El viaje sin fin de Cristóbal Toral hace parada en La Coracha

A pesar de que su obra no es formalmente rupturista, ni mucho menos, apenas hay artistas tan modernos, tan de hoy mismo, como Cristóbal Toral (Torre Alháquime, Cádiz, 1940), un hombre que ha hecho de la maleta, su capacidad simbólica y la manera en que nos plantea tantas preguntas, el gran leit motif de su obra: «Nunca se ha viajado tanto como ahora, y la maleta simboliza ese movimiento, ese ir nómada de un sitio a otro». El Ayuntamiento de Málaga, a través del Área de Cultura, trae por primera vez a Málaga, una exposición individual de Toral, 'La aventura creadora', que, a través de 70 piezas (algunas creadas ex profeso para esta exhibición) entre pinturas, ensamblajes, esculturas e instalaciones, pretende abarcar la trayectoria de un artista comprometido, capaz de pintar a Benedicto XVI siendo secuestrado por ISIS, colocar un retrato de Juan Carlos de Borbón en el basurero y también de observar la realidad con la sensibilidad y la nitidez necesarias para contemplar lo que ocultan. La cita, en las salas expositivas del CAC Málaga-La Coracha, hasta el 13 de septiembre.

¿Se imaginan cómo pintaría, por ejemplo, Velázquez de haber nacido en esta época? ¿Qué asuntos le interesarían, dónde pondría su mirada, cómo abordaría ciertos asuntos? El corpus artístico de Cristóbal Toral podría ser la respuesta a estas preguntas. Porque la creación figurativa de Toral se caracteriza, por un lado, por su fiel diálogo con los maestros clásicos (Velázquez, Rembrandt, Goya, Picasso…) y, por otro, por ser un contemporáneo que no ha dejado de observar y reflejar la historia: guerras, éxodos, emigrantes, terrorismo, las contradicciones entre libertad y seguridad...

El comisario de la muestra, Sebastián Gámez Millán, propone un viaje a la obra del tan gaditano como antequerano a través de ocho paradas: 'Paisajes de guerra y soledad' (con piezas como Éxodo de Ucrania, una instalación creada ex profeso para la exposción que muestra una bandera del país invadido compuesta de maletas), 'El último viaje' (pinturas en homenaje a Böcklin y una escultura acerca de la muerte), 'Mujeres e intimidad' (introspectivos y sugerentes desnudos de mujeres en habitaciones), 'Espacio cósmico' (bodegones à la Zurbarán pero con objetos en serena levitación), Emigraciones (el viaje sin fin en busca del nuevo horizonte), 'Terrorismo global' (con 'El secuestro del Papa Benedicto XVI'), 'Diálogo con los maestros' (Velázquez y Goya ilustrando temas del presente) y 'La vida en una maleta' (compendio vital y familiar de Toral a través de todo tipo de documentos). 

Choza

Cristóbal Toral vivió en una choza desde los 3 hasta los 18 años. Acompañaba a su padre, carbonero, en su trabajo con las encinas de la comarca de Antequera y su único mundo era la naturaleza, «sin niños ni nada». Allí se dio cuenta de que «el mundo es muy misterioso, complicado y con mucha dureza y a la vez de mucha belleza», justo lo que trata de abrazar en su arte, militantemente realista pero no por ello, digamos, fotográfico, superficial: su realismo está teñido de referencias oníricas y surrealistas que transportan cada una de sus obras a un universo que va más allá de la aparente sencillez del objeto representado. Que es más que un objeto, claro. Porque una maleta es más que lo que es ahora, es también lo que fue, lo que guardó y ahora ya no. Las maletas de Toral son las de los españoles que hace décadas vieron su futuro en Alemania, también las de los ucranianos que cruzan Europa para alejarse de Rusia o las de los subsaharianos muertos en Melilla. Las maletas de todos nosotros.

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