Opinión | MÁLAGA DE UN VISTAZO

Voces apagadas

Continuamente se nos va la gente, hacia otro lado o más allá, se van marchando para siempre. A veces de golpe, otras agonizando, a veces satisfechos otras no tanto, se van yendo uno a uno a donde vamos todos, desfilando hasta el final que nos detiene. Se nos va la gente cercana y la que se ha ido alejando. Y entonces, cuando no están, nos damos cuenta de todo lo que se marcha con ellos y perdemos sin remedio, pero también de todo lo que nos dejaron y ya siempre nos acompaña para bien o para mal. La muerte tiene dos caras y todos los cuerpos.

Hay personas que se nos van y nos dejan con la duda de si realmente estuvieron, personas que nos dejan el vacío como fiel reflejo y personas que parece que sigan aquí mucho después de que se su partida, como si siguieran en el juego. No importa cuantas veces nos pase, cuánta gente se nos marche sin descanso a su descanso, uno nunca se acostumbra a despedirse del todo.  

A veces duele que no estén, otras los recuerdos de cuando estuvieron. A veces ni nos hacemos a la idea, y los vemos a lo largo del día, o en los sueños, en el vuelo errático de algún pájaro que parece darnos algún mensaje o bajo la lluvia que nos empapa de lágrimas salvajes.

Se nos va la gente que queremos y la que no nos quiere, la que conocemos y la que no nos conoce. Y a veces se nos marcha alguien que nunca vimos, que no supo de nosotros, pero que nosotros apreciábamos, admiramos o queríamos desde lejos. Como cuando esta semana se apagó la voz de las noches, la voz de la radio, la voz del genio; poética, profunda y lúcida. Abandonó la emisora de la vida, cambió de frecuencia y nos dejó su silencio como última pregunta.