Pensamiento

Lomeña: «Necesitamos una verdadera tercera cultura donde se integren ciencias y humanidades»

El profesor de Filosofía malagueño Andrés Lomeña lanza 'Python para Filósofos', un volumen sobre las íntimas relaciones entre la programación y la filosofía. «No puedo entender cómo filósofos, sociólogos o politólogos pontifican sobre Inteligencia Artificial o algoritmos cuando no han lidiado jamás con uno», dice

El profesor de Filosofía Andrés Lomeña

El profesor de Filosofía Andrés Lomeña

Víctor A. Gómez

Víctor A. Gómez

Andrés Lomeña lo tiene claro: las disciplinas están para nutrirse y ayudarse entre sí. El profesor malagueño sigue en su empeño de filosofar desde la transversalidad, lo popular y la falta de prejuicios, como lo testimonian sus ensayos 'Filosofía a sorbos' y 'Filosofía en rebanadas' (ambos publicados por Almuzara), piezas breves que indagan en el significado de las cosas y las personas a través de series y películas. Lomeña prosigue ahora en la línea pero con un empeño, esta vez, más para connoisseurs y expertos, una divulgación más exigente, con 'Python para filósofos' (Marcombo, 2022), una propuesta sobre la necesidad de que la programación (Python es el sistema de programación más usado del mundo) y la filosofía dialoguen y se mejoren la una a la otra. «Lo que me ha movido a escribir este manual es la idea de transversalidad: no puedo entender cómo filósofos, sociólogos o politólogos pontifican sobre Inteligencia Artificial o sobre algoritmos cuando no han lidiado jamás con uno y desconocen cuestiones bastante más básicas como los bucles for, while o el condicional if», argumenta. 

Aclaremos conceptos para empezar. «Si por programación entendemos la capacidad de escribir un conjunto de instrucciones, casi todo cae bajo el paraguas de la programación, desde un diagrama de flujos a una receta de cocina. La programación es un potente imperativo: le dices al ordenador que haga esto o lo otro, con más o menos acierto. La filosofía, por su parte, trata en buena medida del logos, del pensamiento racional, de averiguar qué y cómo es la realidad, o por decirlo con términos informáticos, si ésta es computable», asegura el profesor. De acuerdo. Dice que su relación viene de lejos, ¿no? «Las primeras nupcias entre programación y filosofía se pueden remontar, como mínimo, a los pitagóricos y su relación con los números, y uno de los primeros divorcios se pudo dar con el fin del positivismo lógico y la posterior llegada de la posmodernidad, que se asocia con el relativismo extremo».

¿Puede ser más divertido un videojuego sobre el mito de la caverna que, por ejemplo, 'Metal Gear Solid'? Responde: «No, pero un estudiante primerizo nunca podrá programar un juego de semejante complejidad, mientras que con la ayuda de un buen manual o de un profesor de informática puede hacer un juego simple que, además, le ayudará a recordar y entender un concepto platónico que ha de estudiar durante el Bachillerato. Lo mismo se puede decir del dilema del tranvía: si explicas que este conflicto moral se resuelve fácilmente desde una perspectiva utilitarista o que no hay una buena solución desde una perspectiva kantiana, puede que los alumnos no entiendan nada. En cambio, si los estudiantes diseñan un juego donde tienen que decidir entre matar a una persona o a cinco, el conflicto moral está servido… y será un aprendizaje activo».

Andrés Lomeña es profesor de Filosofía, no un programador. Adentrarse en ese lenguaje desconocido le ha terminado abriendo la mente filosófica: «Me ha hecho tener muy presente el solo sé que no sé nada de Sócrates, así como respetar sobremanera a los informáticos». Guían al malagueño las palabras de colegas como Daniel Dennett: «Dennett afirmó que veía más interesante asistir a congresos de científicos que a los de sus colegas de profesión; para él la filosofía es el terreno especulativo que queda cuando aún no has hecho buenas preguntas. Lleva algo de razón. Necesitamos hacernos buenas preguntas y para ello necesitamos algunos conocimientos técnicos, aunque sean básicos. Pero algunos filósofos creen que con Aristóteles o San Agustín ya está todo dicho».

Sostiene Lomeña que la programación y la filosofía deben llegar a las calles. Deduzco que piensa que ahora residen en los despachos y habitaciones de los programadores y filósofos, seres, quizás sea un cliché, absortos en sí mismos y sus propias tribulaciones. ¿Cómo evitarlo? «El Programa Código Escuela 4.0., recientemente anunciado por el Gobierno, será insuficiente. Por falta de medios, por supuesto, pero hay otras razones. Por ejemplo, la robótica como asignatura está condenada a la intrascendencia si la convertimos en un burdo fetichismo tecnológico. Necesitamos una verdadera tercera cultura donde se integren ciencias y humanidades. Suena a broma pesada decir que los profesores de otros ámbitos y disciplinas pueden aportar mucho a la programación, pero es así». 

En el manifiesto que concluye 'Python para Filósofos' el autor propugna que la programación debería ser una nueva forma de albetización. Mejoraríamos como sociedad: «Pedirle a la programación informática que nos libere de la alienación sería demasiado. Pero es un tipo muy creativo de lógica formal, y la lógica nos enseña a argumentar, lo que podría ayudarnos a detectar las falacias de los discursos políticos, el marketing empresarial o el coaching espiritual». No es moco de pavo, desde luego.

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