Cuántas veces no habrán oído lo de «no toques eso», o «ten cuidado de esto que corta». La de ocasiones en casa que habrán tenido que verse, lo mismo que a pie de calle, como incapacitados pero de etiqueta. Se colocan prejuicios a los más variados aspectos de la sociedad. A veces, el discapacitado permanente es aquel que en su hogar no recibe motivación alguna: «En muchas ocasiones tenemos que empezar este trabajo educando a los padres».

Quienes están al frente de un novedoso taller de cocina para los discapacitados psíquicos que pertenecen a la asociación Taller de la Amistad de Nerja se atrevieron a romper moldes en noviembre pasado. «¿Por qué no un taller donde aprendan a hacerse de comer?». La idea cuajó de inmediato entre la comunidad de profesionales que trabaja en el centro ocupacional. Y «con mucha calma» y toda la experiencia de una vida dedicada a la hostelería, Cristina Machain y Miguel Benítez, como voluntarios del colectivo, empezaron a encender los primeros fogones.

«Aprovechamos que este centro dispone de cafetería y en su cocina estamos completando el primero de los tres niveles que hemos marcado para completar el curso». Benítez explica ilusionado que quieren otorgar diplomas para la certificación de las clases. «Hasta les hemos repartido exámenes y se han esmerado para superar el nivel de conocimiento que se les había exigido».

Fue durante la última entrega de diplomas cuando se vivió una de las escenas más emotivas: «Uno de nuestros alumnos empezó a mirar hacia arriba, porque ha perdido a su madre y nos dijo que ella habría estado muy orgullosa viéndole así, con un diploma». Una veintena de integrantes del Taller de la Amistad saben ya preparar deliciosas pizzas de pan de molde, o postres como palmeritas o tartas de lacasitos.

Cada miércoles, de cuatro y media a seis de la tarde, se encienden los fogones sólo para ellos. «Lo más difícil es conseguir que mantengan la atención. Debemos tener a veces bastante paciencia. Pero, al final, merece la pena ver que progresan y que cada tres meses van a obtener su diploma. Demuestran mucho interés día a día por lo que se cocina», agrega la monitora Cristina Machain Las clases se prolongarán hasta el mes de junio, cuando con motivo de la entrada del periodo estival se interrumpan hasta otoño. «Los padres y madres al principio podían tener sus dudas, pero ahora ya están contentísimos, al ver que en casa su propios hijos preparan algunos platos muy originales», dice la monitora.

Una vía para la independencia

Un caso excepcional lo representan dos de los alumnos del curso, Nuria Mora y Antonio López. Aunque el grado de discapacidad varía de unos a otros integrantes del Taller de la Amistad, existen casos, con unas características muy concretas, que permiten la autosuficiencia plena. En ese marco se encuentra esta pareja, que con el visto bueno de sus familiares, empezaron a convivir bajo un mismo techo hace ahora seis meses.

Ella, 36 años, él, 37. «No es tan difícil como se puede pensar. Recomiendo que se aprenda a hacer de comer, porque es muy bonito y durante los fines de semana, que no estamos en el Taller, podemos preparar comida, sin tener que ir a un restaurante o pedirle las cosas a la familia», manifiesta Antonio López. Nuria subraya lo mucho que significa para su futuro el esfuerzo que demuestran Cristina y Miguel: «Son maravillosos».

Cuando cada miércoles terminan la sesión, uno de los instantes esperados por todos llega a continuación. Es el momento de la degustación de todo lo elaborado en esa jornada. Antes se ha desarrollado una fase teórica, para conocer, por ejemplo, los ingredientes. Después, manos en la masa, el trabajo en la cocina. Transcurridos cuatro meses, hasta quienes eran menos optimistas reconocen el gran éxito del curso.