Santo Traslado y Soledad de San Pablo

La Soledad de San Pablo adelanta por la derecha

La cofradía se pone en la calle perfectamente ordenada desde el interior de San Pablo e introduce interesantísimas novedades ajustadas a los cánones más cofradieros en el orden procesional, en la disposición del misterio y en la presentación de la Virgen al pie de la cruz

Ignacio A. Castillo

Ignacio A. Castillo

La Soledad de San Pablo ha presentado una auténtica revolución en su puesta en escena procesional este Viernes Santo, una cofradía que ahora adelanta por la derecha a cualquiera a la hora de aplicar los cánones más cofradieros en beneficio de la veneración de sus sagrados titulares y del bienestar de sus hermanos, que se ha refinado y reafirmado en un estilo definido e inconfundible, pero puliendo las aristas. Queda trabajo por delante a la nueva junta de Jesús Díaz, no cabe duda, pero este primer año no ha podido ser más prometedor. 

Recapitulando: sacar la procesión formada del interior de su sede canónica de San Pablo revela una preocupación máxima por hacer bien las cosas. Para salir hay que hacerlo de algún sitio físico. Salir, para que el verbo tenga sentido. No se puede salir de ninguna parte... y dirigir la cofradía por las calles paralelas y adyacentes, Jara y Jaboneros, para ir al encuentro de los sagrados titulares entronizados en la casa hermandad. 

Salida de Soledad de San Pablo

Ignacio A. Castillo

Cuando la cabeza llegó a su altura, tres fuertes golpes en la puerta sirvieron de señal para la apertura. La banda de Bomberos, que iba en el frente, se volvió a las imágenes y les dedicó sus sones: ‘Soledad de San Pablo’, de Zueco Ramos. La procesión, dividida en tramos, siguió su marcha, los nazarenos se santiguaban al paso ante los tronos y bajaban por la calle Trinidad de forma diligente para recuperar el tiempo invertido en la salida. 

Más cambios que pueden pasar ajenos a la vista: la disposición del grupo escultórico sobre el trono dorado de Liébana. Una distribución más acertada, en torno al Cristo que es trasladado desde el barrio de la Trinidad, que estrenaba pureza de terciopelo burdeos bordada. Todo pensado para mejorar la visibilidad del sagrado titular, que figuraba en posición sesgada, portado en el sudario por José de Arimatea, Nicodemus y un Pastor Estefanus que cada vez se parece más a San Juan. El discípulo amado seguro que estuvo en este velatorio de Cristo. Las Marías, mientras, lloran su tristeza sobre monte de flores moradas de distintas especies. El aroma del incienso de los característicos pebeteros de las esquinas tamiza el drama. Y la música de la banda de las cornetas del Cautivo, con ‘Soledad Madre Centenaria’ en la salida, tras el Himno Nacional, pone la banda sonora del tránsito al sepulcro. 

Nuestra Señora de la Soledad

La mano de la Virgen de la Soledad delante de la luna, durante su estación de penintencia / Gregorio Marrero

Y tres: Ella. Magnífica. ¿Cómo una Virgen de talla completa, que no depende del gusto estético de vestidor alguno ni de sus manos con gusto artístico superior, puede cambiar tanto? La ráfaga de plata que nimbaba su cabeza tiene buena parte de culpa. Pero indiscutiblemente también, los arbotantes que la rodeaban y le aportaban más luz. O las rosas rosas que la custodiaban, o las azucenas a sus pies... sola, implorante, ante la cruz vacía. 

La Trinidad Sinfónica remataba una Cuaresma y Semana Santa para enmarcar detrás de la Madre sentimental de los trinitarios con ‘Soledad de San Pablo’, de Miguel Pérez, ‘Cristo del Amor’, de Francisco Javier Moreno, o ‘La Virgen de la Soledad’, de Flores Matute, para recorrer la calle Trinidad, abajo. O llegando a Tribuna, con ‘España Llora’ o ‘Amarguras’.