Historia de la música

McCartney y Wilson: 80 años de magisterio pop absoluto

El beatle y el beach boy, maestros sin parangón en el arte de construir canciones, alcanzan lacondición de octogenarios después tras casi seis décadas de una admiración mutua que alimentó una de las rivalidades más apasionantes del pop.Escrita por Brian Wilson para superar a los Beatles, God only knows sigue siendo la canción favorita de Paul McCartney

Paul McCartney y Brian Wilson, en junio de 2000, en la ceremonia del Songwriters Hall of Fame.

Paul McCartney y Brian Wilson, en junio de 2000, en la ceremonia del Songwriters Hall of Fame. / rafael tapounet

Rafael Tapounet

Los dos músicos más cualificados para reclamar el título de mejor compositor de canciones pop de la segunda mitad del siglo XX nacieron separados por dos días y un océano. James Paul McCartney vino al mundo el 18 de junio de 1942 en Liverpool. Brian Douglas Wilson abrió los ojos el 20 de junio de 1942 en Inglewood, California. Tendrían que transcurrir 24 años antes de que ambos se encontraran cara a cara, pero cuando eso ocurrió sus destinos ya estaban estrechamente vinculados: la ambición y la inventiva desplegadas por los Beatles en el elepé Rubber Soul habían inspirado a Wilson para componer y producir las canciones del álbum de los Beach Boys Pet Sounds, una de las cuales, God only knows, sigue siendo a día de hoy la pieza musical favorita de McCartney.

Sostenía Arthur Conan Doyle que el talento reconoce instantáneamente el genio. A mediados de los años 60, los Beatles y los Beach Boys se sabían rivales en la carrera por ensanchar las fronteras de la música pop, especialmente en los aspectos relacionados con la composición y el uso del estudio. La influencia circulaba en los dos sentidos: si la canción de Brian Wilson Girl don’t tell me, de 1965, lanzaba un guiño obvio a Ticket to ride, los Fab Four demostraron haber escuchado con atención a los californianos al grabar las armonías vocales del álbum Rubber Soul.

La aparición de este elepé en diciembre de 1965 constituyó toda una revelación para Brian, que, en su autobiografía de 2016 Yo soy Brian Wilson y tú no, lo definió como «el mejor disco de la historia». «Me envió directamente al taburete del piano», escribió. Después de escuchar de forma obsesiva Rubber Soul (en su versión estadounidense, que omitía cuatro canciones de la edición británica), el líder de los Beach Boys solo tenía un propósito en mente: superarlo y hacer «el mejor álbum que nadie hubiera grabado nunca». El producto de ese afán fue Pet Sounds. Con su sublime combinación de colores brillantes y sonidos inusuales, Pet Sounds cautivó instantáneamente a Paul McCartney y al productor de los Beatles, George Martin. «Cuando lo escuché, dije: Oh, Dios, este es el mejor elepé de todos los tiempos. ¿Qué vamos a hacer ahora? –relató Macca años después–. Se lo puse a John [Lennon] muchísimas veces, era imposible escapar de su influencia».

Tanto McCartney como Martin repitieron con insistencia que Pet Sounds había sido una fuente de inspiración decisiva a la hora de afrontar el totémico Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band, pero su impronta puede advertirse ya en grabaciones anteriores, como la balada de Paul Here, there and everywhere, del álbum Revolver. 20 días después de que este último disco llegara a las tiendas de Estados Unidos, Paul y Brian se vieron las caras por vez primera. Fue el 28 de agosto de 1966, en Los Ángeles, en una fiesta celebrada en la casa del expublicista de los Beatles Derek Taylor, que se había mudado a California y había empezado a trabajar para los Beach Boys. Wilson preguntó a Macca si le apetecía escuchar su próximo single, una apabullante sinfonía de bolsillo titulada Good vibrations. Paul quedó deslumbrado por la complejidad de la producción, pero no pudo evitar pensar que la canción carecía de la hondura emocional de Pet Sounds.

Cuando se produjo el segundo encuentro entre ambos músicos, el 10 de abril de 1967, era McCartney el que tenía cosas que enseñar. Un avance de Sgt. Pepper’s, nada menos. Toda la confianza que Brian había exhibido apenas ocho meses antes se había vendido abajo durante las caóticas sesiones de grabación del álbum SMiLE, un proyecto conceptual de ambición desmedida que había puesto a prueba el frágil equilibrio psicológico del beach boy. La aparición de Macca por el estudio no ayudó a mejorar las cosas. Después de brindarse a masticar un apio ante el micrófono para poner fondo sonoro a la canción Vega-Tables, Paul se sentó al piano y tocó She’s leaving home. Acto seguido, hizo escuchar a su anfitrión una copia en acetato de la mezcla final de A day in the life y, al acabar, le soltó: «Tienes que darte prisa con SMiLE. Nosotros ya estamos listos».

El final de la carrera

Muy poco después, Wilson decidió cancelar las sesiones del proyecto SMiLE, que en el universo rock pasó a ocupar un lugar de privilegio en el panteón de los legendarios discos inacabados. En un rincón de la torturada mente del músico californiano, la carrera entre los Beatles y los Beach Boys había concluido y tenía ganador. No era él. Cada vez más hundido en una ciénaga de problemas mentales y adicciones, Brian apenas reparó en el entusiasta homenaje que McCartney rindió a los chicos de la playa en Back in the USSR, canción incluida en el doble álbum blanco de los Beatles, de 1968. Pese a las dificultades, Paul intentó mantener siempre un hilo de contacto con su rival estadounidense aun en las peores épocas de postración psicológica de este. En el año 2000, cuando Brian fue incluido en el Songwriters Hall of Fame (el salón de la fama de los compositores), él fue el elegido para pronunciar el discurso de presentación. Dos años después, en una gala benéfica celebrada en el Hotel Century Plaza de Los Ángeles, ambos compartieron escenario por primera vez para cantar a dúo God only knows. La canción que en 1966 puso a Brian Wilson en contacto con Dios. La favorita de Paul McCartney.

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