Crónicas de la ciudad

El otro extremo: la plaza de Pío XII en Carranque

Frente al reseco diseño de la plaza de la Biznaga, afín a la insolación, el siglo pasado los diseñadores de la plaza de Carranque ofrecieron variedad, flores y sombra

Un detalle de la plaza de Pío XII, en Carranque, esta misma semana.

Un detalle de la plaza de Pío XII, en Carranque, esta misma semana. / A.V.

Alfonso Vázquez

Alfonso Vázquez

Ayer hablaba esta sección de la plaza de la Biznaga, ejecutada en este siglo XXI con el dudoso propósito de que ningún vecino de García Grana termine el año sin insolación. Su deshumanizado diseño prefirió no priorizar la abundancia de árboles y dar protagonismo a unas pérgolas que, desprovistas de plantas todo el año, se convierten en caricaturescos esqueletos sin utilidad, amén de en certeros ejemplos de dinero público tirado por el desagüe.

Pese a que no contaban con los mismos medios técnicos ni materiales, estuvieron mucho más certeros los profesionales que, muchas lunas atrás, y con el empuje del obispo Ángel Herrera Oria, en los años 50 del siglo pasado diseñaron y levantaron la barriada de Carranque.

La plaza del barrio, la de Pío XII, presidida por la preciosa y altiva iglesia de San José Obrero se concibió como un espacio clásico con muchas plantas, setos y árboles frutales. Un concepto muy de la época -véanse los Jardines de Puerta Oscura o los de Pedro Luis Alonso- pero eficiente, pues hoy proporciona sombra, belleza y frescor a todo el que pasea por ella.

De esta forma, en esta barriada con calles con nombres de vírgenes -curiosamente la idea partió del Ayuntamiento, no de la Diócesis- los vecinos cuentan con uno de los rincones más bonitos y socorridos de la ciudad.

Esta semana, las jacarandas comenzaban a despuntar con su preciosa y exótica floración y rascaban el cielo las aves del paraíso gigantes, como las que escoltan el Ayuntamiento.

Las hileras de naranjos, desprovistas de su fruto, daban al menos su modesta sombra, mucho más pequeña que la del pino junto a la fachada de la iglesia -el edificio es de Fernando Guerrero-Strachan Rosado-.

Árbol de fuego junto a la parroquia de San José Obrero.

Árbol de fuego junto a la parroquia de San José Obrero. / A.V.

Lo que también apunta maneras, pues es su época de esplendor, son los árboles de fuego, las grevilleas, que en las alturas de su copa ya ondean sus inflorescencias llameantes.

Cierto que lucirá mejor cuando los setos se recorten, pero hay en esta plaza un toque amazónico o, cuando menos, subtropical muy típico de Málaga.

En todo caso, hay que resaltar que no es un jardín ‘de temporada’. Sin ir más lejos, en el recio mes de enero echa su inflorescencia un tipo de agave (sin tilde) originario de Colombia de cuyo centro se eleva una suerte de ‘rascacielos vegetal’ que parece querer emular con su porte a la vecina torre de la iglesia.

Plantas, sombras y matices de los que carece la plaza de la Biznaga, que tan bien quedaría en cualquier barrio para miembros selectos del frondoso régimen norcoreano. Mejor no dar ideas.

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