Crónicas de la ciudad

Siguen los calores en la soleada plaza de la Biznaga

El martes de la semana pasada, el día del terral, esta sección volvió a visitar este cruento espacio ciudadano por el que no transitaba ni un alma. Lógico

Parque infantil de la plaza de la Biznaga el día del terral, con los ‘tendederos’ en primer plano.

Parque infantil de la plaza de la Biznaga el día del terral, con los ‘tendederos’ en primer plano. / A.V.

Alfonso Vázquez

Alfonso Vázquez

El terral es el horno que los fenicios se dejaron abierto y que, de forma misericordiosa, sólo se pone a funcionar muy de tarde en tarde, al contrario que en la ‘España tórrida’, esa metafórica lengua de fuego que al final de la primavera comienza a desplegarse en Badajoz y no se detiene hasta llegar a Granada capital.

Y aunque todo apunte que la España tórrida ampliará de sobra sus dominios a lo largo de este siglo, de momento Málaga se libra de veraniegas temperaturas saharianas.

Eso sí, el martes de la semana pasada sopló el terralito y fuimos sevillanos, jiennenses o cordobeses por unas pocas horas. Pero, cuando en el ambiente se extiende la sensación de tener encima un secador gigante, debiera ser la ocasión para que nuestros políticos salieran a la calle para comprobar lo acertado o no de sus diseños de espacios públicos, más allá de desprenderse de la corbata.

El martes 26 de julio fue, en este sentido, una ocasión perdida por nuestro Consistorio para visitar, con la fresquita, la (desierta) plaza de la Biznaga, un amplio espacio ciudadano en la barriada García Grana que parece diseñado por Putin para el confort y solaz de sus más amados opositores.

Se trata de una ‘plaza dura’ con un pequeño cerro con palmeras, aparte de árboles sueltos, en su mayoría naranjos en la parte más centrada en el uso ciudadano y por tanto deparadores de una sombra escuálida.

Pérgolas que racionan la sombra en la zona de juegos.

Pérgolas que racionan la sombra en la zona de juegos.

Como saben quienes frecuentan esta sección, pues no es la primera ni la segunda vez que aparece, estamos hablando de la parte en la que hay bancos para que los vecinos jueguen al ajedrez, mientras que los niños cuentan al lado con un lustroso parque infantil.

Eso sí, los ajedrecistas y los niños deberán ir bien untados de crema con protección 50 porque el sol azota de una manera implacable.

Nuestro Ayuntamiento, siempre en constante búsqueda de mobiliario urbano que no cumpla su propósito, ha colocado sobre los potenciales jugadores de ajedrez unas pérgolas-celosía capaces de provocar una insolación antes de que alguien se coma un peón del contrario.

La zona infantil, diseñada de una manera todavía más sofisticada, no cuenta con sombra alguna, aunque como sabrán está rodeada de una suerte de tendederos gigantes de la ropa, imaginamos que instalados ahí con el iluso propósito de que nuestro Consistorio los proveyera de plantas trepadoras.

La Málaga más absurda, la que rehuye la sombra y ofrece calores infernales la encontrarán en la inhóspita plaza de la Biznaga.

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