Doña Lola cumple un siglo

La malagueña Lola Giménez Reyna celebró el pasado sábado los cien años de vida, después de haber pasado el coronavirus. Hija del ingeniero que construyó el Pantano del Agujero, el Puente de la Aurora y Ciudad Jardín, cree que el secreto para cumplir tantos años es mirar siempre el lado positivo de la vida. "La vida es preciosa, yo no quiero morirme", confiesa esta malagueña, que vive en una residencia de ancianos del Limonar y que se vacunó de la Covid-19 a primeros de año

Lola Giménez Reyna, ayer en la residencia del Limonar, acompañada por su sobrina Ana. La malagueña tiene 33 sobrinos

Paula Guardián

Alfonso Vázquez

Alfonso Vázquez

«Del coronavirus ni me enteré», reconoce Lola Giménez Reyna (Málaga, 1921). El pasado sábado esta afable y conversadora malagueña, nacida el año del Desastre de Annual, celebró el siglo de vida en el Limonar, 40 acompañada por unos pocos familiares.

Llega a los cien años después de pasar la Covid en 2020 y de vacunarse contra el virus a comienzos de año. «Nunca he tenido una gran enfermedad. Los disgustos que he tenido han sido el ir perdiendo la familia, pero la vida la he pasado muy bien, dándole gracias a Dios», confiesa.

A su juicio, uno de los secretos para cumplir tantos años es mirar la vida por el lado positivo, «y cuando hay algo que me sale mal pues se lo ofrezco a Dios y me tengo que aguantar», explica.

Doña Lola, que vive en una residencia de ancianos del Limonar, es hija del recordado ingeniero de Caminos Manuel Giménez Lombardo, el creador del Pantano del Agujero, los puentes de la Aurora y Armiñán y del barrio de Ciudad Jardín, aunque falleció cuando ella sólo tenía 9 años, al ser la más pequeña de 11 hermanos. Uno de ellos, por cierto, fue el arqueólogo Simeón Giménez Reyna, el descubridor del Teatro Romano. Lola es además sobrina del pintor Antonio Reyna Manescau.

Doña Lola, que se vacunó a comienzos de año de la Covid-19, celebró el siglo de vida el pasado sábado, en Limonar, 40 con unos pocos familiares

Doña Lola, que se vacunó a comienzos de año de la Covid-19, celebró el siglo de vida el pasado sábado, en Limonar, 40 con unos pocos familiares

De su infancia recuerda pinceladas como el santo de una prima que celebraron en los desaparecidos Baños de Apolo, en La Malagueta. «Había una habitación especial con esteras que bajabas directamente al agua, era muy bonito», destaca.

Y tampoco se le olvida cuando subía al tranvía para ir al Colegio de Barcenillas y pasaba por la estrecha calle Granada. «Estaba prohibidísimo que sacáramos las manos pero me encantaba tocar las paredes», sonríe.

En el Limonar vivió en Villa Suecia y todavía recuerda la quema de chalés en el arranque de la Guerra Civil y cómo pilló la sarna en la posguerra. Precisamente con algunos de sus hermanos transformó Villa Suecia en un acogedor hotel. Además, durante su vida viajó mucho, en ocasiones, en coche por toda Europa.

En la actualidad, aunque la vista y el oído le fallan, cuenta que le gusta estar al día y seguir las noticias. En la residencia, explica, «como de todo y yo misma me arreglo y me visto».

Lola Giménez reconoce que nunca imaginó llegar a los cien años, pero ni por un momento piensa en dejar de disfrutar: «La vida es maravillosa, yo no me quiero morir», subraya. Por eso, cuando el periodista le pregunta si piensa ya en los 101 años responde: «Me apunto a los 105».