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El Palique

Jose María de Loma

Redactor jefe

Vivan los puentes

En estos días se ha producido una de las actuaciones más benefactoras y plausibles que puede ejercer un Gobierno: ha aprobado el calendario de festivos. Doce fiestas para todo quisqui en 2016. Ocho de ellas, comunes para toda España. Para aquellos que creen aburrido el BOE deberían consultar el del pasado día 19. Nos haríamos una rica idea de la no menos rica diversidad española. Se aprenden nombres de santos, de tradiciones, de conmemoraciones bélicas, épicas y hasta de fiascos. El hecho diferencial es tener fiestas propias. Al menos nos hemos puesto de acuerdo en tener ocho jornadas comunes de asueto. Ocho de doce. Si fuera un referéndum pro independencia ganaría el unionismo sin menoscabo de que haya una amplia porción de particularismos. Se pulula por el calendario y extraen dos lecciones: una que si nos lo montamos bien tendremos gozosos puentecitos. La otra, que hay emplear más el verbo pulular. Uno es muy de pulular en los puentes, o sea, de abundar y bullir en algún lugar. Preferentemente allende nuestras fronteras municipales. Lo malo es que a veces no hay dinero. Otras veces lo hay pero no hay puente. Se puede pulular en casa o pulular por el barrio, que es como un pulular de adoquines conocidos y aceras en las que aún oímos nuestros cansados pasos de ayer. El Gobierno prometió acabar con los puentes. Es un incumplimiento que nunca le agradeceremos bastante. Sobre todo en un país turístico. Tan turístico que es capaz de batir cualquier récord de llegada, estancia y gasto de turistas y que al mismo tiempo los empresarios del sector estén de vacaciones. Sólo así se explica que no se dediquen a crear empleo. Campa la precariedad, la economía sumergida, el hacer más horas por el mismo precio y el rebajar la calidad. Empieza uno escribiendo sobre fiestas y se enreda camino de comentar lo triste que es un hotel sin servicio de habitaciones. Ya no pululan botones por los pasillos de un hotel. Están pululando en la cola del paro deseando que haya un puente y lo llamen para tres jornaditas. Ahora que se habla tanto de reformar la Constitución habría que consagrar en ella el derecho a puente, que es al que más gustosamente renunciaría toda aquella legión, pese a la EPA, que aún están el paro.

El próximo festivo está cerca. Viene con olor a difuntos y a zangolotino que pide truco o trato. Es extraño que no celebremos ya también Acción de Gracias. No es una crítica. Es una pregunta. Y eso que no nos gusta el pavo. Sí nos gusta tener excusa para viajar a ver a los nuestros. Incluso a los de otros. O a desconocidos que siempre pueden alegrar la fiesta. En Europa tienen menos festivos, dice siempre alguien cuando salen estas conversaciones. A ese, aunque sea la última opción, no se lo lleven nunca de fiesta.

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