Es infatigable, infinito, inabarcable. Nada ni nadie puede con Raphael. Tampoco, por supuesto, la pandemia. Destacaban algunas crónicas de su gira 6.0 que mientras a otros artistas el coronavirus y sus protocolos los ha empequeñecido, acorralándolos en el set acústico y la banda recortada, al de Linares ha producido un efecto contrario: «Centelleante superproducción (con macropantalla de vídeo como telón de fondo), tropa de una quincena de músicos y coristas y, sobre todo, él mismo, genio y figura, dando un puñetazo sobre la mesa en cada estrofa», escribió Jordi Bianciotto en su reseña de su recital de Pedralbes para El Periódico. Y el mito repitió la jugada anoche en la Cantera de Nagüeles, en su segunda cita con el Starlite Festival (la anterior fue el 5 de este mes de agosto), en la que demostró la genuina clave detrás de sus 60 años sobre los escenarios: el hambre siempre insatisfecha por cantar y contar a sus seguidores. Un dato: ¿cuántos cantantes ya no tan veteranos como Raphael sino jóvenes se emplean a fondo durante más de 2 horas (casi 30 canciones) en un concierto? Algo así está al alcance de muy pocos.
«Pensar en pequeño… ¿para qué? Siempre he pensado en grande, y fíjate que así es como se cumplen las cosas», argumentó el vocalista en una reciente entrevista con La Opinión de Málaga. Y así fue su concierto marbellí: a lo lo grande, sin parar, revisando un repertorio inmortal con la intensidad del que siente que debe demostrarlo absolutamente todo.