Opinión | Ruegos y preguntas

Cuando no había luz

Porque cuando no hay luz, los lazos con los demás presentes se estrechan; cuando no hay luz, te reconforta saber que llegará, pero te permites disfrutar de su ausencia, en eso consiste la noche. Eso era Vera+Cruz

Cuando no había luz

Cuando no había luz / L. O.

El Viernes Santo de Málaga es de color negro. O al menos así quiero recordarlo yo. Así quiero verlo yo. La ciudad ha cambiado, a las calles ya les cuesta un poco más vivir en la penumbra, la transformación del comercio y del turismo ha hecho que la oscuridad cueste más encontrarla, y paseemos por calles donde siempre hay "luz y taquígrafos" por la seguridad de todos. El Viernes Santo comenzaba en la oscuridad de la madrugada. Los 72 hermanos nazarenos de Vera+Cruz partían a la Catedral, donde llegaban con los primeros rayos de sol. El cortejo nazareno de riguroso luto, y cargado de simbolismo, te hacía formar parte del duelo, te hacía sentir verdaderamente partícipe de la muerte de Cristo. Las calles vacías y oscuras. El tambor ronco. Los cofrades presentes formábamos esa comunidad improvisada de fieles que querían guardar silencio juntos, en la oscuridad.

Porque cuando no hay luz, los lazos con los demás presentes se estrechan; cuando no hay luz, te reconforta saber que llegará, pero te permites disfrutar de su ausencia, en eso consiste la noche. Eso era Vera+Cruz, permitirte disfrutar del duelo, de la oscuridad. Más tarde era el sol el que te acompañaba en la subida al Calvario.

La mañana del Viernes Santo era, y sigue siendo, el momento de hacer a pie la subida a la ermita del Calvario mientras te tomas un limón cascarúo. Arriba, observas el orgullo y la alegría contenida de Arturo y Toñi, que lo viven en familia. Entras en la capilla y la cercanía del Cristo crea por sí sola el silencio, y por supuesto, la oscuridad; es Viernes Santo. Un año tuve la oportunidad de participar como nazareno en su cortejo, de vivir la experiencia de recogimiento en la calle como un penitente más. Una experiencia inolvidable, marcada por el sonido del muñidor y el murmullo de los más pequeños.

Servitas | Viernes Santo 2023

Procesión de Servitas el Viernes Santo de 2023. / Gregorio Marrero

Los sonidos enmascarados

El Calvario pone en la calle un cortejo serio, con muchos nazarenos mayores, pero también con muchos participantes jóvenes. Nazarenos y monaguillos. Y los niños saben dónde están. En sus murmullos se percibe el respeto. En sus silencios, su formación. Las procesiones de Viernes Santo ofrecen una posibilidad acústica que pasa desapercibida para muchos: los sonidos habitualmente enmascarados. El paisaje sonoro cofrade está dominado por los sonidos musicales, sean de la formación que sean. Anuncian la llegada de los cortejos, o acompañan a los tronos, pero su nivel de presión sonora enmascara a múltiples sonidos que, en su mayoría, estaban ya ahí antes de que existieran las bandas.

Por eso el Viernes Santo tiene el encanto de poder escuchar cómo eran las procesiones hace mucho tiempo. Escuchar el roce de los zapatos con el piso de la calle al andar de los portadores. El eco de los toques de campana en calles con edificios altos. Los rezos, las oraciones. El crujido de la madera de los tronos al moverse. El golpeteo de los elementos ornamentales de los palios, ya sean borlas, rosarios o pequeñas campanillas. La bajada de los tronos, el apoyo de la estructura en el suelo, también tiene un sonido propio que suele pasar desapercibido. El lenguaje de las campanas de las iglesias también nos habla cada Viernes Santo. El toque 'a muerto', con su lenta cadencia y cuidada periodicidad, es telón de fondo ante el paso de las procesiones. Y en el Recorrido Oficial, la emoción contenida. El silencio de muchos es percibido como preludio de algo grande. Eso pasa el Viernes Santo. Que llegará a su fin cuando tímidamente se acerquen los Servitas. En silencio. Creando su propia oscuridad. Permitiéndonos escuchar las lecturas por parte de sus siervos. Regalándonos estampas únicas, como las plumas negras del bombero con su tambor destemplado, o la Biblia con sus páginas cubiertas de cera. O esos penitentes alumbrando con sus antorchas al lector. Como cuando no había luz.