Malagueños en el Ártico

Por fin volvemos al Ártico

Carlos Jiménez, catedrático de Ecología de la Universidad de Málaga y director del Departamento de Ecología y Geología publicará por entregas en La Opinión de Málaga el diario de una nueva campaña de investigación en el Polo Norte, desde la base de Ny-Alesund en el archipiélago noruego de las islas Svalbard - El objetivo es doble: finalizar anteriores experimentos sobre las algas del Ártico y el cambio climático y un segundo sobre los aportes de nitrógeno y fósforo al fiordo desde tierra por erosión

Vista del frente de un glaciar desde un avión bimotor a hélice rumbo a la base científica

Vista del frente de un glaciar desde un avión bimotor a hélice rumbo a la base científica / Carlos Jiménez

Carlos Jiménez

En estos tiempos de pandemia, la investigación científica también se ha visto profundamente afectada. El confinamiento, las restricciones a la movilidad, las limitaciones a los viajes al extranjero, la obligación de estar vacunado con las dos dosis contra la Covid-19 que imponen muchos países, etc., han hecho que desde agosto de 2019 no pudiéramos volver al Ártico a continuar con nuestro trabajo sobre el terreno.

Finalmente este mes de septiembre de 2021 hemos podido volver a Svalbard (Noruega). Aquí, en el paralelo 79 Norte, a apenas mil kilómetros del Polo Norte geográfico, el coronavirus no ha llegado. Afortunadamente no se ha informado de ningún caso en esta base científica de Ny-Ålesund desde el inicio de la pandemia, por lo que disfrutamos de una libertad que hace tiempo que en otros lugares de Europa no existe aún: estamos sin mascarilla todo el tiempo.

En más de una ocasión hemos tenido que retrasar este viaje; España se encuentra aún entre los países considerados como de riesgo por el Reino de Noruega, por lo que la obligación de estar vacunado con las dos dosis contra el Covid-19 ha sido clave para determinar el momento preciso para nuestro viaje.

Carlos Jiménez (derecha), con un compañero de expedición en 2017. | LA OPINIÓN

Carlos Jiménez (derecha), con un compañero de expedición en 2017. | LA OPINIÓN / carlos jiménez. málaga

Hace apenas un par de meses los viajeros (científicos incluidos) tenían que pasar una cuarentena de al menos 10 días en un hotel próximo al aeropuerto de llegada, y someterse a varias pruebas PCR antes de poder continuar viaje. Para nosotros esto implicaba un tiempo y unos recursos económicos preciosos (varias PCR y al menos 10 días recluidos en un hotel en pensión completa hicieron que retrasáramos la campaña de investigación).

Después de un vuelo desde Málaga a Oslo, de hacer noche en esta ciudad, y de dos vuelos más, pasando por Tromsø, llegamos a Longyearbyen, la capital del archipiélago de Svalbard. Tuvimos que mostrar nuestro pasaporte Covid cuatro veces a lo largo del viaje, quedando así registradas todas nuestras entradas y salidas.

En la base científica de Ny-Alesund, en la actualidad ocupada por 69 personas, la mitad científicos, no se ha registrado en lo que llevamos de pandemia ningún caso de Covid, así que se trabaja sin mascarilla

Longyearbyen nos recibió con un cielo despejado, de un bonito azul celeste, pero a tan solo 2 grados de temperatura. Los treinta y tantos grados de Málaga de los primeros días de septiembre y el terral quedaron atrás, pero, pasar a estar a solo 2 C era un cambio importante. Nos llamó la atención la escasez de nieve. No es la primera vez que viajo a Svalbard en septiembre en los últimos 20 años, pero debe de ser la vez que menos nieve he encontrado. Apenas algunos neveros en las cumbres de las montañas y en las zonas más umbrías. Después de una escala de unas dos horas retomamos el viaje, esta vez en un bimotor a hélice. En total doce pasajeros, entre ellos franceses, suecas e italianos.

El vuelo de Longyearbyen a Ny-Ålesund fue sencillamente espectacular. Tras cruzar el Isfjord en dirección norte, sobrevolamos durante unos 20 minutos varios glaciares, a apenas unos pocos cientos de metros sobre su superficie, hasta llegar al Kongsfjord, donde se encuentra la base científica. Las restricciones a los viajes internacionales han motivado que en este momento solo seamos 69 personas en Ny-Ålesund, de los cuales apenas la mitad somos científicos y el resto personal de mantenimiento, de cocina, administración, etc. De los 2 C de Longyearbyen bajamos a 0 C.

Doble objetivo

En esta campaña de investigación tenemos un doble objetivo: finalizar con los experimentos de nuestro proyecto sobre la estacionalidad de la respuesta de las algas del Ártico al cambio climático e iniciar una nueva línea de trabajo sobre los aportes de nitrógeno y fósforo al fiordo desde tierra por erosión (el nitrógeno y el fósforo son nutrientes esenciales para las plantas, sean algas o sea cualquier árbol de nuestros jardines o plantas de nuestras macetas), así como la caracterización radiológica de los suelos de esta parte del Ártico.

En este primer artículo quiero agradecer al Vicerrectorado de Investigación y Transferencia de la Universidad de Málaga a través de los Servicios Centrales de Investigación por su incondicional apoyo, así como al prof. José Damián Ruiz Sinoga, catedrático de Geografía Física y director del Instituto de Geomorfología y Suelos de la UMA, por poner a nuestra disposición su equipamiento y colaborar con nosotros en esta nueva línea de investigación. Igualmente al Servicio de Prevención de la UMA por las exhaustivas pruebas médicas que nos realizaron para así cumplir los requisitos impuestos por el Alfred Wegener Institute de Alemania (la institución que nos acoge en su Estación Koldewey) y al Área de Educación Física y Deportiva de la Facultad de Medicina de la UMA.

En futuros artículos relataré nuestros progresos y vicisitudes en un entorno tan diferente al que estamos acostumbrados como el Ártico. Ya adelanto que a los dos días de llegar la sensación térmica se desplomó hasta los 13 C bajo cero, lo que complica enormemente el trabajo en tierra y en el mar.

¡Hasta dentro de poco!