La Bodeguilla

Un totum revolutum y dos ‘amigos’ en el PP

La ‘autoguerra’ del PP parte de una pelea entre dos amigos curtidos en Nuevas Generaciones

Pablo Casado e Isabel Díaz Ayuso, en una imagen de archivo.

Pablo Casado e Isabel Díaz Ayuso, en una imagen de archivo. / L. O.

Cristóbal G. Montilla

Cristóbal G. Montilla

La expresión ‘totum revolutum’ me encanta y emociona cuando la veo reflejada en los versos del inmortal poeta gaditano Carlos Edmundo de Ory (1923-2010), musicados por Fernando Polavieja. En cambio, este latinismo me inquieta y me arranca solventes sospechas cuando se erige como la mejor etiqueta con la que catalogar, a vuela pluma, esas situaciones en las que la confusión y la ambigüedad se imponen de un modo poco serio, incluso peligroso, y se convierten en una máscara que nos invita a intuir que la convulsa rutina está ocultando algo perverso.

Es lo que sucede, con excesiva frecuencia, en el mundillo político. Cada partido es una organización abocada a un equilibrio, a una convivencia aparentemente serena entre sus distintas corrientes, sensibilidades, camarillas o clanes. Llámenle como quieran. De esta mezcla de ambiciones deriva la guerra interna. Ese fuego amigo que viene a ser el que más quema y provoca incendios devastadores. Sobre todo, si la mecha prende en el seno del mismo bando. De hecho, no debe olvidarse que Isabel Díaz Ayuso era ‘casadista’. Y que Pablo Casado era ‘ayusista’, si por esto se entiende que él fue quien apostó de forma personal y con escasos apoyos para que ella ‘opositara’ en las urnas a la presidencia de la Comunidad de Madrid. Por lo tanto, la ‘autoguerra’ del PP parte de una pelea entre dos amigos curtidos en Nuevas Generaciones. O sea, en ese ala joven de los partidos en el que se ensaya de forma precoz el codazo y se va coleccionando una agresividad que, a día de hoy, se hace aún más necesaria por esa política del ‘todo vale’ que cruza las líneas rojas que aún se respetaban hace un cuarto de siglo. Y, ya se sabe, cuando dos amigos se pelean las aduanas del odio levantan la barrera con una violencia exacerbada. Con una marcha más que le añade un plus a ese ‘background’ podrido que arrastra el partido de la gaviota.

La sede con ‘mudanza interruptus’ de la madrileña calle Génova se ha acostumbrado a ver cómo engordaba un ‘totum revolutum’ que amenaza con convertirse en letal o, cuando menos, con generar heridas irreparables. Sin ir más lejos, este nuevo escándalo en sus filas ha hecho que por la cabeza de numerosos mortales hayan pasado los nombres de Soraya Sáenz de Santamaría, María Dolores de Cospedal, Esperanza Aguirre, Cristina Cifuentes o, por supuesto, Mariano Rajoy que se cayeron de la cúpula en un pasado reciente. Y, a su vez, se actualizan expresiones malditas como ‘la caja B’ o ‘Gürtel’ que han seguido proyectando sombras en la ‘vida nueva’ que prometió Casado. La limpieza incluía, además, abandonar la ‘gafada’ sede de calle Génova. Pero, a la vista está, si se atiende a los pequeños detalles, que la ruptura con el lío pretérito no ha sido definitiva.

Con la imagen del PP hecha añicos, Juanma Moreno tiene otra razón más para postergar las elecciones todo lo posible en Andalucía. De un día para otro, ha dejado de hablarse de esa relación de los populares con Vox que sacó a la palestra el resultado de los comicios castellano-leoneses. Tanto para una crisis como para la otra, a Moreno y a Elías Bendodo les está viniendo bien el verbo reflexivo ‘encapsularse’ que tanto le gusta acuñar al socio de Ciudadanos que los acompaña como vicepresidente en la Junta, Juan Marín. Eso sí, no debe olvidarse que el PP andaluz jamás ha sido ‘casadista’. Sea lo que fuere, vienen curvas en la carretera de centro-derecha.