Servicio

Farmacias rurales: la atención sanitaria durante todo el día

Durante el confinamiento provocado por la pandemia, los boticarios llevan a cabo un servicio de reparto a domicilio para ayudar y proteger a sus vecinos más vulnerables

Patricia Guzmán, farmacéutica de Benarrabá.  | L. O.

Patricia Guzmán, farmacéutica de Benarrabá. | L. O. / Belén jiménez. Málaga

Belén Jiménez

La alegría de su tía Carmen por su trabajo en la botica de un pequeño pueblo de Jaén motivaron a que una joven Patricia hiciera las maletas para irse a un municipio de la Serranía de Ronda. Desde 2014, Patricia Guzmán lleva las riendas de una farmacia ubicada en Benarrabá.

Las farmacias en zonas rurales ofrecen el mismo servicio que cualquier otra farmacia: atender al usuario de cualquier problema que tenga con su medicación y su salud. Al tener consultas médicas con horas limitadas, estos boticarios son la principal figura sanitaria que siempre está en el pueblo. «El único sanitario que está las 24 horas somos nosotros», afirma Miguel Ángel Montero, un boticario que lleva 26 años ejerciendo en Serrato, un municipio de la Serranía de Ronda.

En pueblos tan pequeños las boticas se convierten en un lugar que guarda más allá de recetas, tratamientos y mascarillas. Los vecinos encuentran en las farmacéuticas a alguien con quien hablar, reír e incluso llorar. Desde resolver dudas sobre la actual crisis sanitaria hasta ayudarles a entender la factura de la luz. «La farmacia se convierte en consultorio, pero no solo de salud, sino de diferentes tipos», afirma Luisa Quintana, una boticaria de Alfarnatejo, un municipio de la Axarquía que el Covid-19 no ha pisado hasta la tercera ola.

Durante la pandemia, el papel de las farmacias rurales es imprescindible, destacando así la labor tan esencial que ejercen a diario. En este periodo, los farmacéuticos llevan a cabo un servicio de reparto a domicilio con el fin de ayudar y proteger a sus vecinos.

Miguel Ángel Montero, farmacéutico de Serrato.

Miguel Ángel Montero, farmacéutico de Serrato.

La incertidumbre de la crisis sanitaria no se ha quedado al margen de las boticas. «Al principio había mucho miedo, la falta de productos provocó que todo el mundo acudiera a la farmacia», afirma Pilar Tabuyo, una boticaria que se encuentra desde hace 10 años en Júzcar, un municipio de la Serranía de Ronda.

La falta de productos generó que algunos médicos de los municipios ayudaran a los farmacéuticos. «Durante el confinamiento, el médico del pueblo pasaba todos los días por la farmacia para darme un par de guantes», recuerda Luisa.

Los farmacéuticos rurales y el personal sanitario de los municipios mantienen una relación de cercanía con el fin de ayudar a todos sus vecinos. Las recetas ilegibles, las futuras citas y los tratamientos erróneos generan que los farmacéuticos rurales y el personal sanitario de los municipios estén en constante comunicación. Para Pilar Tabuyo, la relación con los médicos consiste en ser un equipo. «Es tal compenetración que somos uno solo», añade Miguel Ángel Montero.

Sin embargo, las farmacias rurales cuentan con muchos problemas. La viabilidad económica es uno de ellos. «Somos un servicio esencial, pero muchas veces nos vemos con el agua al cuello», afirma Luisa Quintana.

Luisa Quintana, farmacéutica de Alfarnatejo.

Luisa Quintana, farmacéutica de Alfarnatejo.

Luisa lleva siete años en Alfarnatejo, aunque confiesa que no esperaba durar tanto tiempo. La falta de ingresos y los altos costes provocan que las farmacias rurales tiendan a desaparecer, y con ello se desvanece una atención diaria. «No queremos una España vaciada de farmacias rurales», sostiene Miguel Ángel.

«De las ventas nocturnas en todas las farmacias de menos de 1.000 habitantes puede salir una media de 0,2 ventas al año», afirma Miguel Ángel Montero, que, además de boticario, también es vocal de Rurales del Colegio Oficial de Farmacéuticos de Málaga.

El 99% de la facturación de estas farmacias rurales pertenecen a tratamientos fijos, por lo que sus ingresos no son suficientes para solventar los gastos. «Entre el alquiler del local, el gasoil del coche y otros gastos como la luz suman muchísimo todos los meses», afirma Luisa Quintana.

Algunas de estas farmacias rurales son farmacias VEC (viabilidad económica comprometida), lo que significa que su facturación es mucho menor que la media de las farmacias. «A pesar de que contamos con una pequeña ayuda y otras pequeñas cosas que realizamos, no es suficiente», manifiesta Pilar Tabuyo.

A pesar de todas las trabas, estos boticarios rurales quieren seguir ayudando a sus vecinos, y harán todo lo que puedan para mantenerlo. «Lo único que pedimos es poder seguir ayudando a los vecinos, que es lo bonito de nuestra profesión», declara Miguel Ángel.