Crónicas de la ciudad
Viaje en el tiempo por el arroyo de La Caleta
A partir de la confluencia del arroyo Toquero con el de La Caleta, pasear por el cauce es un espectáculo que transporta a otro tiempo y a otro país
En el principio fue el barrio de El Limonar, acotado por arriba por la confluencia de los arroyos de Toquero y La Caleta, pues a partir de ahí todo era campo, con el lejano cortijo de La Peinillera donde hoy cruza la rauda autovía y se expande El Mayorazgo en bancales, un barrio nuevo que ha tenido el detalle de dedicar una calle al cónsul Porfirio Smerdou, paño de lágrimas de los dos bandos durante la Guerra Civil en Málaga.
Campo era también el otro lado del arroyo de La Caleta, un espacio en el que luego se planificaría el paseo de Miramar y que a finales del XIX sólo contaba con la finca del Higueral y a lo lejos, recostado en el cerro, el alicaído Castillo de Santa Catalina.
Era la época en la que a las casas de postín alejadas del Centro se las llamaba ‘hoteles’ y muchas de ellas funcionaban como casas de recreo.
Pese a los cambios tan grandes que ha sufrido este rincón de Málaga, las pocas casas supervivientes, hoy en el catálogo de edificaciones protegidas del PGOU, y la labor callada y constante de la Naturaleza nos ha dejado paisajes mágicos que parecen auténticos viajes en el tiempo y también, a otros puntos Europa. De hecho, no desentonaría nada Nanni Moretti, al mando de su vespa, culebreando por estas calles malaguitas, como si estuviera en un barrio de Roma en pleno rodaje de la película ‘Caro Diario’.
Será el síndrome de Stendhal pero al firmante le evoca un barrio romano o una estampa detenida en el tiempo de la Toscana el punto de unión de los dos arroyos del barrio a la altura de la calle Goethe, cuando las aguas -si les da por aparecer- bajan por el reforzado cauce de La Caleta escoltadas por jardines y casas antiguas tan bellas como Villa Suecia, la preciosa villa de comienzos del XX de estilo modernista, obra del gran arquitecto Manuel Rivera Vera, coautor del edificio del Ayuntamiento.
Bajar a pie por el cauce es una experiencia más que asequible para cualquiera, habida cuenta de que, a estas alturas del siglo XXI, continúa a ras de suelo, al mismo nivel que las calles, el tramo del arroyo entre la San Vicente de Paúl y Ramos Carrión.
El compositor Ottorino Respighi tiene una preciosa obra titulada ‘Pinos de Roma’ y bien podría ser la banda sonora de este extracto de Málaga que, si miramos al lado adecuado del cauce, parece preservado en ámbar, como esos insectos de tiempos anteriores a Maricastaña.
Pasear por los cauces secos de Málaga tiene estos premios. Hagan la prueba y si pueden repitan la experiencia en el arroyo de los Ángeles, por la parte a cielo abierto de Miraflores de los Ángeles. Viajes en el tiempo.
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