Km 2,6). Aquí, la Gran Senda gira a la izquierda, vadea el cauce y se encamina a Villanueva del Rosario, aunque sería posible completar un circuito no homologado desembocando en la carretera. En el otro sentido prosigue la traza del PR-157 y esa es la dirección que hay que seguir. Desde aquí se accede a una explanada ocupada por lo que fue una barbacoa de obra, junto al lecho del arroyo; aunque ahora lo más interesante es observar las sobaqueras que la corriente modela bajo los acantilados yesosos.

A escasa distancia se ven las ruinas del cortijo de Pilatos en la margen derecha del carril. Este lugar marca el punto de inflexión del recorrido propuesto por el paraje del arroyo Marín. El PR-A 157 avanza y penetra en la zona más angosta de la hoz. A partir de aquí se pueden comprobar los destrozos que unas fuertes tormentas produjeron en el año 2013, llevándose un puente de obra, inhabilitando el camino y toda la infraestructura del Sendero de Pequeño Recorrido. Los restos vegetales y matojos arrastrados por la furia del agua aún permanecen sobre los pocos árboles que resistieron las embestidas de la riada y marcan la altura que alcanzó el agua. Durante el regreso, la única directriz a recordar es la de no cruzar el arroyo.

RECOMENDACIONES

El tramo de recorrido fluvial es delicioso con calor gracias a la sombra que proporciona la profusa vegetación de ribera. Las aguas del Arroyo Marín apenas fluctúan durante todo el año y las pozas, aunque de escasa profundidad, que dan un respiro en el periodo estival.

Hay que proveerse de agua y alimentos en Archidona. En el trayecto no existen fuentes. Eso sí, el propio río puede ser un buen punto para refrescarse.

De producirse fuertes precipitaciones, se desaconseja realizar la ruta, por el peligro de que el agua llegue al propio sendero. De la casa de Pilatos en adelante, la hoz del Marín se encajona fuertemente, por lo que es preceptivo no adentrarse sin los medios adecuados.

Aunque el clima no es especialmente riguroso, en invierno puede hacer frío y se aconseja llevar prendas de abrigo. En verano la cosa cambia y es factible usar ropa corta. La crema solar y el sombrero ayudarán a soportar el rigor del sol.

Una de las vías de escape se encuentra a mediación de camino, enfilando una trocha que sube desde el tramo más cercano a la ribera a un sendero superior. Los otros dos puntos de salida son el mismo trazado de la Gran Senda de Málaga en dirección a Villanueva del Rosario (demasiado largo) o seguir el carril del otro lado del valle arroyo arriba hasta la A-7200.