Málaga se ha convertido, por derecho propio, por empeño y por ilusión, en una de las capitales culturales más importantes de nuestro país. La decidida apuesta por crear y mantener una oferta museística pujante y a nivel internacional y, en general, el mimo e interés con el que desde las diferentes instituciones cuidan sus programaciones culturales demuestran que, por fin, aquí, en Málaga, y ahora la cultura es una seña de identidad.

Curiosamente, todo vino de un fracaso: el de la lucha por la Capitalidad Cultural Europea 2016. En el lejano 2010 Málaga cayó sorprendentemente en la primera ronda, pero la lucha por la distinción europea había supuesto bastante: que, por primera vez, diferentes gestores, talentos y hombres y mujeres de la cultura, gentes que casi siempre trabajan en la soledad de sus aventuras más o menos personales, se reunieran para poner en común preocupaciones, ideas y ambiciones; que la cultura se colara en la primera línea informativa de la ciudad, abriendo las portadas de los periódicos al demostrar su valor económico, su posible condición de motor y que podría devolver con creces, no sólo en términos de imagen y fotos, las inversiones que en ella se hicieran. Así que se supone que teníamos que haber vendido un proyecto de ciudad a los habitantes de Bruselas pero, al final, conseguimos algo mucho más importante: nos la terminamos vendiendo a nosotros mismos, rompiendo esa deriva autodestructiva tan malagueña, la que nos llevaba por el fango del «si aquí no hay más que sol y pescaíto, para qué molestarnos». Con el Museo Picasso Málaga como gran vértice de la apuesta, el Museo Carmen Thyssen, el Centro de Arte Contemporáneo (CAC) y, en 2015, las aperturas del Centre Pompidou Málaga (primera sede fuera de Francia del icónico centro), el Museo Ruso (en una zona, Huelin, no precisamente caracterizada por su oferta cultural) y el ansiado Museo de Málaga (la vindicación de una lejana ambición ciudadana), Málaga tiene un parque museístico de un inopinado primer nivel.

Pero también hay vida más allá de las pinacotecas: por ejemplo, el Festival de Málaga Cine En Español sigue convirtiendo nuestra ciudad en la capital del audiovisual hecho aquí y allí (en Latinoamérica), potenciando cada vez más su elemento de encuentro industrial; además, las giras de artistas nacionales e internacionales que antes evitaban la Costa del Sol ahora recalan puntualmente aquí, sin olvidar varios festivales (Starlite, Weekend Beach, Ojeando, Rockin´ Race) que presentan carteles cada vez más atractivos y balances numéricos en crecimiento. Málaga suena, desde luego: y es que ésta es la tierra de algunos de los cantantes del momento, como Pablo López, Pablo Alborán y Vanesa Martín. Pero es que, por ejemplo, el escritor que más libros está vendiendo en España en este momento es un joven malagueño exasesor financiero, Javier Castillo. ¿Quieren más ejemplos de la pujanza cultural de nuestra provincia? Málaga se consolida como la quinta capital de España que destaca por la calidad e innovación de su oferta cultural, según se refleja en el Observatorio de la Cultura de la Fundación Contemporánea. Y se nos acaba el espacio...