Arte

Dadá es nombre de mujer

El coronavirus desbarató los planes del Museo Picasso Málaga, zanjando una exposición temporal sobre la icónica vanguardista alemana - Afortunadamente, la pinacoteca ha abierto una ventana digital en su página con una selección de sus obras comentadas, poemas, extractos de videos, fotografías y escritos hasta ahora inéditos en español para conocer exhaustivamente el corpus artístico y la vida de esta polifacética mujer

«Meret Oppenheim, 1980», retrato de Tomas Kaiser (Colección T. A. L., Hamburgo).

«Meret Oppenheim, 1980», retrato de Tomas Kaiser (Colección T. A. L., Hamburgo). / ARCHIVO MERET OPPENHEIM

Pepe Calvo

Un siglo después de su nacimiento, la artista berlinesa, Meret Oppenheim (1913-1985) es una destacada figura de las vanguardias, ejerciendo todavía hoy una gran influencia en el arte visual contemporáneo. Su maravillosa y emblemática obra, Le dejeuner en forrure, creada en 1936, cuando apenas tenía veintitrés años, se convirtió en un icono del arte internacional. Una completa retrospectiva tenía que haber ocupado las salas temporales del Museo Picasso Málaga pero el coronavirus lo desbarató todo. Ahora, la pinacoteca organiza la muestra online Meret Oppenheim. Reflejo de una época, un sabroso sucedáneo que satisfará a los connoisseurs e interesará a los neófitos. La cita, aquí: museopicassomalaga.org/meret.

Por medio de una selección de sus obras comentadas, poemas, extractos de videos, fotografías y escritos hasta ahora inéditos en español, Reflejo de una época muestra aspectos de Oppenheim que testimonian su concepción extensiva de la creación, que transciende al objeto y en la que integró la moda, el teatro, el carnaval, el cine o la poesía.

De familia liberal, su padre era un cirujano judío alemán, su abuela, Lisa Wenger, fue pintora y escritora, luchadora por los derechos de la mujer, un buen ejemplo para su nieta, que así mismo era sobrina del autor de Sidharta, Herman Hesse. Toda esta parentela la condicionaba a una formación plena de cultura.

De origen judío, a los veinte años Meret Oppenheim abandona Suiza, donde su familia se había instalado siendo muy pequeña, para ir a París a perfeccionar sus estudios de Arte. Allí, aterriza en Montparnasse, en la Place Blanche, el lugar donde se reúnen y exponen los surrealistas y dadaístas del París de las vanguardias, a Meret le parece un lugar sofisticado y muy interesante. Tiene decisivos encuentros con grandes artistas como André Breton, Picasso y su amante Dora Maar; se hace intima amiga de Giacometti y se convierte en modelo de Man Ray. Max Ernst se enamora locamente de ella, disfrutando de una relación breve pues ya había confesado que las relaciones monógamas no eran su punto fuerte. Meret era divertida, misteriosa, inconformista y promiscua, le gustaba experimentar en su lado sexual, anteponía su libertad y su condición femenina a cualquier otro requisito, por esta razón reconoció abiertamente su condición de bisexual.

Durante la primera mitad del siglo XX la contribución de la mujer al ámbito del arte solo se valoraba cuando hacía de modelo; Meret fue una excepción pues participó en ambos lados, como artista y como modelo de una histórica sesión fotográfica que realizó posando para el gran artista americano Man Ray, que investigaba en la solarización.

La imaginación de Meret Oppenheim se adscribía de forma natural al pensamiento dadaísta. Algunas de sus obras tienen rasgos de Marcel Duchamp y sus ready made. Por ello se la aceptó inmediatamente en el grupo de artistas y solía exponer junto a ellos en las exposiciones colectivas que programaban. Afianzó su estilo, perseverando en el trabajo con objetos, insistiendo mayormente en aspectos sexuales de contenido fetichista.

«Los objetos pueden tener texturas diferentes a las que les caracteriza». Con esta frase inicia una conversación con Picasso en el Café de Flore de París; el artista malagueño alababa sus pulseras forradas de piel que llevaba en su muñeca mientras ella miraba la taza y el plato que estaban sobre la mesa. Ahí nació su obra mas célebre que en un abrir y cerrar de ojos se convirtió en un icono para el movimiento dadaísta. El título de la pieza, que fue idea de André Breton, rinde un doble homenaje. A Manet y su Dejeuner sur l’herbe y a Sacher Masoch por su obra La Venus de las pieles.

Esa fama repentina supuso para la joven artista una carga y casi terminó por destruirla; por este motivo regresó, en 1937, a Suiza, con su familia, para sentir el suelo bajo sus pies y continuar trabajando lejos de convenciones estilísticas, rechazando cualquier tipo de etiquetas. Este regreso marcaría en ella el inicio de una crisis creativa que duraría hasta 1954, fue ese mismo año cuando regresó a París con sus viejas amistades.

En 1959 fue invitada por André Breton a participar en la exposición EROS Exposition International du Surrealisme, insistiéndole en repetir el Spring banquet que consistía en un banquete servido sobre el cuerpo de una mujer desnuda donde los invitados debían comer sin cubiertos, pero esta performance se transformó en algo completamente opuesto a lo que la artista había considerado en origen: un festín para hombres y mujeres. En esta ocasión, el cuerpo se había convertido en el objeto pasivo de un banal espectáculo voyeurístico para público masculino. Este hecho motivó una total y absoluta ruptura. Meret volvió a abandonar París, regresando a Berna con Wolfgang Laroche, su esposo, con quien se había casado en 1949. Desde entonces comenzó una actividad frenética que culminó con su primera retrospectiva en el Moderna Muset de Estocolmo en 1967. En 1982 gana el Berlin City Grand Art Prize y participa en la séptima edición de la Documenta de Kassel.

Torre

Poco antes de su fallecimiento, realizó por encargo del Gobierno Suizo una fuente que pronto se convirtió en uno de los iconos de la ciudad de Berna, una torre de ocho metros de altura coronada por una suerte de pequeño templo. Y que cuenta con la colaboración arbitraria de la naturaleza: la obra cambia a merced de la atmósfera, según la estación puede aparecer cubierta de moho o con un corsé de hielo. Llegando a asemejarse a un enorme monstruo verdoso o a una mariposa en su crisálida.

Cuando en 1975 recibió el premio Kunstpreis der Stadt Basel, en su discurso, al que volvería en mas de una ocasión, Meret Oppenheim hace un llamamiento a las mujeres para que demuestren con su modo de vida la no aceptación de los tabúes que las han mantenido subyugadas durante siglos: «Nadie va a regalarte la libertad, la tienes que conseguir tú misma».