Crónicas de la ciudad
La pirámide de Alcazabilla no encuentra repuestos
Esta atracción turística y cultural lleva meses con un llamativo parche tras la rotura de un panel lateral. Esperemos que no termine como la vergonzosa subida a Gibralfaro
En esta sección ya hemos tratado muchas veces el misterio arcano de una ciudad como Málaga, en la cumbre de su fama turística y que lleva unos 15 años -si no más- con nuestro Ayuntamiento tratando la concurridísima subida a Gibralfaro con el mismo mimo que si fuera un leproso en la Edad Media.
Comentaba hace unos días una fuente municipal que todo se debe a un ‘agujero negro competencial’ que provoca que la casa lleve tantos años sin barrer.
Y no sólo es el camino turístico: Los grafiteros que con sus malas artes ensucian los muros del Castillo de Gibralfaro ya saben que su obra puede permanecer largos años abochornando al visitante, pues las pintadas no desaparecen hasta que los rayos del sol no las eliminan, como ha podido constatar esta sección.
Porque, frente al tópico de que el circuito turístico de Málaga es el más cuidado de la ciudad, hay evidencias que lo desmienten.
La conclusión, al menos la del autor de estas líneas, es que en el Consistorio deberían reestructurarse las competencias para no permitir estas vergüenzas a perpetuidad y para dar una respuesta lo más corta posible a cualquier acción vandálica, desperfecto o problema en el circuito turístico de Málaga, del que a fin de cuentas viven tantas familias.
Carencias perpetuas podemos comprobar también en una calle cochambrosamente finalizada hace dos décadas y que sigue exhibiendo su precariedad pese a comunicar la plaza de la Constitución con Molina Lario y calle Císter. Hablamos de calle Santa María y su chapucero suelo deslizante pese a que fue horadado para aminorar el espectáculo.
En la misma línea, si el Ayuntamiento no le pone remedio llegará al año el tiempo que en la concurridísima calle Alcazabilla lleva rota la pirámide acristalada que cubre las antiguas piletas de garum.
Retirada la pieza de capa caída, en su lugar luce un parche metálico. ¿Acaso los hobbits de El Señor de los Anillos fabrican estas piezas de repuesto, de ahí la dificultad de que arriben a Málaga?
Porque tampoco se sabe si el parche terminará siendo a perpetuidad, como ha pasado en la misma calle Alcazabilla, ya muy cerca de la plaza de la Merced, donde las roturas del piso por el paso de los camiones terminaron propiciando un parcheado que le sienta a la calle como el barro a una chaqueta blanca.
Lo dicho, en Málaga falta una atención de la zona turística que no deje las cosas sin reparar durante meses o años, una supervisión al pie de la calle que arregle los contratiempos con celeridad para evitar el panorama actual de desgana burocrática.
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