Semana Santa

Museo Thyssen: una mirada peculiar al hecho cofrade

‘Una cofradía pasando por la calle Génova, Sevilla’, ‘El Rosario de la Aurora’ y ‘Nazareno’ ofrecen una visión cofrade distinta del Museo Carmen Thyssen de Málaga

Visitantes en la colección de 'Paisaje romántico y Costumbrismo' del MuseoThyssen

Visitantes en la colección de 'Paisaje romántico y Costumbrismo' del MuseoThyssen / David Ariza Llanero

David Ariza Llanero

El Museo Carmen Thyssen de Málaga ofrece un breve pero interesante recorrido sobre el hecho cofrade. Destacan la obra de Dehodencq 'Una cofradía pasando por la calle Génova, Sevilla'; 'El Rosario de la Aurora', de Lucas Velázquez y, por último, la más longeva, 'Nazareno' de Frangipane. Todas ellas se enmarcan en este sutil reflejo que el museo ofrece a sus visitantes en relación con la tradición cofrade. 

Las dos obras más recientes se encuentran en la colección ‘Paisaje romántico y costumbrismo’, mientras que la más antigua ('Nazareno') se ubica en la sala de ‘Maestros antiguos’ del museo. Esto hará que el visitante que decida visitar las obras cofrades propuestas tendrá que realizar el recorrido por dos colecciones diferentes, pudiendo disfrutar así de la amplia e importante colección que este museo referente de la provincia malagueña alberga.

Una cofradía pasando por la calle Génova, Sevilla

Alzándose como una de las mejores obras de Alfred Dehodencq, este óleo sobre lienzo que data del 1851 y que solía decorar el palacio de San Telmo de Sevilla durante la residencia de los duques de Montpensier (quienes lo mandaron pintar), se puede disfrutar a día de hoy en el Thyssen de Málaga. Tanto él como su pareja ‘Un baile de gitanos en los jardines del Alcázar, delante del pabellón de Carlos V’ vienen a representar dos de las manifestaciones populares más genuinas y típicas del carácter andaluz: la Semana Santa y el baile flamenco.

'Una cofradía pasando por la calle Génova, Sevilla' de Alfred Dehodencq

'Una cofradía pasando por la calle Génova, Sevilla' de Alfred Dehodencq / L.O.

Lo que el pintor quiso representar en la obra es el paso de una procesión durante la celebración de la Semana Santa sevillana por la calle Génova. En la escena representada se puede observar además, no solo el paso en sí, sino que muestra muy bien como las calles están repletas de gentío, con la gente agolpada a los lados de la calzada empedrada, flanqueada por hileras de damas sentadas al borde de la calle y ataviadas con mantillas negras en clara señal de luto por la muerte de Cristo

Ante la muchedumbre, dos hileras de nazarenos con hábito negro escoltan el paso del Cristo crucificado mientras portan sus largos cirios encendidos, uno de ellos sujeta el estandarte del Cristo, al que sigue a lo lejos la Virgen Dolorosa a la que un bosque de cirios ilumina bajo palio.

Aunque es una escena de la Semana Santa de Sevilla y ambientada a mediados del siglo XIX, se pueden observar elementos muy reconocibles de las procesiones, 170 años después. Por eso tiene un alto valor como espejo histórico que muestra la línea de continuidad de la Semana Santa andaluza con la actualidad y que explica gran parte de su raigambre histórica. Más allá del calzado, la escena de los nazarenos podría estar sacada de cualquier cofradía actual, con el cinturón de esparto, el largo cíngulo sostenido en la cadera y la disposición en filas precediendo al Cristo crucificado. Al purista le podría chirriar el color del cirio, de color blanco, que se suele asociar a la sección de la Virgen, que va detrás.

También es una escena costumbrista en la medida que representa la forma de vestir del público, con el negro de luto, pero también cómo las mujeres de alta sociedad ocupan los primeros puestos sentadas, seguidas de los hombres y, en un tercer nivel, el público de estratos sociales más bajos, distinguibles todos por la vestimenta.

El Rosario de la Aurora

Una violenta pelea entre dos procesiones del Rosario para hacer valer su preferencia de paso en sus respectivos itinerarios es lo que este óleo sobre lienzo de Eugenio Lucas Velázquez que data del 1860 muestra.

Desde devotos, hasta monaguillos y penitentes, se encuentran inmersos en una lucha encarnizada donde toman como arma los faroles y los mástiles de los pendones, con los que amenazan y golpean a los participantes de la procesión intrusa. Esta tradición devocional es una de las más arraigadas de la religiosidad española, procesiones dedicadas a la Virgen del Rosario que tenían lugar al caer la noche o al amanecer.

'El Rosario de la Aurora' de Eugenio Lucas Velázquez

'El Rosario de la Aurora' de Eugenio Lucas Velázquez / L.O.

Con grandes referencias a la estética goyesca por parte de Lucas, el paisaje narra la extendida tradición popular que, de hecho, da lugar a un dicho del refranero español: “acabar a farolazos, como el rosario de la aurora”, refiriéndose a cualquier disputa o pelea violenta.

En este caso, aunque no sea una hermandad de pasión, si no de gloria, muestra las rencillas que históricamente había entre hermandades, usadas como una proyección de importancia social. Los enfrentamientos por el orden de paso se han reducido notablemente, aunque más de 160 años después sigue ocupando gran parte de las energías de las hermandades, también malagueñas, en los meses de otoño durante la configuración y aprobación de los horarios e itinerarios de la Semana Santa.

Nazareno

La obra más antigua de este itinerario cofrade es ‘Nazareno’ de Niccolò Frangipane, un óleo sobre lienzo cuya elaboración se remonta al año 1574. El título de la obra es claro y conciso con lo que el autor representa en ella, con una composición cerrada y centrada en el busto de Cristo, que hace que se acentúe aún más el sentimiento trágico del momento.

'Nazareno' de Niccolò Frangipane

'Nazareno' de Niccolò Frangipane / L.O.

La imagen está cargada de los elementos que a día de hoy se siguen viendo en los nazarenos actuales que se disfrutan durante la Semana Santa: la cabeza coronada de espinas y ligeramente inclinada hacia su izquierda, la túnica roja con la cuerda anudada al pecho, sobre el que van cayendo gotas de sudor y de sangre. La cruz a cuestas no toma gran importancia en la obra, pero si se deja ver como la sostiene con su mano derecha.

Esta imagen del Jesús llevando la cruz a cuestas forma parte del imaginario tradicional de devoción y su iconografía se remonta al arte paleocristiano. En este caso concreto, Frangipane, pone el énfasis en expresar el sufrimiento físico, pero también psíquico de Cristo. 

Así, se detallan con mero interés elementos como la pesada corona y sus afiladas espinas reforzando el dolor a través de la representación de sus ojos enrojecidos y llenos de lágrimas, que expresan su intenso dolor, callada entrega y resignación ante el sacrificio.