Natalia Ginzburg: sublime retrato familiar

Acantilado recupera ‘Valentino’, uno de sus relatos -pequeño en dimensión, enorme en contenido- donde se vale de un simple retrato familiar para contarnos una historia épica, la vida misma fluyendo en el ámbito doméstico

Natalia Ginzburg

Natalia Ginzburg / Javier García Recio

Natalia Ginzburg apenas necesita setenta páginas para contarnos una historia excepcional. Es la profundidad y autenticidad de cada uno de sus personajes lo que hace de este relato, pequeño en dimensiones, enorme en su contenido, una pequeña joya literaria; una más de otras tantas que nos dejó Ginzburg. Y no crean que el tema es rebuscado o retorcido. No. Es un simple retrato familiar, con esas pequeñas guerras cotidianas que se libran en el seno de todas las familias. Ella parece contar una historia simple y común, pero cuando cerramos la última página percibimos que nos ha contado un historia épica, todo un mundo. Ese es su secreto, imposible de descubrir.

Es esa magia especial que destapa Ginzburg en cada uno de sus relatos lo que le convierte en excepcional. Es su forma de narrar que alimenta el sentido emocional de los lectores, lo que hace grande, muy grande a Natalia Ginzburg.

Hablamos aquí de ‘Valentino’, un relato breve e intimista, que data de 1947 y que acaba de reeditar Acantilado. Un retrato íntimo de familia, que siempre fue uno de sus grandes temas, de donde salieron sus mejores escritos.

Su estructura narrativa es original y genial, es la forma en que se cuenta la historia lo que hace que los lectores que se vean impulsados a identificarse empáticamente con diferentes personajes y en distintos momentos de la narración.

En una modesta familia italiana Valentino es el hijo en el que los padres han depositado sus expectativas. El padre imaginaba que Valentino se convertiría en un medico famoso y descubriría nuevas enfermedades, pero Valentino no parecía tener muchas ganas de ser un gran hombre. En la casa familiar viven Valentino, los padres y su hermana Caterina, la narradora. Valentino se aprovecha de su situación de privilegio y queda exento de contribuir al bienestar de la familia. Solo debe estudiar y aprobar la carrera de Medicina. Caterina trabaja y estudia para ser maestra; el padre trabaja, y también la madre. Hay otra hermana, Clara, ya casada y que vive una existencia tan pobre como la de sus padres.

Así están las cosas al comienzo de la novela. De pronto, Valentino anuncia que se casa y la novia, a la que lleva a la casa, no se parece en nada a las chicas con las que suele andar: Se llama Maddalena, «era bajita y gorda» y «fea como un demonio», le sudaba la nariz y tenia bigote. No es joven, le saca diez años y se desenvuelve con seguridad y determinación. Habla con el tono de quien está acostumbrada a dar órdenes. Tenía muchísimo dinero. Se casan, claro. Ella derrocha cariño y generosidad con la familia de Valentino, pero eso no logra disipar el rechazo que siente la madre por la mujer de su hijo. La madre juzga que el hijo se casa por dinero «y nuestra casa nadie había hecho algo solo por dinero» La pareja se va a casa de ella, una mansión de mucho lujo y parecía un sueño que Valentino viviese allí.

La mujer pronto se dio cuenta de que Valentino era un vago y un inútil que se quedaba en la cama mientras ella madrugaba para ir a sus tierras.

Maddalena percibe las grandes dificultades económicas que sufre la familia de su marido y comienza a ayudar desinteresadamente. Pero aún así la pena se lleva primero al padre y después a la madre. Caterina entonces, por el ruego de Maddalena, se traslada a vivir con ellos y se da cuenta del abismo que separa a Valentino y su mujer. Maddalena, además, no es la madre o la esposa ejemplar. Tiene a Valentino, tiene dos hijos, pero se pasa el día alejada de ellos, le basta con saber que existen, que están allí cada noche, cuando regresa. Caterina conocerá allí a Kit, un sobrino de Maddalena, con 40 años que no ejercía ninguna profesión, y se pasaba el día en casa con Valentino y contaba unas historias aburridas e interminables. Era vago e inútil como Valentino, pero noble y simple, sin pliegues. Cuando Valentino salía siempre lo hacía con Kit, no con la esposa. Cuando quiso conocer París y Londres fueron los dos solos.

Finalmente ella no aguantó más y el matrimonio se rompió y llegó la separación y con ella el descubrimiento del gran secreto que esconde la historia. Como en todo, también aquí Ginzburg es sutil y elegante, apenas diez líneas le bastan para descubrirnos el misterio que está en el corazón de la novela. Ginzburg derrocha maestría en la elección de las palabras.

Como Chejov, ella nos ofrece un ejemplo del encanto de su narrativa breve narrada con un lenguaje directo y hermoso, un lenguaje un lenguaje de tono intimista, que lleva a la complicidad del que lee. Todo un arte. También como Chejov, Ginzburg solo expone a sus personajes, no hace juicios morales sobre ellos. Los retrata sin censurarlos o apreciarlos.

‘Valentino’ es uno de sus relatos inolvidables -hay tantos- donde Ginzburg, desde lo minúsculo, nos describe lo grandioso; desde lo íntimo, lo universal.

Valentino

Autora: Natalia Ginzburg

Editorial: Acantilado

Traducción: Andrés Barba

Precio: 12,00 €