Entrevista | Moncho Borrajo Cómico y escritor

«El humor es un regalo del cerebro, no se compra ni se aprende leyendo libros»

Moncho Borrajo ha viajado a Málaga para firmar en la Feria del Libro y presentar su última publicación, ‘34 mujeres y un suspiro’, una obra compuesta de relatos independientes en la que el autor cuenta las historias de 34 mujeres

Moncho Borrajo firmando en la Feria del Libro de Málaga.

Moncho Borrajo firmando en la Feria del Libro de Málaga. / A. G.

Alicia González

Moncho Borrajo, a quien en 50 años nadie ha sido capaz de imitar, da a La Opinión de Málaga pinceladas sobre su nuevo libro y sobre su manera de entender el humor.

¿Cómo llegó a ser cómico? ¿Cree que es algo que se lleva dentro?

Yo empecé en el colegio, porque llevaba gafas desde los cinco años y siempre fui un poco «arma danzas», como no podía practicar los deportes que hacían los demás , pues siempre fui el más gracioso y el más simpático. Siempre fui un niño un poco especial, porque además luego descubrieron que era superdotado, según los médicos. La gente piensa que cuando uno es superdotado lo es para todo y es mentira, solo es superdotado para unas facetas de la vida, pero en otras no. Siempre escribí desde pequeño, hacía poesía. Después en la universidad, cuando me fui a Valencia a estudiar arquitectura, cantaba canción protesta con mi guitarra. En los sitios, como era la época de Franco, cuando aparecía un policía se encendía una bombilla. Entonces dejaba de cantar y me ponía a contar chistes. Al final acabaron yendo a verme hacer comedia en vez de para escuchar las canciones. A partir de ahí fue continuar poco a poco. Además mi tipo de humor es muy característico, me gusta más emplear la palabra cómico porque creo que me define mejor. El humorista se centra en el concepto de hacer reír. Yo tengo mucho de Chaplin, Groucho, Cantinflas... Utilizo la ternura para contrarrestar la parte agresiva que puedo tener de crítica social. En 50 años nadie me ha imitado, supongo que eso significa que soy un poco especial.

¿Piensa que ahora se miden más las palabras a la hora de hacer humor?

Yo sigo siendo totalmente libre e independiente, porque ya bastante censura hemos tenido. Lo peor de la censura no es que te censuren otros, lo peor es la auto censura. Parto de la base de que cumplo ahora este mes que viene 72 años, 50 en el mundo del espectáculo. En un país como el nuestro no es fácil, porque aquí tendría que haber una «Santa María de la Envidia». Además, en el mundo de la política no tienen sentido del humor, no entienden el humor como crítica social. Yo soy una persona que nunca he hecho bromas de cojos, minusválidos… jamás. Yo siempre me he metido con el pijo, el nuevo rico, el prepotente, el político. Yo creo que todo depende de cómo se dicen las cosas. El humor es un regalo del cerebro, no se compra ni se aprende leyendo libros. El sentido del humor es un privilegio de los inteligentes. A mí me dicen que hago un humor intelectual, yo digo que el inteligente es el público. O tienes sentido del humor, o no lo tienes. Creo que hemos llegado a un punto preocupante. No puedes hablar de mujeres porque eres machista; no puedes hablar de homosexuales, porque entonces eres homófobo. Últimamente, se ofende la gente por todo, hasta por un «buenos días». La gente se está acostumbrando a que si no opinas como ella ya no eres inteligente, entonces ya eres un facha. Mi inteligencia nace precisamente de discrepar, de no dar la razón a cualquiera.

¿Ha cambiado su manera de pensar con el paso de los años?

Una de las cosas más importantes para mí es intentar ser coherente. Yo defendí ideologías de muchos tipos: fui católico apostólico romano, entendí el comunismo en su momento, fui joven y conocí el movimiento hippie... Creo que es muy distinto evolucionar que cambiar, entonces yo he ido evolucionando. Yo voto con la cabeza y no con el corazón. Hay que aprender a votar según las circunstancias sociales. Siempre he criticado a los gobiernos en clave de humor.

¿Qué nos puede contar sobre su último libro, ‘34 mujeres y un suspiro’?

Yo soy hijo único, mi padre era sastre y en casa había unas 10 mujeres trabajando allí. Para mí, la mujer representa el centro de la vida. Siempre he pensado que, si es verdad que Dios existe, tiene que ser mujer, porque el amor de una madre no tiene precio. El libro son 34 narraciones cortas, ya que yo viajo mucho y es muy difícil continuar una novela. Son historias de 34 mujeres inventadas, pero basadas de alguna manera en mujeres que yo conozco. No cuento sus vidas, pero cuento sus situaciones. La idea es descubrir ese mundo interno de la mujer que es muy distinto al del hombre. Yo en el teatro siempre digo que las mujeres tienen una cajita, que por mucho que la busque el hombre y, aunque la encuentre, no la entenderá nunca. Este libro es un poco abrir esa cajita y contar cosas de las mujeres. Hay una historia de lesbianismo, otra de asesinato... Yo creo que siendo hombre no puedes entrar del todo en la vida de la mujer, siempre hay un espacio, una cortina. Mujeres que lo han leído me han dicho «cómo nos conoces» y eso me ha gustado, porque significa que al menos lo que he intentado está ahí. He tratado de abrir una «puertita» para que las mujeres que lo lean se identifiquen con alguna de ellas. En cuanto al suspiro, es un comentario mío al final, porque después de todo lo que he escrito, sigo sin conocerlas. Sigo descubriendo en cada mujer un mundo distinto.