Tuvo que ser Lolo, un ex malaguista, el que hundiera la cabeza del Málaga en el barro de la clasificación. Tuvo que ser el Sevilla, un vecino pero un eterno rival, el que se regodeara en su victoria sobre los malaguistas. Tuvo que ser Munúa, de los mejores ayer y el más regular a lo largo de toda la temporada, el que diera vida al rival con un error de bulto. Tuvo que ser otra vez una derrota la que rompiera el mágico ambiente de La Rosaleda y que metiera en serios problemas al equipo de Muñiz.

Una semana más, el Málaga vuelve a perder. Se ha acostumbrado tanto que parece más un estilo de vida que una maldición. Ya las cuentas de si se gana a uno u a otro sirven de poco. Este equipo vive una agonía constante para intentar escapar del pozo. Y mientras los de atrás muerden, el Málaga sigue siendo un bonito caramelo presto a ser engullido.

La afición y los ´entendidos´ se agarran al clavo de que hay equipos peores para ser optimistas con la salvación. Puede ser cierto, pero por el momento –y van 31 jornadas–, este equipo no ha demostrado ser mejor que casi nadie.

Por lo tanto, si se salva está por ver. Lo único cierto es que el conjunto de Muñiz mejoró ayer su cara. Ofreció una entrega y un pundonor que casi le vale para derrotar a todo un Sevilla. Pero no son los hispalenses cuartos por casualidad. No hay 20 puntos de diferencia en la clasificación por arte de magia. Los de Antonio Álvarez no juegan un pimiento, como el Málaga, pero tienen una pegada descomunal. Dinamita pura para voltear a casi cualquier equipo.

Ahora, con siete partidos por delante, la salvación se antoja todavía más complicada. No hay tiempo para elegir la víctima perfecta. Tampoco se pueden ´tirar´ partidos como el de Valencia. Cada punto se antoja como una bombona de oxígeno.

Aún así, ayer poco se puede achacar a este equipo en el derroche y la entrega. Se vaciaron. Pero ¿por qué ayer sí y en Zaragoza, no? Ser selectivos no un buen camino para la salvación, pese a que la gasolina ya no está para mucho más. Todo eso cuando la clase de algunos jugadores está más discutida que nunca.

Entrega. Por eso, no se puede calibrar el partido de ayer por su calidad ni su ingenio. Málaga y Sevilla no hicieron ayer afición sobre el césped. Para un espectador de Newcastle o de Pekín, el de ayer sería un partido pestiño. Para los malaguistas era lo más cerca del cielo futbolístico que se puede estar. Cada jugador del Málaga lo daba todo por su equipo, por su escudo y por su afición. No había medias tintas ni reservas.

Pero, como decía, de fútbol más bien poco y así sólo la fortuna –para bien o para mal– puede desequilibrar. El Málaga dominaba el otro fútbol. Ése que elevan a su máxima potencia las selecciones de Argentina o de Italia. Fútbol subterráneo, juego duro, faltas, pérdidas de tiempo, balones al río... El anti fútbol que le sirvió para malvivir 85 minutos, hasta el gol de Lolo.

Y es que Muñiz era consciente de que tutear al Sevilla era una sentencia de muerte. Preparó un campo de batalla con trincheras y minas en cada línea, y el partido explotó por los aires.

Por ese anti fútbol, las ocasiones en la primera mitad se pudieron contar con los dedos de una mano. De hecho, el gol malaguista llegó en una jugada sin aparente peligro, pero Palop le dio un regalo a Caicedo y al malaguismo. Falló y el 1-0 (17´) fue el primer acercamiento local certificado con gol.

Sin cambios. No cambió el guión tras el gol. El Sevilla se estrellaba una y otra vez y el Málaga repelía sus ataques. Ahí creció la figura de Toribio y Juanito, ambos líderes del centro del campo. También se multiplicaron Iván y Orozco para frenar a Luis Fabiano y Kanouté.

Se presuponía un partido demasiado largo tras el gol. El Málaga, ya descaradamente, defendía sin tapujos tras el descanso. Y la inercia hizo el resto. No mirar el área rival hundió al equipo y al final, un error de Munúa y una falta de concentración malaguista acabó por tumbar el sueño y la ilusión malaguista.

Y eso que el portero malaguista evitó una renta mayor. Nada más comenzar frenó a Kanouté (46´). Pero el gol de Cala llegó de manos suyas (65´). Exceso de confianza, despiste o simplemente error garrafal. Lo cierto es que el fallo, si es del portero, suele ser letal. Evitó rentas mayores con paradones a Kanouté y Lolo (70´), pero nada pudo hacer en la estocada final del ex malaguista (85´).

Una sentencia que no encontró reacción malaguista y que puede tener un efecto letal en la moral de la plantilla. Muchos contaban con los puntos de ayer, pero una vez más, se inmolaron por el camino. Ayer sí se quiso, pero no se pudo. Cosas del fútbol.