Opinión | Ruegos y preguntas

Cuando estaba mamá

Cuando estaba mamá.

Cuando estaba mamá. / L. O.

La foto estaba antes que yo, por lo que no sé desde cuándo llevaría allí puesta, al lado del teléfono, en un mueble del salón. Los recuerdos son borrosos puesto que yo era muy pequeño, pero puedo asegurar que no había muchas más. Dos o tres más, a lo sumo; repartidas por diferentes muebles o estanterías. Familiares, todas; menos esa. Eso me llevaba a concluir que sería algo importante, pues había sido elegida de entre las cientos de fotos que tenía mi padre en álbumes para ser expuesta ante nuestras miradas cada día. Ése es uno de los primeros recuerdos de mi vida, esa foto. En ella aparecían Jaime Corcelles Benavente, Luis Merino Bayona, y mi padre. Fue tomada en 1981, instantes antes de la salida de la Expiración, y lucían los tres revestidos con la túnica nazarena.

Los Miércoles Santos son, para mí, la Expiración. El silencio. La noche. La categoría. El arte. El oro y la plata. Las pinturas de Elías Salaverría de los años veinte. Las marchas de Artola. Recuerdo guardar con cuidado mi grabadora de audio cada vez que acompañaba a mi padre a la casa hermandad para participar en la misa de campaña del Martes Santo por la mañana. Lo que ocurría después, para mí, era algo mágico, único, que tenía el sabor exclusivo de las cosas que sabes que casi nadie conoce.

Tras la misa había un momento de compartir conversación mientras comías algo en el bar hasta que, de repente, se hacía silencio. Siempre ocurría igual, en el mismo momento y de la misma forma. Soltabas el plato o la bebida en la primera mesa que tuvieras cerca y guardabas silencio. Yo sacaba mi grabadora, a escondidas, no sabía si se podía grabar. Los músicos de la Banda de Cornetas y Tambores del Colegio de Guardias Jóvenes de Valdemoro, todos guardias civiles, interpretaban marchas allí, entre nosotros, de manera improvisada. Siempre eran las mismas. Y siempre las esperaba con las mismas ganas. Esas grabaciones, entre las que estaban las tradicionales marchas de Los Polillas junto con una versión de 'La Estrella Sublime' que siempre me encantaba escuchar, me acompañaban el resto del año, reproduciéndose cientos y cientos de veces en mi walkman.

Expiración | Miércoles Santo 2023

El Cristo de la Expiración, bajo la luna llena. / Gregorio Marrero

Y luego el ritual de cada Miércoles Santo: la limpieza de los zapatos, planchado de la camisa, la compra de última hora de los guantes y el trayecto desde casa hasta la casa hermandad ya entrada la noche. Llegar para la misa de nazarenos. Los últimos consejos. Los responsables de la procesión nombrando a los participantes. La entrega de enseres. Coger mi cirio. Pensar que durante las siguientes horas podría estar callado sin que nadie me preguntara por qué, me hacía sentir libre. Y si en ese silencio introspectivo se mezclan los recuerdos de una vida pasando por tu cabeza, las plegarias más sinceras y el observar a las personas desde el anonimato con sus conversaciones, sus gestos, sus miradas y sus reacciones sin sospechar que están siendo observados, la experiencia es apasionante, al menos para mí.

La ciudad suena diferente tras la tela del capirote

La ciudad suena diferente tras la tela del capirote. Huele diferente. Se ve diferente. A veces jugaba a reconocer a personas en las sillas, a identificar si habían cambiado su ubicación con respecto al año anterior. Las personas eran las mismas, pero a veces las veía en lugares diferentes. Algo nunca cambiaba: al llegar a la rotonda del Marqués de Larios, allí estaba mi madre, esperándonos. Junto a mis dos hermanos esperaba vernos pasar de nazareno para así poner punto y final al día. La procesión tenía dos momentos perfectamente diferenciados para mí: antes y después de verla a ella. De buscarla con la mirada. De la misma manera que mi vida tiene dos etapas: antes y después de ella.

Ahora sigo poniéndome la túnica, sigo planchando la camisa y limpiando los zapatos. Sigo haciendo el trayecto hacia la casa hermandad disfrutándolo en silencio. Sigo poniéndome el capirote y viendo pasar mi vida en esas horas de silencio. Sigo rezando en silencio. Sigo oliendo a esa tela. Y sigo jugando a buscar a personas desde el anonimato para ver cómo hablan y cómo reaccionan cuando creen que nadie les ve. Como cuando estaba mi madre.