Entrevista | Imanol Arias Actor

«Espero poder descansar algún día pero ahora lo que quiero es hacer teatro»

El proyecto de 'Muerte de un viajante', que presenta mañana en Málaga, le llegó tras haber alcanzado la edad teórica de jubilación y después de celebrar veinte años de la popular serie 'Cuéntame cómo pasó'

Imanol Arias, caracterizado como Willy Loman, el protagonista de «Muerte de un viajante» | OKAPI

Imanol Arias, caracterizado como Willy Loman, el protagonista de «Muerte de un viajante» | OKAPI / efe. málaga

EFE

Aunque son los papeles en cine y televisión los que le han traído una mayor fama y reconocimiento, Imanol Arias vive de nuevo enganchado al teatro, una de sus mayores pasiones, y mañana presenta en Málaga, hoy y mañana, la adaptación de 'Muerte de un viajante' (Arthur Miller, 1949)

Comentan en el dossier de prensa de la obra que este es uno de los principales retos de su carrera, ¿siempre se dice eso?

Siempre se dice eso. Digamos que es el último, el presente, y es verdad que es mucho reto y que no ha sido fácil. Pero nace de un sentimiento que tengo con las cosas que quiero hacer por encima de todo. Si no es el reto más importante, es un reto muy consciente, un disfrute. Yo tengo ya la edad prácticamente de jubilarme. Los actores cuando nos jubilamos nos igualamos. Tú puedes ser quien seas y cuando te jubilas vuelves a ser lo mismo, que es cero, cero pensión o muy poca pensión, tienes que ventilártela. Yo espero algún día poder descansar, pero ahora lo que me sale es enfrentarme a ese cero y trabajar en lo que me gusta, intentar hacerlo, independientemente del resultado para mí, ahora lo que quiero hacer son obras de teatro.

¿De qué habla este viajante anacrónico?

Del fracaso, de la no autenticidad. Es un hombre equivocado que perdura. Tiene una especie de obsesión por no encajar lo que aprende. Tiene un lastre. Su propio oficio que está cayendo en una crisis porque empiezan a ser sustituidos por los famosos catálogos (...) Él se queda en la vieja historia, en el hombre que viaja en tren, que sube a su habitación de hotel, descuelga el teléfono y llama a sus clientes. Es querido, amado, apoyado. Eso se acabó y esa mentira no la consigue romper. Lo peor es que se la inculca a sus hijos y los hace unos fracasados. Es un malvado, un imbécil que aún encima les toma cuentas de su error, les imputa el error y les dice que no le echen la culpa a él.

La obra trata también los conflictos paterno-filiales y precisamente su propio hijo interpreta el papel de hijo de Loman. ¿Cómo ha sido trabajar con él?

Yo no he sido un padre ausente, nunca, pero he sido un padre un tanto peculiar. He sido un enfermo del oficio. Y seguramente habré causado mucha felicidad en la gente que quiero, pero también les habré causado algún problemilla porque estaba físicamente pero a veces no estaba. Yo me los llevaba conmigo. Una de las cosas hermosas de esta pieza es que yo estuve trabajando con Rubén Szuchmacher en Argentina y Jon (de niño) asistía a los ensayos y me corregía, como un asistente. Después de veintitantos años de eso es muy hermoso verlos trabajar. Toda esa ausencia, que era por el trabajo, ahora tengo el placer de hacerlo en presencia y vivir con mi hijo eso que me ha apasionado (...). Además, nunca me había sentido tan protegido por un compañero, tan cuidado como por mi hijo. Es una novedad absoluta, es un gozo. Yo he tenido dificultades, tengo poco tiempo, mucho trabajo y a mí ya me empieza a costar entrar en las cosas.