Memorias de Málaga

Cada uno con su lengua a cuestas

El manejo de las lenguas que se hablan en España y las que se hablan fuera de ella da lugar, a lo largo de una larga carrera periodística, para muchas anécdotas, algunas con personajes como Pujol o Aznavour

Concierto de Charles Aznavour en el Starlite de Marbella en 2016.

Concierto de Charles Aznavour en el Starlite de Marbella en 2016. / Guillermo Jiménez Smerdou

Guillermo Jiménez Smerdou

La defensa de algunos nacionalistas de su propia lengua –catalán, euskera, gallego o cualquier otra lengua o dialecto de los hay en nuestro país, España- me parece loable y digna de aplauso. Pero cuando se llega a extremos de exigir que en el Parlamento y en el Senado haya traductores para que cada uno hable la lengua de su autonomía o región, me parece descabellado y me pregunto ¿en qué idioma hablan en una entrevista entre el presidente del Gobierno y el presidente de una comunidad autónoma con lengua propia?

Yo respeto todas las lenguas hispanas porque cada uno empieza a hablar en el idioma de su madre, de su padre o de su tata o de la institutriz que sus progenitores eligieron para que aprendieran una segunda o tercera lengua al mismo tiempo.

Cada uno con su lengua a cuestas

Cada uno con su lengua a cuestas / Guillermo Jiménez Smerdou

Si el recién nacido nace en Zamora y sus padres son zamoranos, lo normal es que sus hijos aprendan el idioma con acento zamorano. Y si sus padres son andaluces, pues otro tanto de lo mismo. Con el tiempo algunos mejoran el acento y otros asumen su acento sin avergonzase o sentirse inferiores.

Hubo un tiempo, no muy lejano, en que para ser locutor de Radio Nacional de España tenía que hablarse un español destilado, como el agua, sin el menor deje o acento. Yo, cuando empecé precisamente en Radio Nacional, no podía leer mis escritos y crónicas; hasta escribía las preguntas que había que formular o hacer a la persona que iba a entrevistar. Un locutor se encargaría hacerlo. Mi voz no era radiofónica; bueno, ni lo era ni lo es ahora.

Cada uno con su lengua a cuestas

Cada uno con su lengua a cuestas / Guillermo Jiménez Smerdou

Cuando era honorable...

Cuando el señor Pujol era presidente de la Generalidad catalana, y ostentaba el tratamiento de ‘honorable’ (se lo quitaron al parecer por ser menos honorable) se desplazó a Málaga-Costa del Sol para participar en un acto que creo que organizaron los periodistas gráficos de Málaga.

Yo era entonces redactor de Radio Nacional de España en Málaga, pero el nuevo director, Juan Antonio Rando, derogó, digamos, la norma de reservar a los locutores la tarea de hablar por el micrófono. Ya podíamos entrevistar sin intermediario.

El director de Radio 4, dependiente de Radio Nacional, le pidió al director de Málaga, que un redactor entrevistara al señor Pujol. Al parecer era más fácil entrevistar al honorable fuera de su tierra porque los compromisos de la agenda diaria de la Generalidad dificultaban cualquier entrevista.

Total, que me trasladé al complejo Alay en Benalmádena para cumplir el encargo… con un ruego especial: que yo le preguntara en español y que el entrevistado contestara en catalán.

Y así lo hice corriendo el riesgo de que en el curso de la entrevista yo preguntara algo a lo que había respondido en una anterior pregunta.

Me pareció lo más estrambótico del mundo; pero yo era un mandado; quien manda, manda.

Charles Aznavour

En mi larguísima lista de personas entrevistadas nunca se me dio un caso parecido, salvo cuando entrevisté al famosísimo Charles Aznavour, que vino a la inauguración del Hotel El Pinar. Tuve el privilegio de tener como traductor a don Juan Jiménez Lopera, el hombre más rico de Málaga en aquel entonces. Yo hacía la pregunta en español, Jiménez Lopera se la traducía al francés, Aznavour la respondía en francés, Jiménez Lopera me la pasaba al español…

Del francés que estudié en el bachillerato con un maestro no nativo, recordaba palabras, la conjugación de varios verbos y cuatro frases. Nunca gocé del privilegio de tener un profesor nativo en el bachillerato.

Traducciones a gogó

En los informativos de las radios españolas se ha impuesto la norma de recoger las primeras palabras de los personajes extranjeros en su idioma y, bajando el sonido, traducir lo que está diciendo para que nos enteremos todos, hable en inglés, alemán o finlandés.

Pero esta norma llega a extremos ridículos cuando el personaje de la información se expresa en gallego… y un traductor nos traslada al español lo que está diciendo; si el personaje o ‘personaja’ es oriundo (a) de la autonomía catalana, otro tanto de lo mismo.

En cambio, los vascos son más prácticos: no emplean el vascuence o eusquera. Hablan en perfecto español o castellano y nos enteramos todos sin necesidad de traductor.

En algunas ocasiones, por falta de tiempo, del testimonio se recogen tan pocas palabras que mejor es no darlas. En la información del extranjero que se expresa en su lengua, al oyente solo llega «die verzögerung», «merci beaucoup», o «economic and social»... Ridículo. Pero es lo que hay.

Y cuando la entrevista o la información me llega a través de la televisión, bien en directo o bien grabada, lo que priva es, como en las películas en versión original, subtitular lo que dice.

Si es un extranjero, yo leo lo que dice; si el parlante es de una comunidad autónoma y se expresa en su lengua, no me tomo la molestia porque si quiere convencerme de lo que dice, que lo exprese en español con independencia de si su lengua es oficial o no. Y vuelvo a los vascos…, que lo hacen en español porque es la única salida que tienen para transmitirnos sus deseos, ansias, triunfos, reclamaciones…

Recuerdos de un locutor

Entre mis compañeros y amigos de Radio Nacional de España en Málaga había un locutor que pese a ser malagueño y educado en Málaga, hablaba un castellano perfecto.

Precisamente ganó las oposiciones a locutor porque era seguro, sin rozar una palabra, vocalizando a la perfección, entonación neutra… Pronunciaba reloj marcando la jota; abstención, psiquiatra, barlovento –diferencia clara entre la B y la V-, pausas en las comas, puntos y puntos y aparte… Un día, leyendo mi crítica cinematográfica de la película ‘Bajo el cielo de Asturias’ le ‘cacé’ en un fallo. En lugar de leer ‘paisaje asturiano’ le oí decir ‘paisaje astauriano’. Cuando terminó la lectura, le dije: Ricardo, no es ‘astauriano’; es asturiano. ‘Perdona -me respondió- he leído lo que pone ahí’. Y me mostró el folio que le di a leer. Efectivamente el error había sido mío: escribí ‘astauriano’ en lugar de asturiano. Hasta ese punto llegaba su fidelidad a los textos que se le pasaban para su lectura.