Opinión | Marcaje en corto

Tres minutos eternos en un día de traslados

Una ambulancia se lleva a Dioni del campo tras sufrir un fuerte cabezazo

Una ambulancia se lleva a Dioni del campo tras sufrir un fuerte cabezazo / Gregorio Marrero

A dos domingos para el de Resurrección, a apenas uno para el de Jesucristo en su entrada triunfal en Jerusalén, La Rosaleda volvió a acoger a casi 21.000 almas. Resonaron como siempre, como nunca, las gargantas al son del himno blanquiazul. Era el día propicio, señalado, en el que acortar la distancia al líder hasta ponerla en cinco puntos. Era el día ideal para conseguir la redención.

Mañana calurosa, por encima de la veintena de grados, en una Costa del Sol como nunca de primaveras interminables. Sudaban desde el pitido inicial los futbolistas, por lo que en cada pausa aprovechaban algunos para ir a la banda a refrescarse, como en las calles de Málaga eran chorros de sudor las espaldas de los hombres de trono en un nuevo domingo de traslados.

Huele a Semana Santa pese a que falten siete días para ver desfilar las primeras cofradías por el itinerario oficial. Y este domingo estaba señalado por la Málaga cofrade para acumular estampas de siempre, con cada traslado por las calles de la ciudad. Calor y tensión.

Corría ya el minuto diez de la segunda parte en Martiricos. Más de la una en los relojes de quienes intentaban apurar el almuerzo entre traslado y traslado, en el corazón de la capital malagueña. Sin goles en el choque entre el Málaga CF y el bien pertrechado atrás Intercity. Y entonces se detuvieron las manecillas.

Maldito minuto 57. Un lance en el templo blanquiazul se saldaba con un inoportuno golpetazo sobre la cabeza del siempre aguerrido Dioni, héroe curtido en mil batallas y máximo goleador histórico de la tercera categoría del fútbol español. El espigado ariete, particular Coloso de Rodas para la mejor afición del país, caía desplomado e inconsciente. Inerte como una piedra.

Tragamos saliva, sin tener más referencias sobre lo sucedido que las caras de pánico de cuantos jugadores se encontraban en sus inmediaciones. Tres minutos eternos, que aún fueron algunos más, los que permanecimos con el estómago agarrado como si de un pañuelo se tratara. El delantero recuperó entonces la consciencia y la movilidad, aunque fuese de manera ligera. Respiró él y respiró la grada, que entonó como nunca su nombre.

Para entonces ya estaba presta la ambulancia, casi a pie de portería. Y comenzó el itinerario que nadie tenía anotado en este domingo de traslados previo al de Ramos. Camino urgentísimo hacia el Hospital Vithas, siempre Parque San Antonio, donde descartar complicaciones, males mayores.

Qué tres minutos, Dioni. Vaya susto mayúsculo el que nos diste este mediodía. Uno nunca repara en el riesgo de estos deportes de contacto, de este fútbol que todos en algún momento hemos practicado con mayor o menor acierto. Un encontronazo fortuito, un golpe cabeza con cabeza, ese pie que se queda anclado al césped y todo en la vida puede dar un giro radical.

Afortunadamente todo quedó en eso, en un gran susto, como luego explicó el míster en sala de prensa. Pero cómo olvidarte de esos tres minutos eternos. De esa posible tragedia que siempre acecha. Igual que Pellicer, muchos nos acordamos de tus seres queridos. De tu familia, de tus más allegados. De ese corazón en un puño. De ese estómago apretado.

La salud es lo primero. En efecto. Y todo lo demás tiene arreglo. Lo dijo el entrenador en sala de prensa y luego tus propios compañeros Manu Molina o Genaro. Todos te imaginamos hoy lunes, ya más consciente de lo afortunado que eres (que somos por tenerte como estilete de este Málaga CF que sueña como nunca por el ascenso). Pero desconocemos si habrás tenido tiempo de revisar las imágenes del partido. Ya habrá momento, no obstante, de emocionarte y de emocionarnos una vez más, al escuchar resonar tu nombre con el gol anotado por Roberto. O con el pitido final. Pues el auténtico triunfo ha sido tuyo.