360 grados

Decenas de miles de bebés y embarazadas beben agua contaminada en Gaza

Edificios destruidos por un bombardeo del Ejército de Israel contra el campamento de refugiados de Yabalia, el más grande en la Franja de Gaza

Edificios destruidos por un bombardeo del Ejército de Israel contra el campamento de refugiados de Yabalia, el más grande en la Franja de Gaza / Fadi Wael Alwhidi/dpa

Joaquín Rábago

Joaquín Rábago

La crueldad de Israel no tiene límite: cincuenta y dos mil palestinas embarazadas y más de treinta mil niños de menos de seis meses se ven obligados, según fuentes de la OMS, a beber agua salada o contaminada en Gaza.

El total bloqueo al que tiene sometido el Estado judío desde el pasado 7 de octubre a los habitantes de la franja, que se han quedado sin suministro de agua potable, de electricidad y de combustible para los hospitales, ha provocado una situación desesperada.

El agua que beben muchos de los más de dos millones de habitantes del enclave está además frecuentemente contaminada con los nitratos de la explotación agrícola y cuando se combina con el sustituto de la leche materna puede provocar el llamado ‘síndrome del niño azul’.

Éste se produce cuando la hemoglobina de los hematíes se transforma mediante oxidación en metahemoglobina y afecta a los niños, en los que aparece una coloración gris azulada de la piel, lo que explica el nombre que se le ha dado.

El agua contaminada puede ser también causa de nacimientos prematuros, que obligan a llevar a los bebés a las incubadoras de las unidades neonatales de cuidados intensivos, que en muchos casos han dejado de funcionar al igual que otros departamentos de los hospitales.

El reconocimiento de la dramática situación en que se encuentran aquellos gazatíes que han logrado sobrevivir hasta ahora a los implacables bombardeos del Ejército israelí no ha impedido al Gobierno de Joe Biden vetar las resoluciones presentadas por Brasil, Rusia o Jordania a favor de un alto el fuego.

Los países europeos se han limitado, por su parte, a solicitar a Israel que permita el establecimiento de pausas y pasillos humanitarios – siempre en plural-, pero sin llegar al ‘atrevimiento’ de reclamar a Israel un inmediato cese de los bombardeos.

Algo que sí han pedido las iglesias, tanto la católica como la ortodoxa y la anglicana, pero no la evangélica estadounidense, que sigue apoyando el recurso de Israel a la más brutal e indiscriminada fuerza militar.

Biden se ha permitido incluso poner en duda las cifras de víctimas que dan las autoridades de la población sitiada, igual que hizo en su día el republicano George W. Bush con las cifras de muertos en su invasión ilegal de Irak.

El político demócrata ha aceptado además la versión de Israel de que Hamás utiliza como escudos humanos a la población palestina pese a que tanto Amnistía Internacional como otras organizaciones de derechos humanos la han refutado en ocasiones anteriores.

Como señala el periodista Stephen Zunes, en ‘Truthout’, el apoyo de EEUU a los regímenes brutales tiene tradición en aquel país: así, el presidente Ronald Reagan intentó exonerar de culpa en su día al genocida y golpista guatemalteco Efraín Ríos Montt.

Es además significativo que Washington no se haya adherido al Tribunal Penal Internacional ni haya firmado o ratificado numerosos tratados y convenios internacionales de desarme o defensa de los derechos humanos

Entre otros, el de Protección contra las Desapariciones Forzosas, el de los Derechos del Niño, el tratado de Ottawa contra las Minas Terrestres, la Prohibición de las Bombas de Racimo, el Protocolo Facultativo de la Convención contra la Tortura o la relativa a la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación contra la Mujer.

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