Opinión | 725 PALABRAS

Oficios

Los hay santos, divinos, buenos, parvos, de difuntos... Por haber hasta hubo uno, el denominado Santo Oficio de la romana y Universal Inquisición, que, entre sus santos deberes incluyó el de regular la tasa de habitantes por metro cuadrado, so pretextos de herejía. Mano de santo, oye, la santa limpieza eterna de almas averiadas con la que el Santo Oficio mantuvo a raya a la superpoblación inobediente...

Hasta donde uno llega, el oficio más redundante es el oficio de abogado de oficio, que tiene sus turnos y sus gajes. En realidad los gajes de oficio son universales, sea cual sea la naturaleza del oficio cada vez. Su Majestad, don Juan Carlos I, el presidente Rajoy, la presidenta Susana Díaz, son claros ejemplos, y don Braulio Medel lo será en breve, de que de la misma manera que «cada maestrillo tiene su librillo» cada oficio tiene sus gajes. Solo es cuestión de tiempo y de confundir las churras con las merinas...

L’incontournable Grand Place de Bruxelles, en palabras de Victor Hugo que se exilió en esta plaza, es un mosaico vivo de los oficios y gremios más relevantes entre los siglos XV y XVII representados en sus edificios. Los gremios de los toneleros, los ebanistas, los arqueros, los carpinteros, los barqueros, los merceros, los cerveceros... con sus correspondientes escudos de armas presiden e identifican las fachadas de esta universal plaza irrepetible. Pocos gobiernos, quizá ninguno además de este, han manifestado tanta sensibilidad para rendir tributo al comercio mediante el mantenimiento de una obra de la edad y el calado de la Gran Plaza bruselense.

Los buenos y los malos oficios dan fe de las venturas y desventuras del hombre a lo largo de la historia y, por ende, darán cuenta de la singularidad putinesca del mal oficio político elevado a la máxima potencia. La incontenible pulsión «libertadora» mal entendida por don Vladimir marcará un antes y un después de la venenosa paranoia putinesca de la Federación de Rusia. La proyección geométrica de los acontecimientos obligará, sí o sí, a replantear íntegramente el escenario mundial bloque a bloque, incluido el escenario endogámico ruso, que cada vez más, se percibe menos parecido al pretendido escenario particular e intransferible de su indeseable presidente.

Los oficios dan para tanto como concepto que, si los hay, pocos serán los casos y las cosas que no quepan en ellos. El buen oficio del sexo, por ejemplo, en su sentido universal, no tiene por qué tener algo que ver con el sexo como oficio, aunque a veces sean coincidentes.

El turismo como oficio, no tiene relación formal alguna con el buen oficio turístico. Repásese, si no, la falta de oficio e imaginación turística demostrada por el ya saliente consejero de Turismo de la Junta de Andalucía, que teniendo la varita mágica del poder por haber sido el posibilitador del gobierno Popular, minuto a minuto se ha empeñado en demostrar que él podía hacerlo aun peor que el peor de sus antecesores. Y, si no, haga memoria, amable leyente, cuestionables húbolos, algunos, pero lo de don Juan ha sido de record.

Es doloroso percibir el despilfarro de esfuerzo de algunos humanos que poniendo todo su empeño en ser queridos, solo terminan siendo querindangos. Y algunos, ni eso...

Hay oficios eternos que no expiran ni responden a modas, sino a estilos por su manera de hacerse presentes, por lo general en los universos sensibles de la artesanía. Pintores, escultores, escritores, poetas, músicos... coinciden y, sin atropellarse, se intercambian la vez en las ventanillas de la inspiración para ofrecer sus obras expresadas artesanalmente a los que somos capaces de sentirlas desde la emoción sin condicionamientos.

La vida que existe detrás de la prisa es un vergel de artesanos de luz y de sombras, de maestros en el arte de las sombras chinescas que son un universo de luz que proyecta la vida, de magos de las emociones que perviven a los presuntuosos éxitos del raciocinio que aconseja vivir la existencia de fuera adentro, en lugar de dentro afuera. Cada vez son más los que han olvidado el oficio de ser persona y adquirido el neurótico automatismo de apagar la luz para que no los demuestre tal como son.

Huir es el menesteroso oficio del miedo que vino para adiestrarnos en el oficio de construir nuestro rincón de confort en la sombra, para así vivir a tientas.

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