Opinión | La señal

Elisa, vida mía

El relevo de De la Torre se lo disputarán dos mujeres: Elisa Pérez de Siles o Carolina España

Elisa Pérez de Siles

Elisa Pérez de Siles / L.O.

Vivir en España estos años es registrar anómalas subidas de tensión arterial cada mañana al asomarse con vértigo a las páginas del periódico, y eso que ya hace rato que tomaste el preceptivo lisinopril pero, como es sabido, la realidad deja atrás la imaginación más febril.

El caso, y aunque no se ha publicado, es que Elisa Pérez de Siles tiene la oportunidad de convertirse en alcaldesa de Málaga por muchos años si el alcalde se va a casa por alguna razón y ella asume el bastón y es la cabeza de lista, desde la Alcaldía, en las próximas elecciones. En otro caso, la candidata, no lo dudo, sería Carolina España, y ya se verán los resultados. Así que Francisco de la Torre, que sabe de este cálculo y de muchos más, tiene en sus manos el futuro, aunque yo diría que Dios, que no es lo mismo, pero eso no lo puedo escribir. Y me acuerdo de «Elisa, vida mía», de Carlos Saura, allá a finales de los añorados setenta.

Antes se tiene que producir el contraataque de La Invisible a la tardía pretensión del Ayuntamiento de desalojarlos, pero se van a resistir en los túneles que han cavado durante más de dieciséis años en la mente de algunos malagueños desde calle Nosquera, y esto provocará dolor de cabeza en la Alcaldía; si los hubieran sacado el primer día, todo habría pasado, no se sentaría este precedente y las bajas serían muchas menos. Pero el buen rollito está antes que el cumplimiento de la ley en esta derecha tan moderna que se confunde con la izquierda en el conflicto palestino, en la regularización de inmigrantes irregulares, y no sigo. Por cierto, ya que hablamos de guerras, las cifras que arrojan a todas horas los medios de comunicación acerca del número de muertos en Gaza, más de 33.000, «la mayoría mujeres y niños», se insiste para enternecernos, y que proviene del inexistente Ministerio de Salud, suscita la pregunta de si no hay hombres allá, o son una ínfima minoría. En fin, ya se ve que todo vale.

Otro conflicto es el que arrastra por donde pisa Greta Thunberg, sí, aquella quinceañera que embobaba por sus supuestos muchos conocimientos del clima a todos los políticos que se prestaban a la farsa. Esta jovencita, seguro que con poderes paranormales, ha sido ahora detenida en La Haya por bloquear una autopista con su Extinction Rebellion. Me recuerda a Patricia Hearst, que en 1974 atracó fusil en ristre un banco con el Ejército Simbiótico de Liberación. ¿Qué sería de nosotros sin estas escenografías?

Pero hay que apartar la espesura burocrática para ver el bosque. La Junta le tumba a Urbanismo su plan para reorganizarse, los trabajadores piden la dimisión del gerente; el proyecto de centro sefardí junto al Pimpi (con museo y sinagoga) queda en suspenso por la aparición de restos romanos y de políticos del Ayuntamiento y la Junta también de hace siglos… Y la «solución inmediata» del Hospital Pascual sigue sin fecha después de 18 meses. Esto sí que es para rebelarse, pero nos quieren mansos y con Netflix como soma antes de acostarnos. Yo creo que es necesaria una guerra secreta para evitar una de verdad. De momento, algunos países, como Argentina y Ecuador, siguen la receta de Bukele en El Salvador contra el crimen, lo que ha convertido a la nación centromericana en el segundo país de América más seguro después de Canadá.

Lo hablamos en Verum, entre las albóndigas de buey, el lechazo y un ribera, Vilano, muy rico. Entonces me leen unas páginas de ‘El buzo y la aviadora’, de Alfonso Sánchez, que relata los últimos momentos de José María Hinojosa antes de que lo fusilaran, poeta enamorado de Ana Freuller, de la que tanto y bien podríamos hablar. En la presentación de mi libro ‘La sombra del comisario’ (Ediciones Algorfa) lo comento con unos amigos. Pero Hinojosa no fue fusilado por los azules, y eso estropea la hagiografía. Bueno, me tengo que ir a mis clases particulares de guerra electrónica -y sus interferencias-, lo que se denomina jamming, me queda tanto por aprender en un mundo en llamas... Gustavo Adolfo Bécquer lo dijo a su manera:

En la clave del arco mal seguro

cuyas piedras el tiempo enrojeció,

obra de cincel rudo campeaba

el gótico blasón.

Penacho de su yelmo de granito,

la yedra que colgaba en derredor

daba sombra al escudo en que una mano

tenía un corazón.