No son pocos los cronistas que, ante la presencia del canterano malaguista Aboubakar Karamoko en el filial que con tan mal pie ha empezado su nueva andadura en Segunda B, tienden a reducir su apellido. Suena bastante mejor apodarlo Kara. Y de camino lo diferenciamos de otro Karamoko, el costamarfileño que el Celtic escocés hizo debutar con sólo 13 años y que ya acaparó portadas el pasado año, al anotar golazos propios de Messi.

El mundo del fútbol daría para todo un libro de nombres y apodos curiosísimos. De esos que en cromos guardan como auténticos tesoros ciertos coleccionistas. Mucho más cercanos, en las categorías inferiores del balompié malagueño, todavía recordamos anécdotas de principios de este siglo. El todavía en activo delantero gaditano Fiera se labró un nombre propio en la entonces Preferente malagueña cuando militaba en el Manilva. En dicha categoría, su fuerte pegada y certera testa eran el terror de cualquier defensa. Pero no pocos chistes generaban sus enfrentamientos ante zagueros de otros equipos apodados Tarzán o Bicho.

Hay localidades que de por sí solas generan nombres singulares para un club, ya sea Venta de Baños, cuya escuadra tiene ese apelativo, o Peal del Becerro, que renombró a su conjunto como Tugia (luego Tugia Juego Limpio). Este último equipo llegó a medirse a rivales malagueños en la ya desaparecida Andaluza de dos provincias, categoría inmediatamente inferior a Tercera. En la actualidad, inmerso en la Primera Andaluza jienense, no deja de ser anecdótico que pueda confirmar una línea centrocampista integrada por Amiguito, Bombi y Chillón.

Claro que puestos a buscar nombres de clubes imposibles, no tenemos que salir de Málaga. Ahí tenemos la sufrida Unión Deportiva Mortadelo, fundada en el año 1972 y que orgullosa luce en su escudo el famoso personaje de cómic inmortalizado por el ilustrador Francisco Ibáñez. Tuvimos en España incluso a otro Mortadelo, en su caso delantero. En realidad respondía al nombre de Nenad Mirosavljevic. Con la guasa que hay en la Tacita de Plata y debido a su parecido razonable con el personaje, al futbolista croata lo apodaron así nada más fichar en 2004 por el Cádiz CF.

Más allá de su capacidad goleadora, desconocemos si en alguna ocasión visitó una de las escuelas de fútbol de Jerez de la Frontera con más solera: Paquete Unión Deportiva. Sí, como suena. No quiero ni imaginarme cómo se las ingeniará un niño para evitar las bromas si cuenta en clase que lo ha fichado «el Paquete». Pero mucho peor lo habrá tenido durante su dilatada trayectoria el delantero finlandés Antonio Inutile, por aquello de «no tener que hacer honor a su apellido», que diría el bético Joaquín. El exmalaguista vive su enésima juventud y parece tener la receta de Matusalén para poder vivir casi 1.000 años: sonrisa permanente tanto dentro como fuera del campo.

Matuzalem también tuvimos uno. Era aquel mediocentro brasileño que hace una década militaba en el Zaragoza. Otro que como Joaquín hizo carrera en el Calcio italiano y que, con más años que el propio patriarca bíblico, tampoco quiere retirarse.