Tribuna

27-M: compromiso y teatro

El director de la Escuela de Espectadores aprovecha la cercanía del Día Mundial del Teatro, que se celebra mañana, para reivindicar que la representación escénica beba de sus orígenes y recupere la estética y la ética

Una sesión de Escuela de Espectadores en el Teatro Echegaray.

Una sesión de Escuela de Espectadores en el Teatro Echegaray. / Pedro Galán

Paco J. Corpas

E l 20 de marzo se celebra internacionalmente el Día Mundial de las Artes Escénicas para la Infancia y la Juventud. Un día en el que se apoya globalmente el derecho de todos los niños y niñas al acceso al arte de manera igualitaria, especialmente, a las artes escénicas. Y el 27 de marzo se celebra, desde 1961, el Día Mundial del Teatro, una iniciativa del Instituto Internacional del Teatro, organismo dependiente de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura. El primer mensaje del Día mundial del Teatro fue escrito por Jean Cocteau en 1962.

En la primera de las celebraciones, las niñas y niños siempre han convertido simbólicamente la realidad de sus acciones en un como si fueran ciertas, verdaderas, porque el juego es un como si cada cosa, cada situación de comunicación con los demás se convirtiera en una nueva realidad que expande sus ideas y expresiones, y eso es lo que hace el teatro, generar vida en un mundo sin fronteras y fronterizo, niñas y niños, jóvenes, adultos, mayores, todos en un mundo de vidas que se entrecruzan entre múltiples sensaciones, emociones, acciones. Realidad y ficción. No es virtual.

Es como si la niña, el niño, el actor, la actriz, la marioneta, el objeto, al jugar tratara de designar los efectos de la belleza: tensión, equilibrio, oscilación, contraste, variación, traba y liberación, desenlace. Todos ellos son funciones del juego, o también decir del teatro. Juego y/o Teatro que oprime y libera, que arrebata, electriza, hechiza, en un como si continuo.

En el caso del juego, éste está lleno de las dos cualidades más nobles que el hombre puede encontrar en las cosas y expresar, ritmo y armonía. En el Teatro está «la esperanza de que siempre se llena de vida, en tanto que los hombres sienten la necesidad de presentarse y mostrarse mutuamente como son y como no son y cómo deberían ser», escribe el dramaturgo alemán Tankred Dorst.

Creemos en el poder del teatro y la interpretación. Nos permite explorar ideas que amplían lo que vemos y entendemos a otras partes del cerebro, el corazón y el espíritu. Nos ofrece una conexión humana. Inspira fantasía e imaginación y trata temas imposibles con alegría y corazón. Implica a los jóvenes en un intercambio empático que permite la transformación individual y colectiva. Utiliza todas las inteligencias. Recurre a todos los sentidos para crear asombro. Y estimula a pensar.

En cambio, Sue Giles AM, presidenta ASSITEJ Internacional se pregunta también en su Manifiesto, «¿Cómo podemos seguir hablando del futuro del teatro y las artes escénicas en este mundo? ¿Qué importa al lado de la tragedia y la injusticia que nos rodea?». Los jóvenes y las familias que son víctimas de la guerra, el terror, los conflictos políticos y domésticos, la pobreza, la violencia, el desplazamiento y la falta de vivienda, la discriminación, ¿nos dejan espacio para disfrutar de las artes?

Jon Fosse, escritor y dramaturgo noruego, premio Nobel de Literatura 2023, autor este año del Manifiesto Internacional del Teatro, nos dice: «El arte no se expresa provocando que todo sea igual, por el contrario, nos muestra nuestras diferencias, aquello que es ajeno o extraño. Todo buen arte contiene precisamente eso: algo extraño, algo que no podemos comprender completamente y que, sin embargo, entendemos de cierto modo. Contiene lo enigmático, algo que nos fascina y por lo tanto nos lleva más allá de nuestros límites y así crea la trascendencia que todo arte debe contener y a la cual conducirnos.... No se me ocurre una mejor manera de unir los opuestos. Es exactamente el enfoque inverso al de los conflictos violentos que vemos a menudo en el mundo, que alimentan la tentación destructiva de aniquilar todo lo extraño, todo lo único y diferente, comúnmente utilizando los inventos más inhumanos que la tecnología ha puesto a nuestra disposición. Hay terrorismo en este mundo. Hay guerra, puesto que la gente tiene un lado animal que lo lleva a ver lo extraño como una amenaza a su propia existencia, en lugar de ver el fascinante enigma que eso representa. La guerra es la batalla contra lo que yace en lo más profundo de cada uno de nosotros: lo único. Y es una batalla contra todo arte, contra la esencia más íntima de todo arte».

Nuestra esperanza es la educación, la transmisión de las historias a través de la expresión verbal, escrita, corporal. La divulgación del arte como cultura viva que transforma conciencias y eleva el espíritu frente a la información como arma letal, al mensaje como dogma y el teatro como mero entretenimiento. Un teatro para niñas y niños como medio para la fantasía social, como escuela de la percepción, y experiencia de los sentidos. Un teatro que sirva para contar historias en el más estricto sentido de la palabra: érase una vez. Que genere en jóvenes y adultos una mirada reflexiva, un impulso para cambiar las malas maneras de una sociedad ignorante de su compromiso con la vida.

El fondo y la forma de la representación teatral contemporánea, deben incluir en sus propuestas la estética, pero también la ética, con valores y denuncias de la realidad que nos oprima. Ése debe ser el camino del teatro de este casi final del primer cuarto del siglo XXI, beber de los orígenes, y conformar una escena integral, amplificando las luces y las sombras de nuestra cambiante sociedad para que los espectadores, expectantes, atentos, vigilantes, interesados, deseosos, reencuentren la diferencia entre los poderosos y los débiles, los opresores y los oprimidos, entre la verdad y la mentira.

Ya lo hicieron o siguen haciéndolos creadores como Valle Inclán, García Lorca, Romero Esteo, Salvador Távora, Ricardo Iniesta, Rodrigo García, José Luís Gómez, Albert Boadella, Calixto Bieito, Juan Mayorga, La Zaranda, Alberto Conejero, Andrés Lima, Juan Cavestany, Nao Albert y Marcel Borrás, y tantos, tantos y tantos otros que se encuentran en esa ya larga lista de compromisarios del teatro contemporáneo en nuestro país, que indagan en la realidad más cercana y la confrontan con un lenguaje escénico a la altura de nuestros conflictos e intereses personales y sociales. Para que el teatro en este día de celebración llegue al público, y éste de un paso adelante como espectador y ciudadano activo, consciente, crítico y comprometido. El arte es paz.

TEMAS