Memorias de Málaga

Las tertulias se acaban

Entre las antiguas tertulias que se celebraban en Málaga, una de las más curiosas era la de Los Solterones, formada por hombres solteros de variadas profesiones que se reunían en un bar frente al desaparecido Málaga Cinema

Tertulia en el restaurante El Chinitas, en una foto de 2001.  | L.O.

Tertulia en el restaurante El Chinitas, en una foto de 2001. | L.O. / Guillermo Jiménez Smerdou

Guillermo Jiménez Smerdou

Yo no he sido hombre de tertulias fijas, en las que se reúnen antiguos compañeros de colegio, de universidades, de la mili u otros acontecimientos que marcaron un hito en sus vidas. Esas tertulias tienen principio y fin. Me contaba un amigo que había estado años participando en la celebración anual de los que estudiaron y terminaron juntos el bachillerato. Hace tres años, me dijo, que de los cuarenta y tantos que empezaron juntos la tradicional comida con larga sobremesa, solo acudieron seis porque algunos habían fallecido, otros no sabían dónde estaban, tres estaban en residencias de ancianos, otro impedido... Ahora, me dijo mi amigo que vive en Madrid y supera los noventa años de edad, no hay ni cita, ni tertulia porque soy el único superviviente. Ya no hay nada que festejar.

Los solterones

Una tertulia sin sede, pero prestada, porque el grupo se reunía casi todas las tardes en un mismo bar, era una a la que los periodistas que frecuentábamos el Club de Prensa, le endosamos lo que sus componentes compartían: la soltería. Cariñosamente los identificamos como Los Solterones. Creo que uno de sus miembros – era maestro nacional - se casó poco después.

El lugar elegido era un bar situado en la esquina de las calles Casapalma y Méndez Núñez, frente al desaparecido Málaga Cinema. Aunque he hurgado en mi memoria no se conseguido recordar el nombre del establecimiento.

La elección del lugar de cita tenía su origen en la convicción de uno del grupo: «Por delante del establecimiento, a la caída de la tarde, pasan las mujeres más guapas, vistosas, alegres y simpáticas de Málaga, procedentes de la zona de Capuchinos, Ollerías y El Molinillo». Y para no perderse el gratuito espectáculo, allá se reunían los solterones que entre discusión y peroratas sobre San Agustín y otras menudencias, lanzaban la vista a las jóvenes que pasaban por delante de la terraza del bar camino de la calle Larios a pasear, una costumbre que el tiempo eliminó. Pasear por Larios a la caída de la tarde formaba parte de la vida de los malagueños.

Podría relacionar los nombres y apellidos de los integrantes de la tertulia; por razones de privacidad lo eludo y me inclino por una identificación más superficial. Uno era médico militar, otro funcionario de prisiones, un maestro nacional, un profesor de un Instituto de Enseñanza Media, un funcionario de la Junta de Abastos…

Uno era malagueño, había un leonés, otro granadino, un antequerano, otro castellano (de Valladolid creo recordar)… Todos ellos, aparte de la tertulia vespertina para alegrar la vista del mujerío de paso, eran socios del Club de Prensa.

Ya no vive ninguno de los solterones (eran mayores que yo); el Hospital Militar ya no existe y en su lugar está el Pascual, la cárcel es un edificio en espera de destino, la Junta de Abastos afortunadamente desapareció, el Málaga Cinema fue demolido, el Club de Prensa también cerró… y las mujeres más guapas de Málaga seguirán siendo las del Molinillo y Capuchinos aunque no vayan a la caída de la tarde a pasear a la calle Larios porque ya no se lleva la costumbre y el café innominado cerró hace muchos años.

Como todos eran hombres formados y preparados, la reunión surgió para debatir sobre todo lo divino y humano, y entre los avances de la Medicina, la Educación, la Ética…, echaban miraditas a grey femenina.

Manolo Alcántara y los suyos

Creo que solo hay un superviviente de la tertulia semanal que teóricamente presidía el gran Manolo Alcántara, poeta, columnista, experto en boxeo (fue cronista de numerosas veladas de medio mundo) y conversador incansable con una ginebra por delante.

El único superviviente no vive en Málaga aunque frecuentaba nuestra ciudad. Era – es - el director de cine José Luis Garci.

Los asiduos eran los hermanos Adolfo y Fermín Durante, Francisco del Río Indart, Aguilera… y en los últimos tiempos Alejo Jesús García, periodista, que al jubilarse retornó a sus raíces malagueñas porque había nacido en Alhaurín el Grande.

Todos eran grandes tertulianos que entre copa y copa y jamón de pata negra comentaban la actualidad y lo que encartara. Yo los conocía a todos menos a Garci, al que admiraba por su trayectoria cinematográfica.

Cada semana elegían un lugar de la capital o se iban a Frutos a disfrutar de una buena cena.

Uno de los integrantes, cuyo nombre eludo, cuando llegaba tarde a la cita y descubría que sus amigos ya estaban con la copa en la mano y disfrutando del buen jamón, lo primero que decía era: «Ahora, pagad todo lo que habéis consumido hasta el momento, y empezamos de nuevo».

Y todos aceptaban la exigencia del rezagado amigo… y lo practicaban periódicamente.

La Revíbora

En todas las farmacias y boticas existe un lugar que tiene nombre propio: rebotica. Es un recinto al que no tiene acceso el público; sirve para descanso y desahogo del farmacéutico, aparte de almacén de productos farmacéuticos. Por tradición, la rebotica servía además para celebrar pequeñas tertulias a las que asistían amigos y compañeros del boticario. En Málaga concretamente hubo más de una tertulia en reboticas, costumbre que imperaba en la capital y pueblos de la provincia.

Tengo en nebulosa la existencia – yo era un niño - de una farmacia que había en la plaza de la Constitución. Creo que en los primeros días de la Guerra Civil -1936- fue saboteada e incluso quemada. Antes de este trágico final, en la rebotica se reunían con el titular amigos que compartían algunas horas de la tarde para hablar.

Se decía que los integrantes de la tertulia hablaban mal de todo el mundo, que no dejaban títere con cabeza, que eran inflexibles a la hora de juzgar el comportamiento de cualquier figura de la política… y con respecto a las mujeres el no va más en las acerbas críticas.

Como muchos malagueños conocían de lo que se hablaba y cómo se hablaba de los demás, un desconocido le buscó y acertó a darle el nombre adecuado a la tertulia de la botica de la plaza de la Constitución: La Revíbora.

Unió la primera sílaba con la palabra víbora en su segunda y tercera acepción: persona con malas intenciones y persona mordaz, murmuradora y maldiciente.

De aquello no queda nada, ni el mancebo, cuando en las farmacias era insustituible el joven que ayudaba al farmacéutico, puesto hoy ocupado por auxiliares de Farmacia con la debida formación; y si me refiero al mancebo es porque todavía puede vivir para contar lo que fue la Revíbora.