Cuaresma

Ánimas de Ciegos estrena la senda penitencial

 El Vía Crucis oficial congregó en el respeto a los cofrades en el primer gran acto de la Cuaresma

José Luis Pérez Cerón

Volver. Con toda la maquinaria dispuesta para volver a convertir la ciudad en su ritual de siempre. La de la ciudad que acude al encuentro, la que permanece impasible y la que frunce de nuevo el ceño. Iniciada la Cuaresma, la celebración del Vía Crucis oficial de la Agrupación de Cofradías, presidida por el Cristo de Ánimas de Ciegos, se convierte en el punto de retorno de la cuenta atrás a la esperada Semana Santa.

El interior de la iglesia de San Julián era el tradicional escenario de aquello que debía comenzar. Trajes oscuros y altos cirios para el cortejo, formado por hermanos de las Reales Cofradías Fusionadas y representantes de las cofradías agrupadas. Tras el íntimo rezo de la oración, las puertas del templo se abrieron 15 minutos antes de lo previsto para dar lugar al primer ritual que debía hacerse realidad en el primer templo.

Traslado a la Catedral de la imagen del Cristo de Ánimas de Ciegos para el vía crucis de la Agrupación.

Traslado a la Catedral de la imagen del Cristo de Ánimas de Ciegos para el vía crucis de la Agrupación. / Eduardo Nieto

Mientras la ciudad continuaba a su ritmo, el cortejo avanzaba por el recorrido más corto hasta la Catedral. A pesar de las buenas intenciones, se hizo imposible llegar en el horario inicialmente estipulado, si bien el cortejo apenas necesitó diez minutos para acceder al templo. José Carlos Garín, presidente de la Agrupación de Cofradías, fue el encargado de solicitar la venia a Felipe Reina, miembro del Cabildo Catedralicio y párroco de San Juan.

El obispo, presente en el vía crucis

La imagen de Fusionadas accedió a los sones de 'Anima Christi' cantado por una coral. Para iniciar el rezo, el obispo de la Diócesis de Málaga, Jesús Catalá, invocó al Cristo de Ánimas de Ciegos mientras los rezos llenaban las naves de la Catedral. El cortejo, reducido a la junta de gobierno del ente de San Julián, avanzó hacia el trascoro mientras los hermanos de la corporación del Miércoles Santo pudieron realizar el rezo ante el presbiterio.

En el interior del templo, silencio y oración. Fervor presente en devotos y en familias enteras que asistían a venerar al Señor. Curiosos, habituales de las procesiones, incluso turistas absortos. La oración se pudo seguir con detenimiento y se convirtió en rezo particular, algo que permite este pequeño oasis en la Cuaresma.

Via Crucis de la Agrupación, en el interior de la Catedral de Málaga. Eduardo Nieto

Via Crucis de la Agrupación, en el interior de la Catedral de Málaga. / Eduardo Nieto

Las distintas estaciones fueron leídas por hermanos mayores de las corporaciones del Miércoles Santo y otras corporaciones nazarenas de la Agrupación de Cofradías, así como por anteriores mandatarios de Fusionadas. Las lecturas, muy cuidadas para la ocasión, ayudaron a organizar el rezo y, a diferencia de anteriores actos, buena parte de los participantes siguieron el rezo estáticos, en los distintos bancos, reduciéndose el deambular por las naves. 

Ante el trono destacó la presencia del arzobispo emérito de Pamplona, Francisco Pérez González, que acompañó el rezo en todo momento. Una vez que las estaciones terminaron en la girola, el obispo dedicó unas últimas palabras a los cofrades allí congregados, invitándoles a la oración en el año que es víspera del próximo Jubileo propuesto por la Iglesia Católica.

Finalizado el rezo completo, la procesión se puso de nuevo en camino hacia la iglesia de San Juan con un patio de los Naranjos lleno de público y en el que, tímidamente, empezaba a brotar el azahar, signo de la adelantada primavera. La banda de cornetas y tambores de la Esperanza acompañó en su retorno al Cristo de Ánimas de Ciegos, mientras la formación de Bomberos abría la comitiva. Volvía con el Bolero Militar que acompaña habitualmente al Cristo la música con sabor procesionista a Málaga y con ella la emoción de los devotos. Todo se unió de nuevo para poner la primera piedra de un sendero que comienza ahora.