Nórdica Libros

Días de Proust en Combray

Una cuidada edición ilustrada de Nórdica Libros en el centenario del autor, que nos introduce en ‘En busca del tiempo perdido’

Proust

Proust / Francisco Millet Alcoba

Santiago Ortiz Lerin

En los años precedentes al inicio de la Primera Guerra Mundial se publicó en Francia ‘Por el camino de Swann’, dividido en tres partes, ‘Combray’, ‘Unos amores de Swann’, y ‘Nombre de tierras: el nombre’, que a su vez componen el primer volumen de la extensa y reconocida obra de Marcel Proust ‘A la busca del tiempo perdido’, una de las grandes obras de la literatura francesa de principios del siglo XX.

Una década después de la primera publicación de ‘Combray’ falleció el autor en 1922, que siempre padeció de una débil salud por cuestiones respiratorias, y por ello, justo por cumplirse este centenario, Nórdica Libros seleccionó este texto con el que celebrar al autor mediante una esmerada edición con el dos veces Premio Nacional a la mejor traducción, Mauro Armiño, y las ilustraciones de Juan Berrio, Premio FNAC de novela gráfica, y que acompaña esta edición con ilustraciones de carácter costumbrista y paisajista.

Desde 1971, un siglo después del nacimiento de Proust, la pequeña localidad francesa de Illiers adoptó el nombre de Illiers-Combray, es decir, algo no tan atípico que los escritores en diferentes partes del mundo adopten topónimos literarios en sus obras, como García Márquez y su Macondo o Juan Carlos Onetti y su Santa María.

La época en la que vivió Proust fue la de la Francia del Caso Dreyfus, que acabó afectando a Émile Zola, aquella Europa de reyes hemofílicos, y de grandes imperios a punto de derrumbarse ruidosamente tras el abismo apocalíptico de una guerra química y de trincheras, pero Proust, podríamos decir, vivía en el mundo de sus recuerdos, los que convirtió en literatura con su discurso introspectivo, de carácter autobiográfico. El autor, una persona discreta, de procedencia burguesa, de la Francia intelectual, tenía una manera diferente de escribir a la de otros escritores, especialmente, los que en la misma década de su muerte comenzaron a publicar sus grandes obras, como Francis Scott Fitzgerald o Ernest Hemingway.

En aquella época polarizada entre la burguesía y los revolucionarios, Proust nos relata su propio mundo, de carácter onírico, tal y como comienza en ‘Combray’, el narrador tumbado en la cama recordando mil cosas, aunque un sujeto distinto al Oblómov de Goncharov, para quien su apego a la cama era más bien por apatía, el estereotipo denominado hombre superfluo. Pero en el caso de Proust es más bien bucear en sus recuerdos y en pequeños detalles. ‘Combray’, no obstante, es una lectura exigente. El narrador protagonista nos describe en esta obra su propia visión en este pequeño pueblo, y la fragilidad del personaje, que vivía en su mundo interior, respecto de una familia burguesa con unos rígidos códigos sociales.

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