Música

713avo Amor: una leyenda que sí existió y que revive ahora

Carlos Desastre, Emilio Salvatierra y Antonio Acién incineraron el rock alternativo de los primeros años 90 con gritos dolorosos y sanadores como Nos cambiaron por pistolas. El sello malagueño Alone Records pule y rescata A veces el dolor los dos álbumes de un grupo intransferible, que quería «herir y abrazar en un grito» a todo aquel que lo escuchara

La banda malagueña 713avo Amor

La banda malagueña 713avo Amor / La Opinión

Víctor A. Gómez

Víctor A. Gómez

El culto en torno a 713avo Amor jamás se ha disipado, ni un ápice. El legado de la formación malagueña sigue siendo una de las aportaciones más insulares e idiosincráticas del rock independiente español de los primeros años 90, al que Emilio Salvatierra, Antonio Acién y Carlos Desastre (Carlos M. Valverde) tiñeron de poesía doliente y electricidad sanadora y catártica. La discográfica malagueña Alone Records se ha lanzado al encomiable empeño de rescatar sus dos álbumes, 'A veces el dolor' y, especialmente, su cumbre, 'Horrores varios de la estupidez actual', en ediciones remasterizadas, revisadas y aprobadas para la ocasión por la banda, con contenidos diseñados especialmente para la campaña. Saldrán en abril y supondrá una oportunidad indispensable para quienes vivieron, hace ya tres décadas, aquella explosión íntima, y también para los nuevos públicos, las generaciones abiertas al rock de corazón salvaje y que hasta ahora tenían difícil acceder a estos discos.

El próximo 2023 se cumplirán 30 años de la publicación de 'Horrores varios de la estupidez actual', y aún se escucha el grito de 'Nos cambiaron por pistolas', el tema por el que bastantes aún recuerdan a Desastre y los suyos. «En una sierra inhumana, nacimos mis dos hermanos y yo. De mamá sólo conocimos la cruz que había sobre su tumba, pero mejor hubiera sido conocer la de papá», comenzaba la canción, cruda, un estruendo que terminaba con el estremecedor «¿Por qué nos cambiaste por pistolas, papá? ¿Eh? ¿Por qué?». «Queríamos herir y abrazar en un grito a quien lo escucha, también abrazar en un llanto, en un temblor», recordó hace unos años Carlos, cantante, guitarrista y autor de las letras, sorprendido por «la intensidad» de aquel repertorio: «Me parece una obra que está viva y que genera un diálogo con lo que hoy nos rodea».

Desastre, establecido hace tiempo en México, donde continúa con sus aventuras musicales y literarias al margen de toda industria y canon, asegura que 713avo Amor eran «un cóctel de personalidades». Antonio y Emilio, compañeros en el Conservatorio Superior de Música de Málaga, venían de hacer post-punk con La Calle del Ataúd; Carlos era un estudiante de Filosofía y Letras, como Antonio. Se juntaron en 1988 para perseguir un rock primitivo, libre, poético y filosófico, que indagara en las miserias humanas en busca de una sanación profunda. «Nuestro máximo logro como grupo, desde el punto de visto musical, fue ser una unión de nuestras virtudes; por eso las canciones son tan buenas: suman talentos», aseguraba Desastre, quien siempre ha querido deshacer la leyenda de que la banda era un vehículo de expresión personal del también escritor: «El cerebro era más bien Emilio Salvatierra, que de nosotros era el que sabía tener la cabeza más fría; Antonio Acién era el alma sensible y palpitante, y yo, el hacedor incansable, el impulso de voluntad instintiva . El impulso, la mayoría de las veces, nacía en mí y se retroalimentaba y recreaba en los talentos de ellos dos».

'A veces el dolor', su debut de larga duración, sirvió para zanjar una etapa primigenia, más tentativa, la de sus primeras canciones. Pero sirvió para llamar la atención de quienes quieren escuchar, sufrir y sentir con la distorsión, especialmente en los conciertos del trío (el primero, en la Facultad de Derecho, en 1989): cuentan muchos que nadie en el rock estatal de la época ofrecía un show tan rotundo como el de los 713avo Amor, entre la intensidad de un recital poético a tumba abierta y la performance con guitarras y batería. «Rumba ruido rock» lo llamaron ellos mismos; «Poesía musical acaso se asemejaba más a un cútter romo y oxidado que a un objeto sonoro apto para melómanos», describió Antonio Martín. 

'Horrores varios de la estupidez actual', publicado en 1994 en Triquinoise, el sello frecuentado por Corcovado, Ajo y conspiradores de la experimentación eléctrica, fue el gran aldabonazo de Carlos, Antonio y Emilio. Pero al poco tiempo se separaron. El final fue una incineración, quizás un aquelarre: partipaban en el Concurso Villa de Bilbao y ofrecieron su último concierto. Antes de la actuación el trío decidió su ruptura pero también continuar con aquel show: no tocaron nada de su repertorio sino «cincuenta minutos sin descanso de catarsis musical hasta la extenuación mientras Carlos recitaba poesías», aseguran.

Llegarían después diferentes aventuras (fundamentalmente, Después de Nunca, una alianza entre Salvatierra y Desastre) pero siempre bajo la sombra de 713avo Amor, cuyo impacto se fue haciendo leyenda con el paso de los años. Pero aquello sucedió, fue verdad y marcó a muchos. Ojalá más todavía con las reediciones de Alone.