Aniversario

Centenario de Eduardo Chillida: un artista único que trasciende al siglo XX

Hoy se cumplen cien años del nacimiento del escultor y, con ello, arranca un año de celebraciones

Luis Chillida junto a una escultura y una foto de su padre.

Luis Chillida junto a una escultura y una foto de su padre. / EFE

Ana Burgueño / EFE

Eduardo Chillida, como los grandes artistas, inventó su propio lenguaje y se erigió como uno de los escultores más importantes de la segunda mitad del siglo XX. Este miércoles habría cumplido cien años, un aniversario para reivindicarlo ya como un creador atemporal que trasciende a su época.

«No lo podemos encasillar en un tiempo. Como todos los artistas, está ahí y sus obras se quedan para siempre», remarca Luis Chillida, uno de los ocho hijos del escultor, presidente de la Fundación Eduardo Chillida-Pilar Belzunce, que habla del legado de su padre y de cómo seguir «poniéndolo en valor» para preservarlo.

Lo hace en una suite del Hotel María Cristina de San Sebastián, recién bautizada con el nombre del escultor vasco, de cuyas paredes cuelgan algunos cuadros con los reconocibles motivos de su obra gráfica y una alfombra también con sello Chillida. La familia está volcada en este aniversario, que celebrará con diferentes actos y exposiciones a lo largo del año y para lo que han contado con la complicidad de las instituciones. Ninguna ha fallado.

«Al revés. Ha sido una maravilla desde que empezamos a pensar en esta conmemoración cómo se iba sumando todo el mundo, cómo notabas el aprecio y el cariño que sentía la gente hacia él y hacia nuestra madre, hacia la obra que dejaron», destaca Luis Chillida, que nunca olvida mencionar a Pilar Belzunce y recordar que el trabajo de su padre no habría sido posible sin ella.

Pero el hijo del artista no cree que sea necesario hacer muchas cosas más que lo que ya se está haciendo para que se siga recordando a su padre en las décadas que están por venir. Simplemente «hay que seguir repensando lo que hizo, hablando de todos sus temas de pensamiento, de cómo trabajaba, de cómo afrontaba la vida... De su propia relación con lo que sucedía a su alrededor. Estos cien años dan para mucho», señala.

Su padre, que vivió 78 años, los comprendidos entre el 10 de enero de 1924 y el 19 de agosto de 2002, realizó más de 1.400 esculturas, así como dibujos y una destacada obra gráfica, fruto de las reflexiones de un hombre religioso y profundamente atraído por la filosofía para el que el tiempo, la naturaleza, el mar, la luz, el espacio y la materia fueron una constante referencia. Para él, «las cuestiones de fe» y sus «inquietudes como artista» estuvieron siempre «estrechamente relacionadas».

Eduardo Chillida, en su taller

Eduardo Chillida, en su taller / Chillida Leku

«Naturalmente, mi concepción del espacio tiene una dimensión espiritual, igual que tiene una dimensión filosófica. Mi constante rebelión contra las leyes de la gravedad tiene un aspecto religioso. Todo es cuestión de nomenclatura», decía el creador vasco, según recuerda la historiadora del arte alemana y experta en la obra de Chillida Christa Lichtenstern en el último volumen del catálogo razonado que reúne la totalidad de su obra escultórica.

Esta publicación, por cierto, es un instrumento fundamental para los estudiosos de su obra, mientras que para el conocimiento o el descubrimiento físico de sus creaciones hay que visitar el Museo Chillida Leku, situado en los terrenos de un antiguo caserío de Hernani, muy cerca de su San Sebastián natal. También hay un importante número de piezas fuera de los museos, encargadas por instituciones españolas y extranjeras, como la escultura instalada ante la sede de cancillería alemana en Berlín, y la que es su obra más emblemática, El Peine del Viento, la gran alianza que Chillida alcanzó con la naturaleza en el litoral donostiarra.

Su hijo subraya que esas obras «continuarán para siempre» y que su familia, también los nietos y sus descendientes, asumirán la «responsabilidad» de mantener viva su memoria, de continuar con una herencia como Chillida Leku, que ha vivido «distintas situaciones». Tras su cierre temporal ante la frustrada compra por parte de las instituciones vascas, su gestión fue asumida hace un lustro por la galería suiza Hauser & Wirth, lo que ha permitido abrir sus puertas a otros artistas. En este sentido, Luis Chillida considera cumplido el deseo de su padre de no convertir Chillida Leku en «un mausoleo, en algo quieto, inmóvil, donde no sucediese nada».